III Domingo de Pascua, Ciclo A
SE PUSO A CAMINAR CON ELLOS
Lo reconocieron al partir el pan
Dos discípulos de Jesús iban camino de Emaús comentando lo que había
sucedido en Jerusalén. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se
les acercó y se puso a caminar con ellos. Pero no se daban cuenta de que era
Jesús. Él les preguntó: ¿Qué vienen comentando por el camino? Uno de ellos,
llamado Cleofás, le respondió: - ¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que
ignora lo que pasó en estos días! Jesús les dijo: ¡Hombres duros de
entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No
era acaso necesario que el Mesías soportara todos esos sufrimientos para entrar
en su gloria? Y comenzando por Moisés y continuando por todos los profetas, les
interpretó en todas las Escrituras lo que a él se refería. Cuando llegaron cerca
del pueblo donde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le
insistieron: Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba. Él entró
y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición.
Luego se lo partió y se lo dio. Entonces los discípulos lo reconocieron. Pero Jesús
desapareció de su vista. Y se decían: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos
hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras? Y regresando al momento
a Jerusalén, contaron lo que les había ocurrido por el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
A los discípulos, ya antes de la resurrección, les costaba creer en Jesús. Tomás
no creyó hasta tocar a Cristo resucitado; y los discípulos de Emaús no lo
reconocieron mientras caminaba y hablaba con ellos, hasta que les partió y dio
el pan, como en la Última Cena. Pedro y Juan creyeron sólo cuando vieron el
sepulcro vacío, y María Magdalena creyó cuando Jesús la llamó por su nombre.
San Juan y san Pedro creyeron al ver el sepulcro vacío, sin señal alguna de
violencia.
¿Y nosotros? También nos resulta fácil creer en la resurrección de Jesús como
hecho histórico. Lo mismo nos sucede respecto de nuestra resurrección.
Necesitamos cultivar más la fe y el amor para con el Señor Resucitado,
presente, hermano y compañero permanente de camino hacia la vida eterna.
El “Amigo que nunca falla”, camina con nosotros, y nos lo asegura Él mismo con
palabras infalibles: ”Estoy con ustedes todos los días” (Mt 28, 20).
Sería muy triste no dirigirle la palabra ni escucharlo como persona. ¡Qué duros
de entendimiento y de corazón para creer al Evangelio, donde nos habla el
mismo Jesús resucitado en persona!
Jesús Resucitado (no sólo el hecho de la Resurrección) es el fundamento único y
esencial de nuestra fe. Sin Cristo resucitado presente, actuante, reconocido y
amado, la fe no es creíble ni tiene sentido. Y los sacramentos, tampoco tendrían
valor alguno, pues sólo son reales y eficaces mediante la acción directa de Jesús
vivo y presente en cada uno de ellos.
Los demonios también tienen fe teórica, mas no les sirve de nada, por que no
aman. Creer, en el sentido bíblico y evangélico, es creer que Jesús vivo nos
acompaña, y vivir en relación personal de amistad sincera con él, presente en
nuestra vida, con todo lo que ella supone: el sufrimiento y alegría, el trabajo y el
descanso, la gracia y el pecado. Ahí está para darnos el perdón, la fuerza contra
el mal y la gracia de la resurrección.
Por tanto, lo esencial es abrirse a Cristo resucitado presente, y acogerlo en el
Pan de la Palabra, en la Eucaristía; y en el amor al prójimo necesitado. Son los
tres lugares privilegiados de su presencia resucitada y salvadora.
Cristo Jesús nos busca con más deseo a nosotros que nosotros a él: “Estoy a la
puerta llamando; si alguien me abre, entraré y comeremos juntos” (Apoc 3, 20).
“A quien me ame, lo amará mi Padre, vendremos a él y viviremos en él (Jn 14,
21)”.
Ése es el camino real de la resurrección y de la gloria eterna, a la que aspiramos
desde lo más profundo de nuestro ser. Jesús mismo nos indica ese camino: “Yo
soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6).
La tarea primordial del cristiano consiste en cultivar y vivir la verdadera a fe en
Cristo Jesús resucitado y presente. La fe bien cultivada crece, y no cultivada, se
marchita como una delicada planta.
Padre Jesús Álvarez, ssp