DOMINGO V DE CUARESMA. CICLO A
El que crea en mí jamás morirá.
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / contactoconemilio@gmail.com / Twitter:
@emilioroz
El relato de la muerte y resurrección de Lázaro cierran la preparación hacia
la Semana Santa, se nos propone este texto que ocupa el último milagro
obrado por Jesús en el evangelio de Juan antes del inicio del proceso que lo
conducirá a la cruz. Reaparecen personajes que habíamos encontrado
anteriormente: Marta y María, y su hermano Lázaro (Lc 10, 38-42), en esta
oportunidad es este último el centro de atención de los hechos.
“Yo soy la resurrecci￳n y la vida” (Jn 11,25), con estas palabras Jesús
responde a la desconsolada Marta, a￱adiendo: “quien crea en mí, jamás
morirá” (11,26). En él se revela la victoria de la vida sobre la muerte,
nuestra esperanza de la victoria definitiva sobre el pecado. Los hombres no
hemos sido creados para la muerte sino para la vida, Dios es el Dios de la
vida, quiere que vivamos, que alcancemos la plenitud de nuestra existencia.
Algunas escuelas filosóficas ponen a la vida como un hastío, un sin-sentido,
Albert Camus en “El extranjero”, nos muestra al protagonista de su novela
como un hombre al que todo da lo mismo, matar o morir, vivir o no vivir.
El pecado que hace de nuestros cuerpos finitos, mortales, pues hemos
quedado dañados por el pecado original, nos encierra en el callejón de la
muerte espiritual, del dejarnos morir a la fe, al amor y a la esperanza, de
ahí la pregunta de Jesús a Marta que sigue a las dos afirmaciones: “¿crees
esto?” La espera cristiana es esperanzada, está fundada en la certeza de la
resurrección del Señor, es performativa, como nos enseña el Papa emérito
Benedicto XVI en Spe Salvi , “quien tiene esperanza vive de otra manera; se
la ha dado una vida nueva” (n.2). La celebración de la vida sobre la muerte
la hallamos en el sacramento del Bautismo, también en el de la Eucaristía
donde conmemoramos, volvemos a revivir, la entrega de Jesús para darnos
nueva vida.
El sepulcro de Lázaro ha permanecido cerrado por cuatro días, Jesús se
conmueve lo que deja ver su auténtica humanidad, nos permite contemplar
que sufre como hombre pese a ser Dios, es decir, es verdaderamente
hombre y verdaderamente Dios, no parcialmente uno u otro, tiene la
capacidad de llorar como hombre al tiempo que la capacidad de resucitar a
los muertos como solo Dios puede hacerlo. Él es capaz de abrir nuestros
sepulcros, de hacer salir de ellos todo lo que permanece muerto en
nosotros, de reavivar nuestra fe: “así tendrán un motivo más para creer”
(Jn 11,14).
A poco de introducirnos en la Semana Santa podemos reflexionaren en
torno a dos claves: cuáles son nuestros sepulcros, es decir, en qué
necesitamos ser resucitados por el Espíritu Santo “se￱or y dador de vida” y
qué genera en nosotros el dolor humano, Lázaro imagen de toda la
humanidad que carga con el peso de la muerte, por la que Jesús se
conmueve, llora, y entrega su vida.-