VI Domingo de Pascua, Ciclo A.
Sociedad de San Vicente de Paúl en España.
«Lo que te recomiendo muy en particular es el cumplimiento de la voluntad de
Dios, que no consiste solamente en seguir lo que nuestros superiores nos ordenan,
sino en responder a todos los movimientos interiores que Dios nos envía» (SVdeP)
¡¿Quién hubiera pensado que Samaria iba a ser tan rápido territorio de
evangelización y que, además, se abriera tan fácil al Evangelio?! Samaria, la región
más despreciada por el centralismo judío de Jerusalén; los samaritanos,
considerados los más impuros entre los impuros por el legalismo fariseo; sus
mujeres consideradas impuras desde antes de nacer; y con todo, sus gentes atraen
las preocupaciones de Jesús. Esto para decir que, en cierto modo, no es novedoso
que, ahora en el segundo libro de Lucas, salga relativamente rápido el tema de la
evangelización en territorio samaritano. Ya que no ha sido estrictamente uno de los
doce apóstoles quien haya comenzado a evangelizar la región y a recibir a los
primeros convertidos en el seno de la Iglesia, sino el diácono Felipe. La Iglesia
oficial de Jerusalén envía a Pedro y a Juan para que confieran a los nuevos
miembros el don del Espíritu Santo, “porque todavía no había bajado sobre ninguno
de ellos y sólo estaban bautizados en el Nombre del Señor Jesús.
Por otra parte, el evangelio, insiste en las palabras de despedida de Jesús a sus
discípulos. En el contexto donde se halla este pasaje están a punto de
desencadenarse los eventos de la pasión. Jesús ha compartido por última vez la
mesa con sus discípulos y, en lugar de tomar el pan para bendecirlo y repartirlo
entre sus discípulos y luego hacer lo mismo con el cáliz, tal como nos lo narran los
sinópticos, Juan pasa por alto esta escena y en su lugar inserta lo que debería
considerarse el elemento esencial de la institución de la Eucaristía, si es que es
estrictamente en la última cena donde todavía pretende fundarse dicha institución.
Así pues, Juan reemplaza esa escena con la del lavatorio de los pies, que equivale
en el fondo a la institución del “sacramento del servicio”, basado en el amor. Cierto
que faltan en Juan las palabras de la consagración: “Hagan esto como memorial
mío…”; pero, ¿qué sentido tiene entonces la expresión de Juan, “…también ustedes
deben lavarse los pies los unos a los otros? ¿Nos hemos puesto a pensar cómo
serían nuestras Eucaristías, si de tanto en tanto dejamos a un lado la fórmula de los
sinópticos y acogemos la de Juan? ¿Y, qué tal si pensamos que sea la propuesta de
Juan la que más se aproxima a la mente y al Espíritu de Jesús? ¿Acaso el Pan y el
Vino que compartimos no quedarían de igual manera consagrados mediante el
compromiso radical de servicio real y efectivo a los hermanos y hermanas?
Pero bien, decíamos que estas palabras de Jesús son de despedida, a las puertas ya
de su pasión y muerte; pero, leídas y meditadas de nuevo en este tiempo pascual,
anticipan ya la despedida definitiva del Señor después de su Resurrección, como
una forma de irnos ambientando a la solemnidad de la Ascensión y de Pentecostés.
Jesús está completamente convencido de que en todo lo que ha hecho ha estado
siempre presente la voluntad del Padre; en otras palabras, ha actuado como
actuaría Dios si estuviera presente; por eso Juan afirma y vuelve a afirmar hasta la
saciedad esta íntima identidad entre Jesús y el Padre, hasta el punto de exclamar:
“Quien me ha visto a Mí, ha visto al Padre”.
Jesús teme por el futuro de sus discípulos. Sabe que las fuerzas del mal son
poderosas y no escatiman esfuerzos para eliminar a las fuerzas del bien. Reconoce
que sus discípulos no tienen todavía la formación y la convicción necesarias para
enfrentar estas fuerzas malignas. Por esto, en un gesto de amor profundo, Jesús
pide al Padre que derrame el Espíritu sobre los discípulos de ayer y de hoy, para no
dejarnos huérfanos, para que permanezca siempre con nosotros en la continuidad
de la misión y del Reino.
«Su hambre de anunciar la Verdad y su compromiso de hacerlo se expresan en una
vida de encuentro con Dios, Comunión de Amor, y en la voluntad explícita de hacer
concreto ese amor entre los seres humanos» (De la vida de Ozanam)
Con permiso de somos.vicencianos.org