Domingo 5º de Pascua A
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida
En la Casa de mi Padre hay mucho espacio
Dijo Jesús a sus discípulos: No pierdan la calma. Crean en Dios y crean
también en mí. En la casa de mi Padre hay mucho espacio; y me voy allá
a prepararles un lugar; (si no fuera así, se lo habría dicho). Y cuando
se lo tenga preparado, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de
que donde yo estoy, estén también ustedes. Para ir a donde yo voy
ustedes ya conocen el camino. Tomás le dijo: Señor, no sabemos a
dónde vas; ¿cómo podemos conocer el camino? Jesús le respondió: Yo
soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si
ustedes me conocen, conocerán también al Padre. Ya desde ahora lo
conocen y lo han visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre y nos
basta. Jesús le replica: Hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y
todavía no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí, ha visto al
Padre... Créanme: Yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Créanlo al
menos por las obras. Les aseguro que quien cree en mí, hará también
las obras que yo hago, y aun mayores, porque me voy al Padre. Y yo
haré todo lo que ustedes pidan en mi nombre. (Jn 14, 112).
Jesús nos invita a la calma, en medio de tantas situaciones que nos desbordan.
Y la esperanza de la vida eterna se pierde cuando apoyamos nuestra felicidad y
nuestra vida en valores o realida
des que al final se escaparán de las manos para siempre, como ceniza al aire.
La esperanza en Dios, en la resurrección y la vida eterna, cultivada con el
esfuerzo sincero y permanente para vivir en la presencia acogedora de Jesús
Resucitado y presente, nos devuelve la paz, porque esas realidades son
infalibles, eternas, y nadie jamás nos las podrá arrebatar. Sólo nosotros
podemos prescindir de ellas y perderlas para siempre.
En la Casa eterna de la Trinidad, nuestra Familia eterna de origen y destino, se
vive y se goza un amor indescriptible, gozo inmenso; hay lugar para todos, no
sólo para “ciento cuarenta y cuatro mil”, sino para “una multitud inmensa que
nadie puede contar”, como dice el Apocalipsis (7, 9). Allá está Jesús preparando
los puestos para todos aquellos que se esfuercen de veras en seguirlo, imitando
su vida y compartiendo con Él su misión salvífica a favor de los hombres.
Tomás quiere conocer el camino del paraíso, y Jesús le responde entregándonos
la mejor definición de sí mismo: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,
6). Es necesario creer a Jesús como Verdad, amarlo como Vida, seguirlo como
Camino. El mejor proyecto de vida cristiana: Vivir en Cristo Camino, Verdad y
Vida.
Cristo nos ha abierto el Camino que conduce al Padre, y nos invita a seguirlo
tomados de su mano, amando como él ama. Él es “la Verdad que nos hace
libres”, felices frente a los falsos valores caducos que nos ofrecen los ídolos del
poder, del placer y del poseer, pero que alejan de Dios y del camino que lleva a
la vida eterna, la máxima riqueza. Jesús es la Vida de nuestra vida; él injerta su
vida divina en nuestra vida humana y la hace eterna.
Felipe quiere ver al Padre cara a cara, lo cual sólo es posible en la vida eterna.
Acá en la tierra tenemos que contentarnos con verle por la fe, abriendo los ojos
ante las maravillas que se realizan a diario en la creación, en la historia, en la
Iglesia, en el prójimo, en su Palabra en la Biblia, en la Eucaristía, en nosotros
mismos. “Felices los que creen sin haber visto” (Jn 20, 29).
Jesús declara que quien crea en Él y lo siga, hará incluso mayores obras que Él;
aunque en realidad es Él quien realiza esas obras a través de los suyos. Por
ejemplo, él no pudo hablar a millones y millones de personas a la vez, como
podemos hacerlo nosotros hoy a través de la prensa, la televisión, la radio, de
internet, redes sociales… Por esos medios lanzamos la Palabra de Dios a todo el
orbe, a la velocidad de la luz: 7.500 vueltas a la tierra por segundo. La luz corre
300.000 kms. por segundo, si la fuente es verdadera.
Jesús quizás nos reprocha hoy como a Felipe: “Estoy todos los días con ustedes,
¿y no me conocen?” Tal vez no lo tratamos, no nos relacionamos con él como
Persona presente y amiga, ni lo amamos ni lo escuchamos, a pesar de ser Él la
persona que nos ama más que nadie, sin dejarnos un momento.
Quien cree, espera y ama, hará el bien, tendrá paz en el tiempo, y Jesús lo
sentará en su puesto reservado en el banquete eterno en la Casa del Padre.
Padre Jesús Álvarez, ssp