DOMINGO VIII. CICLO A
SERVIDORES Y NO ESCLAVOS
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / contactoconemilio@gmail.com
¿A qué o a quién queremos servir?, parece ser la clave del planteo de Jesús
en el texto que la liturgia nos propone este domingo. ¿Servidores del Reino
o esclavos de falsos profetas o dioses?, en pocas palabras ¿servidores o
esclavos? La vida cristiana corre el riesgo de caer en la mediocridad cuando
nuestro servicio a Dios y a su Iglesia cae en el infantilismo de creer que se
puede hacerlo desde estructuras y criterios puramente humanos, sin
relación con nuestro único Dios y Señor.
En su exhortación acerca de la imposibilidad de servir a Dios y al dinero,
bien puede entenderse con este último: las cosas del mundo, Jesús no nos
invita a comprometernos con una lógica evasiva, apartada de la realidad,
sino a ser servidores del Reino desde nuestra labor concreta y cotidiana.
Nos impulsa a ser servidores alejándonos del servilismo.
El diccionario de la Lengua Española define a servilismo como la “tendencia
exagerada a servir o satisfacer ciegamente a una autoridad”, mientras que
servicio aparece como aquella “labor o trabajo que se hace en beneficio de
otro”. Así una y otra, aunque miembros de la misma familia de palabras se
distinguen claramente, mientras que la primera nos reduce a la esclavitud,
la segunda tiene como consecuencia la libertad. El planteo no está tanto en
auto-encasillarnos en una u otra postura sino en determinar que motiva y
determina nuestro accionar.
Quien ve en el servicio una oportunidad de entrega y un auténtico lugar de
poder en el que no se busca dominar al otro sino hacer de la propia libertad
un acto de oblación, es un servidor; ahora bien aquel que busca el
reconocimiento personal, el dinero, el éxito, y hace del poder un sistema
opresor de vida es un esclavo. Esto no es así para la lógica superficial del
mundo, pero sí lo es para la lógica de Cristo que pone nuestra libertad como
la determinante de nuestra vida, y por ende, de nuestra propia felicidad.
Quien vive atrás de un amo buscando solo satisfacerlo y con ello buscando
un premio difícilmente llegue a gozar de la verdadera libertad, mientras
quien se siente libre de amar y servir al Reino y lo hace sin doblez de
intenciones alcanza la plenitud de sí y hace de su vida una expresión de la
libertad y sencillez de los hijos de Dios. Lejos de desentendernos de los
problemas diarios debemos hacer de ellos medios y momentos de
santificación personal. El trabajo, las ocupaciones, etc., no nos conducen
necesariamente al servilismo siempre que hagamos de ellos espacios de
entrega personal a la causa de Dios y de su Iglesia.-