IV Semana de Pascua
Jueves
a.- Hch. 13, 13-25: Pablo en Antioquia de Pisidia.
Los jefes de la sinagoga de Antioquia de Pisidia invitan Pablo y Bernabé a comentar
los textos bíblicos de los profetas que se habían leído. Estaban de visita, era el
primer viaje apostólico de Pablo y Bernabé, se sabía que conocían bien las
Escrituras. La exhortación recorre la historia de salvación de Israel y una constante
era preguntarse si era este el tiempo en que se cumplirían las promesas del AT. La
respuesta a estas inquietudes, era considerada una palabra de exhortación. Lucas,
con este discurso da inicio a la misión paulina en su obra. Pablo, comienza su
discurso refiriéndose al pasado, para suscitar la decisión sobre el presente y
fundamentar la esperanza del futuro. Empieza por la conquista de la tierra
prometida, el período de los jueces y los primeros reyes de Israel, Saúl y David.
“Depuso a éste y les suscit￳ por rey a David, de quien precisamente dio este
testimonio: He encontrado a David, el hijo de Jesé, un hombre según mi corazón,
que realizará todo lo que yo quiera. De la descendencia de éste, Dios, según la
Promesa, ha suscitado para Israel un Salvador, Jesús” (vv. 22-23). La exhortación
de Pablo, consiste en confirmar que las promesas hechas a David se cumplen en
Jesús, es el Salvador. Pablo, quiere colocar toda su atención en David. Según la
tradición judía, Dios había prometido un rey que reinaría para siempre; pero
todavía no había llegado. La monarquía había desaparecido hacía siglos. Los judíos
llamaban Mesías y Cristo a ese rey que debía venir; de ahí la importancia de la
referencia inmediata que hace Pablo de David a Jesús. El Bautista, dice, Pablo,
precedió a la actividad de Jesús y dio testimonio de ÉL y se consideró indigno de
desatar las sandalias de sus pies (v.25). Juan Bautista, fue su precursor y su
testigo de Jesús, quien lo anunció y abrió caminos llanos al Salvador y redentor del
mundo en el corazón de los hombres.
b.- Jn. 13, 16-20: Quien me acoja a mí, acoge a aquel que me ha enviado.
Servir por amor; traición.
El texto evangélico nos sitúa en un clima de servicio y de traición; Jesús siendo
Maestro y Señor, se humilla a sí mismo tomando la condición de esclavo y lava los
pies a sus discípulos, incluido el traidor. Son las nuevas relaciones dentro de la
comunidad fundada por Jesús y que el evangelista propone como característico de
la comunidad de Jesús. El gesto de lavar los pies es símbolo de la entrega de la
vida de Jesús hasta la muerte en cruz. Es el símbolo, el modo de ser de la
comunidad, su sello de bondad que marca el obrar de todo cristiano y de la Iglesia,
un obrar radical desde el amor (cfr. Jn.13,12-15). “No es más el siervo que su
amo, ni el enviado más que el que lo envía. Sabiendo esto, dichosos si lo cumplís”
(v. 16). La destinataria de esta práctica de humildad y amor, es la comunidad
cristiana. Este gesto de humildad, Jesús, lo realiza en este contexto de despedida y
traición. Ni el esclavo o el siervo actúan por sí mismos sino que siguen órdenes;
Jesús es la persona autorizada, para dar instrucciones, que para sus discípulos
tienen carácter de obligatoriedad por la autoridad de quien las pronuncia. Es el
amor de donde nace en Jesús su autoridad, amor que define todo su existir y obrar.
Si comprendemos la comunidad desde Jesús, su amor la construye, por lo que la
exigencia es permanente, de ahí que su dicha y salvación dependen del amor
divino. Será dichosa la comunidad si cumple la voluntad de Jesús de lavar los pies a
los hermanos (v.17). Juan no olvida que dentro del contexto histórico de la última
cena, tenemos la traición de Judas (cfr. Jn. 13, 2.10-11). Le lava los pies incluso a
quien lo va a entregar, pero debía cumplirse la Escritura: “El que come mi pan ha
alzado contra mí su tal￳n” (Sal. 41, 10). Os lo digo ahora antes que suceda, para
que, cuando suceda creáis que Yo soy” (vv. 18-20; cfr. Mc. 14,18-19). Hasta su
círculo más íntimo de amigos, ingresaron hasta sus enemigos; esa intimidad
invulnerable tiene la señal el banquete. La comunión nace de la comida tomada en
común, pero algunos han roto los lazos de amistad y confianza desde hace algún
tiempo. En este pasaje vemos la comprensión que hizo la comunidad postpascual
del dato revelado y la fe de la primitiva Iglesia. El cumplimiento de esa Escritura,
texto oscuro y terrible sobre un hombre, debe ayudar a creer en Jesús; creer en
ese, “Yo soy”, alude a una afirmaci￳n del Cristo joánico, como Revelador y Salvador
enviado por el Padre (v.19). Este tema del cumplimiento lo encontramos en lo
referente a Judas, como a la pasión de Jesús (v.19; cfr. Jn. 14, 29; 16,4).
Finalmente, tenemos la palabra de Juan acerca de la predicación misionera de la
Iglesia primitiva. En esta proclamación se encuentra el propio Jesús, en el mensaje
está Jesús personalmente, Dios sale al encuentro del hombre. En este contexto
viene a significar que la instrucción de Jesús, unida a la acción de la comunidad a
su ejemplo, genera salvación, por ello hay que tomarla muy en serio. Muestra
además, que el envío por parte de Jesús, legitimada por ÉL, confirma las acciones
de la comunidad. Todos los discípulos son enviados, los miembros de la comunidad,
siempre y cuando el contenido de su predicación sea lo anunciado por Jesús, vivir y
obrar según su voluntad para mantener la autoridad del que es enviado. Solo el
servicio humilde y desinteresado nos abre a comprender el gesto de lavar los pies y
ser enviado por Jesús.
San Juan de la Cruz nos exhorta a la humildad ser servidor de los hermanos en la
comunidad eclesial: “Y todo el se￱orío y libertad del mundo, comparado con la
libertad y señorío del espíritu de Dios, es suma servidumbre, y angustia, y
cautiverio. Por tanto, el alma que se enamora de mayorías, o de otros tales oficios,
y de las libertades de su apetito, delante de Dios es tenido y tratado no como hijo,
sino como bajo esclavo y cautivo, por no haber querido el tomar su santa doctrina,
en que nos enseña que el que quisiere ser mayor sea menor, y el que quisiere ser
menor sea el mayor (Lc. 22, 26)” (1S 4,6).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD