Encuentros con la Palabra
Cuarto Domingo de Pascua – Ciclo A (Juan 10, 1-10)
“Yo soy la puerta”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
Hace varios años, a las afueras de Villa Carrillo, un pequeño pueblo de la provincia de
Jaén, en España, conocí a Francisco, un pastor que cuidaba un rebaño de unas 400
ovejas y algunas cabras que, efectivamente, están más locas que las ovejas... Pasé todo
un día caminando con Francisco por valles y collados, pastoreando su rebaño. Fue un día
lleno de novedad y enseñanzas para mi; conocer de cerca la vida de un pastor, ver cómo
conoce a sus ovejas y como las ovejas lo conocen a él ; cuando se iban alejando
demasiado del rebaño, Francisco les gritaba y todas, reconociendo su voz, volvían la
cabeza y regresaban, mansamente, hacia el pastor. Fue un día maravilloso de
contemplación de la naturaleza y de esa hermosa relación entre el pastor que guía a sus
ovejas hacia fuentes tranquilas , y las conduce por verdes praderas , donde las hace
recostar ... Al caer la tarde me tocó ser testigo de la forma como las ovejas y las cabras,
con una sumisión admirable, entraban, casi saltando de la dicha, al corral para pasar una
noche tranquila y segura bajo el amparo del buen pastor. Evidentemente, las ovejas
entran por una puerta, y las cabras por otra...
San Juan suele poner en boca de Jesús expresiones como: Yo soy la luz del mundo , yo
soy el pan de vida , yo soy la vid verdadera , yo soy la resurrección y la vida , yo soy el
camino, la verdad y la vida. Todas son expresiones que nos ayudan a entender la misión
de Jesús como fuente de vida, y de una vida abundante. Sin embargo, casi nunca
consideramos la identificación de Jesús con una puerta: La expresión, Yo soy la puerta ,
aparece dos veces en este evangelio: “Jesús volvió a decirles: ‘Esto les aseguro: Yo soy
la puerta por donde pasan las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí, fueron unos
ladrones y bandidos; pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta: el que por mí
entre, será salvo. Será como una oveja que entra y sale y encuentra pastos”.
Una puerta, como lo dice el mismo Jesús, sirve para entrar y salir... Hay un dicho popular
que dice: “Si puerta, para qué abierta; y si abierta, para qué puerta”; sin embargo, la
puerta tiene sentido en la medida en que permanezca abierta y cerrada; no tendría
sentido una puerta que esté siempre cerrada, o una puerta que esté siempre abierta...
Dejar entrar y dejar salir, es el sentido más profundo de la puerta... Tengo un compañero
jesuita que, por principio, siempre tiene la puerta de su cuarto abierta de par en par; ha
llegado incluso a molestar a sus vecinos por el ruido que genera con su música o cuando
habla por teléfono. Hay otras personas que siempre están con su puerta cerrada y, no
raras veces, hasta con seguro. ¿Cómo está tu puerta? ¿Permites a otros entrar y salir por
tu puerta? ¿Estás tan abierto que no tienes espacio para tu propia intimidad y para
permitir la intimidad de los demás? ¿Vives bajo llave, encerrado frente a lo distinto, frente
a los otros?
Benjamín González Buelta, comienza una de sus poesías con estas palabras: “No quiero
que mi casa sea de una sola puerta, entrada sin salida, como una trampa...”. Si quieres
tener vida, y vida en abundancia, deja que otros entren y salgan por tu puerta y busca
entrar por la Puerta que es Jesús, saltando de la dicha, como las ovejas y las cabras de
Francisco, el pastor de Villa Carrillo.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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