Comentario al evangelio del jueves, 22 de mayo de 2014
Queridos amigos y amigas:
La asamblea de Jerusalén llega hoy al segundo tiempo. Es la hora del diálogo y del discernimiento. En
el orden del día, hay tres oradores que han pedido la palabra:
Primero interviene Pedro con un discurso enérgico en el que, usando términos de hoy, expone la tesis
central: Creemos que lo mismo ellos (es decir, los no judíos) que nosotros nos salvamos por la gracia
del Señor Jesús.
A continuación, les llega el turno a Bernabé y Pablo (por este orden). Lo suyo es una teología narrativa
con un toque de reivindicación personal: Contaron los signos y prodigios que habían hecho entre los
gentiles con la ayuda de Dios.
Por último, cierra la sesión Santiago, que hace un balance del diálogo y sugiere unas resoluciones de
compromiso para contentar a todos: No hay que molestar a los gentiles que se convierten. Basta
escribirles que no se contaminen con la idolatría ni con la fornicación y que no coman sangre ni
animales estrangulados.
A más de uno, la salida de Santiago puede parecerle tímida, contemporizadora, de escasa fuerza
profética. Pero quizá este es el modo de ir conduciendo una comunidad en cada nueva encrucijada.
Toda facción se cree en posesión de la verdad y a menudo hace lo permitido y hasta lo indigno por
sacarla adelante. ¿No hemos puesto nombre a esta tensión en las últimas décadas hablando de
conservadores y progresistas? El paso del tiempo nos ayuda, no sin una pizca de humor, a caer en la
cuenta de lo ridículas y falsas que resultan muchas posturas cuando se absolutizan y no entran en la
ascética de un diálogo constructivo.
Me encantan las palabras con las que se cierra el evangelio de hoy: Os he hablado de esto para que mi
alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud. En el tiempo de Pascua, el Resucitado se
acerca a cada uno de nosotros y nos dice “Alégrate”. Cualquiera que sea nuestra situación, su sola
presencia inaugura en cada uno de nosotros una fiesta que no tiene fin. Os invito, por eso, a recitar hoy
la oración de la alegría.
C.R.