Comentario al evangelio del sábado, 24 de mayo de 2014
Queridos amigos y amigas:
¡El cristianismo entra en Europa! Y todo porque Pablo, en una noche de insomnio, tuvo una visión.
Parece que un macedonio le rogaba: Ven a Macedonia y ayúdanos. Pablo no se lo piensa dos veces y
se pone en camino con Timoteo (a quien, por cierto, circuncidó sin tener necesidad de ello), seguros de
que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio.
Este episodio me lleva a pensar en lo que puede significar hoy la evangelización de Europa o, más
ampliamente, el anuncio del Evangelio “en” Europa. Antes de ponernos en camino, es preciso
escuchar las peticiones de ayuda. ¿Quién pide ayuda hoy en Europa? ¿Quién está diciendo, con
palabras o con gestos, “Ven”? No es fácil hacer este discernimiento en un continente que en más de
una ocasión se ha reconocido post-cristiano, sin que esto signifique renegar de un pasado multisecular
marcado por el cristianismo. Me parece que dicen “Ven”:
Las personas que están siendo excluidas de las llamadas “sociedades del bienestar” y, muy en
particular, los ancianos que viven y mueren solos porque ya no interesan a nadie.
Los inmigrantes que sueñan con encontrar un continente acogedor, que demuestre con hechos su
tradición cristiana, y que a menudo encuentran explotación y marginación.
Los alejados de la Iglesia que no cesan de hacerse preguntas sobre el sentido de la vida y que estarían
dispuestos a “volver” a la comunidad si ésta fuera comprensiva con sus búsquedas y a menudo con sus
difíciles situaciones personales.
Los jóvenes que tienen un sexto sentido para descubrir lo que es valioso y que desearían una propuesta
de vida enérgica y actual.
Es curioso que nos toque hoy un fragmento del evangelio de Juan que habla de las relaciones del
creyente con el mundo. Para entender bien este tema es preciso situarlo dentro del testamento de Jesús.
Nosotros podemos subrayar algunos aspectos:
El “mundo” para Juan es, en este texto, el ambiente que rechaza a Jesús, no el conjunto de los seres
creados o la sociedad sin más.
El discípulo de Jesús, que vive, como todos, en la sociedad, no participa, sin embargo, de este
“mundo” que se rige por criterios contrarios a Jesús y su evangelio. En este sentido, el discípulo es un
“separado”.
Si Jesús fue perseguido por este “mundo”, sus discípulos correrán la misma suerte: No es el siervo más
que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán.
Hay una “persecución contra la Iglesia” que es fruto de nuestra incoherencia, de nuestro pecado, o de
nuestra incapacidad para conectar con el mundo de hoy. Pero hay otro tipo de persecución que se
deriva del choque del evangelio con muchos de los criterios que hoy son vigentes. Esta segunda es un
claro signo de autenticidad. Existirá siempre. Tenemos que estar preparados para afrontarla.
C.R.