V Semana de Pascua.
Lunes
a.- Hch. 14,5-18: Curación en Listra.
La curación del tullido provoca en el pueblo el deseo de ofrecerles en sacrificio un
toro en honor de Pablo y Bernabé, como si fueran dioses. Los consideraban dioses
que habían realizado un gran prodigio en el hombre tullido de pies y que ahora
puede estar de pie y caminar. Ellos rompen las vestiduras en señal de indignación,
y les exhortan a que se vuelvan al Dios vivo, el mismo que les entrega la lluvia del
cielo y los bienes de las estaciones y de la tierra. Las palabras de Pablo si bien no
hace referencia a la Escritura ni al misterio de Cristo, presenta la naturaleza como
dominio del Dios vivo, y desde donde despliega sus dones al hombre para que lo
reconozca: Señor de cielo y tierra.
b.- Jn. 14, 21-26: El que me ama guardará mi palabra.
El evangelio nos propone guardar la palabra de Jesús, ponerla en práctica,
considerarla importante, lo que Jesús ya había anunciado (cfr. Jn.14,15). Sólo
quien observa lo que enseña Jesús, su modo de proceder, lavar los pies de sus
hermanos, ése es quien ama a Jesús no sólo de palabra, sino con obras y verdad.
Quien tiene esta conducta entra también en la comunión divina de Jesús con el
Padre y contará con su amor como cuenta para ÉL. También Jesús le amará y se
manifestará a ÉL. Desde la fe se le abre al creyente por medio de Jesús la plena
comunión con Dios. Los cristianos son amados por Dios, porque el amor del Padre
los une a ÉL, y a través de ÉL, participan de la comunión entre el Padre y el Hijo. La
revelación se comunica, no como doctrina, sino más bien como participación,
comunicación personal de Jesús, y por su palabra comunicación personal con Dios
(cfr. Jn.1,14; 7,17). Pero una vez más, surge la incomprensión, por parte de Judas,
no el Iscariote, cómo se va a manifestar al mundo sin una relación con ese mundo,
como querían los judíos. La pregunta parece no ser escuchada ni respondida,
porque en el fondo no es una pregunta sino la instancia para hacer la diferencia
entre un mundo que queda sin la revelación de Jesús y la comunidad de creyentes.
Cabe el peligro, por eso Jesús no responde, de querer que Dios se revele de tal
manera, que no queden incrédulos. Tanto la fe, el amor y la revelación tienen su
certeza en sí mismos no dependen de confirmaciones ni del mundo, ni de la
sociedad; la fe descansa en su fundamento último, la palabra de Jesús. Quien la
acoge ingrese en la comunión trinitaria del amor divino. La manifestación de Jesús
consistirá en el amor y la obediencia al Padre, por esto se manifiesta sólo a los
creyentes, no al mundo. El Padre y el Hijo y los apóstoles, forman una comunidad
de amor y obediencia, de amor y verdad, basado en el conocimiento mutuo. Jesús
había comunicado todo, cuanto era necesario a los apóstoles, quizás no entendieron
mucho, pero para ello, les enviará, una vez regresado al Padre, el Paráclito, el
Espíritu Santo les enseñará todo y les recordará todo cuanto les había anunciado
(v. 26; cfr. Jn.14,16ss). Tarea de esta Abogado divino será profundizar e
interpretar la palabra de Jesús en toda su dimensión; crea y sostiene la vida de la
comunidad eclesial, en oposición al mundo incrédulo. Contiene la idea de dos
épocas de la salvación: el tiempo de Jesús y de la Iglesia. El tiempo de Jesús ha
llegado a su fin, es la luz en medio de las tinieblas (cfr.Jn.12, 35s. 44-50). El
Espíritu Santo lo envía el Padre en nombre de Jesús como Maestro interior
(cfr.Jr.31,31-34;Mt.23,2-12). La autoridad docente del Espíritu, no es otra que la
constante autoridad de Jesús como único Maestro de la comunidad eclesial.
Recordar segunda labor del Espíritu, es la aplicación fructuosa de la revelación de
Jesús en nuevos conceptos para la comunidad eclesial ayer y hoy.
La única que el Padre, nos entregó, es Jesucristo, enseña San Juan de la Cruz.
“Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: “Si te tengo ya
habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra” (2 S 22,5).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD