V Semana de Pascua.
Jueves.
a.- Hch. 15,7-21: Concilio de Jerusalén.
El discurso de Pablo es apremiante, ante las maravillas que Jesucristo y el Espíritu
Santo realizan entre los paganos. Exige una respuesta, una postura de parte de la
comunidad de Jerusalén. La misma gracia que los conforta a ellos en la predicación,
salva a los nuevos cristianos que se bautizan y aceptan la fe, es decir, una es la
fuente de la gracia para judíos y gentiles: Jesucristo resucitado. Un factor
importante es la humildad con que Pablo reconoce que la Ley no ha sido cumplida
ni en el pasado ni en presente con toda perfección, ¿cuál es la razón entonces para
imponerla a los nuevos creyentes del mundo grecorromano? Con el silencio que se
produjo en la sala, se confirmaba, el argumento de Pablo y se abría el Evangelio a
los nuevos prosélitos (vv.10-12). La cita de Amós (9,11-12), que recuerda Santiago
en su discurso, es para reforzar el argumento, que todos las naciones están
llamada a conocer al Señor y ser consagradas a ÉL puesto que se ha invocado su
Nombre sobre ellas (vv. 16-17) con lo que el Evangelio debe ser también predicado
a los gentiles. La carta enviada a Antioquia prescribe abstenerse de la carne
inmolada a los ídolos, puesto que significaba cierto grado de comunión con ellos,
prohibición de comer la sangre de animales, pues la sangre es vida y pertenece a
Dios y abstenerse de comer animales estrangulados. Todas las leyes rituales son
para custodiar la pureza legal.
b.- Jn. 15, 9-11: Permaneced en mi amor.
El evangelio exhorta a vivir la obediencia a la fe y el amor que se debe conjugar a
la hora de amar y cumplir la voluntad del divino Maestro; porque el amor se
prueba en la obediencia y fidelidad al Evangelio. En labios de Jesús todo eso se
denomina: permanecer en su amor. Con ello nos abre a una realidad totalmente
nueva: la comunión de amor con el Padre y el Hijo de la cual el discípulo participa
por medio de la fe y la obediencia al querer divino. Permanecer en su amor,
significa, pasar de la rivera de nuestro egoísmo para vivir, fuera de nosotros
mismos, haciendo la voluntad de Otro; hasta que renovados, podamos hacer
nuestra su voluntad divina, y bien entrenados en ello, permanecer en su amor.
Amor y obediencia, obediencia y amor van entrelazados en la existencia del
cristiano que sabe descubrir la clave: el amor nace de la obediencia y la obediencia
acrecienta el amor en cada manifestación de ella; estrechamente unidas se apoyan
y caminan de plenitud en plenitud. La inmolación de la propia voluntad,
conformándose con la del Otro, va madurando el amor y la verde espiga de ayer,
hoy, ya está dorada y frondosa, de granos y frutos. Se agrega el gozo colmado y la
alegría vivida, desde el cumplimiento de la voluntad de Dios en nuestra vida. El
gozo y la alegría mesiánicos nacen de la comunión de amor del Padre y del Hijo, al
que somos invitados por Cristo a participar. La tarjeta de embarque es el
permanecer en el amor que nos ha comunicado el Hijo. Todos necesitamos
sacudirnos de la propia vida el egoísmo y ser felices en la fe recibida y vivida día a
día, para que los problemas no nos abrumen en lo personal, familiar y en el
trabajo. La ausencia de amor mata el alma y la vida, la falta de interioridad, de
oración destruyen al hombre desde dentro. Tomemos en serio a Jesús,
permanezcamos en su amor.
Llevado el amor a su vértice más sublime, como es la experiencia de los místicos,
en su poema Noche Oscura, el poeta y místico Juan de la Cruz, declara cómo en
una noche oscura el alma cristiana por la obediencia y el amor a su Amado queda
convertida en amada, en el Amado transformada. Dejada tranquila y sosegada la
casa del sentido, entra a vivir en la casa del espíritu, hasta donde viene el Amado a
desposarla y transformarla, por la voluntad y el amor que ha conquistado para Sí y
su Padre celestial y a la cual el alma se rinde con fervor y realismo de saberse
criatura nueva. San Juan de la Cruz: “¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable
más que la alborada! ¡Oh noche que juntaste / Amado con la amada, /amada en el
Amado transformada!” (Poema V Noche Oscura).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD