IV Domingo de Pascua, Ciclo A.
Rosalino Dizon Reyes.
Ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas (1 Pe 2, 25)
Fuera de Jesús no hay salvación. Él es la única puerta por la que entramos los
hombres para morar con Dios y sale Dios para acampar con nosotros. Solo por
Jesús encontramos pastos vivificadores.
Lo mismo afirmó santa Teresa de Ávila, fiel a la enseñanza apostólica. La
experiencia la dejó convencida de esto: Jesús es la puerta por la que «hemos de
entrar» para penetrar los «grandes secretos» de Dios y por la que «nos vienen
todos los bienes». En este camino anduvieron los santos y los grandes
contemplativos, y no hay otro. Si no vamos, pues, por este camino, tenemos que
cambiar de mentalidad y darnos vuelta.
No somos pocos los ya bautizados con necesidad aún de convertirnos. Todavía no
hemos abandonado el camino de intereses propios, para ir a zaga de Jesús y buscar
el interés de los demás. No hemos renunciado del todo el sentir mundano, para
tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Tenemos razón para tomar en serio
lo que dijo el Papa Francisco en la homilía del 29 fe abril en Santa Marta.
Según Francisco, renacer de lo alto quiere decir convivir en paz (la cual promueve
el perdón, pues el amor lo cubre todo, y prohíbe tanto las luchas internas,
doctrinales y de poder, como la envidia y los chismes), dar testimonio de la
Resurrección, ser pobre y cuidar a los pobres. Esta visión papal ha de ser nuestra,
pero que sea por convicción, y no porque nos conviene dar, exteriormente, un giro
de 180 grados, cambiando nuestro estilo de vida por el de Francisco, para
engraciarnos con el encargado ahora de las promociones.
Y si el último fuese el caso, entonces seríamos los traidores pésimos, peores que
aquellos que, según se informa, no disimulan su desdeñosa oposición al Papa
Francisco. Actuaríamos como el ladrón que, en lugar de entrar por la puerta, salta
por otra parte, para sacar provecho, arruinando a otros. Para que no nos
motivemos por ningún lucro sórdido, tenemos que dejarnos domar por nuestro
Pastor.
Jesús adoctrina a los que conviven con él y, sobre todo, les contagia de su forma de
ser y su modo de vivir. Los discípulos, a su vez, logran tener conocimiento tan
íntimo del Maestro que difícilmente lo confunden con un malévolo que se pasa por
él, teniendo incluso su voz. Al igual que Jesús, hacen todo, desde la mañana hasta
la tarde, por cumplir la voluntad de Dios, por citar a san Vicente de Paul, y así
demuestran que tienen siempre presente a Dios (XI 213), y a Jesús.
Compenetrados con Cristo y viviendo de la mesa de su cuerpo y su sangre, se
hacen concorpóreos y consanguíneos suyos. Como él, se sacrifican por los demás,
para que éstos tengan vida abundante.
Con permiso de somos.vicencianos.org