VI Domingo de Pascua, Ciclo A.
Alfonso Berrade, C.M.
No son las espinacas sino el Espíritu Santo
Nos dicen que a Popeye le dan las espinacas y se llena de fuerza y valor cuando
está en actitud decadente. Seguro que Jesús los vio así a los apóstoles, cabizbajos,
cariacontecidos, casi mudos y temblucones cuando les dice que se Él se va. No sé si
es en el momento, como lo pone el evangelista Juan, previo a la salida al Huerto de
los Olivos. Más bien parece que hay que ubicarlo ese pasaje en momentos previos a
la Ascensión al cielo. Por eso este evangelio está colocado en el domingo antes de
la Ascensión y nos describe el estado de ánimo de los apóstoles.
Lo que importa es que Jesús ve sus rostros, ve su miedo a la orfandad y con cariño
les dice: No se van a quedar solos. ¿Cómo los voy a dejar solos cuando me ha
costado tanto formarlos, atenderlos, alumbrarlos y acompañarlos? Yo estaré
siempre con ustedes, pero, eso sí, van a tener otro acompañante maravilloso, es el
Espíritu de la Verdad. Ese Espíritu es justamente el Amor, es el amor que vivimos el
Padre y Yo. Lo van a recibir, no salgan de Jerusalem, estén en oración vaciando su
alma de ustedes mismos para llenarla de ese amor que es el Espíritu.
Así las cosas, vamos a ver la reacción de esos hombres un tanto encogidos cuando
reciben el Espíritu. No parecen los mismos. La gente los verá como borrachos. Hoy
diríamos drogados, eufóricos. Ya no tienen miedo al mundo, saben que saldrán
airosos de todas las dificultades que les ponga el mundo. Van a trasmitir lo mejor:
La experiencia que han vivido con Cristo cuando los llamó a ser discípulos, cuando
por miedo huyeron ante la muerte, cuando los citó en Galilea para reunirlos y
comer con ellos después de resucitar y cuando los manda al mundo entero a hablar
de lo “que han vivido y han visto”.
Por eso a la hora de formar comunidades cristianas ponen como elemento esencial
“recibir el Espíritu Santo por la imposición de las manos”. Así va trasmitiéndose la
fortaleza misionera, la vivencia de la santidad y la entrega amorosa al servicio de
todos los hombres. Ser discípulos antes que misioneros, experimentar la presencia
de Dios en los corazones, perder el miedo a la muerte y regalar la vida, son los
medios de lo que nos pide San Pedro: Saber dar razón de la esperanza, valor y
amor.
El mundo parece que busca más las espinacas para vencer las fuerzas del mal.
Nosotros, los cristianos, buscamos la fuerza del Espíritu Santo que nunca falla y nos
llena el corazón de amor, sencillez y coraje para sacar fuerzas de nuestra debilidad
y ser testigos del amor de Dios a todos los hombres.
Con permiso de somos.vicencianos.org