Miércoles 28 de Mayo de 2014
Santoral: Emilio, Justo, Germán
Hechos 17, 15.22-18,1 Eso que veneráis sin conocerlo, os lo anuncio yo
Salmo responsorial: 148 Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Juan 16,12-15 El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Muchas cosas me quedan por deciros, pero no
podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta
la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo
que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo
lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que toma de lo mío y os lo anunciará.
Pensemos…
Son muchos, por no decir somos, que han caído en la idolatría que nos habla San
Pablo en Hechos 17 y lo hacen por gusto al pecado y por ignorancia. Pues somos muchos
los que dejando al Dios verdadero seguimos lo falso y por eso nos hace falta el Espíritu de
la verdad que nos llevará hasta la verdad plena.
Entonces…
Hay que dejarse conducir hacia la verdad plena, que no es otra, que la verdad de
Dios. Esa verdad va de menos a más. Hay que dejarla crecer y que nos vaya poco a poco
inundando. Y esto lo digo porque San Juan nos va llevando de la mano en esa vivencia de la
fe en las primeras comunidades después de la resurrección.
Hay mucha tela por cortar. Hay muchas cosas por escuchar. "Mucho tengo todavía
que decirles, pero ahora no pueden con ello” Sin olvidar que Jesús es el maestro y ellos
sus alumnos (Discípulos) los cuales les faltaba mucho por aprender. Y además, tiene
cuidado pues son fáciles para desanimarse. Es la obra del Espíritu en la ayuda necesaria
para que lo comprendan.
Pero el Espíritu Santo requiere de nuestra disposición en oración para poder
enseñarnos todo eso que Jesús nos dejó y que, como los Apóstoles, no estamos listos para
recibir aún (cf. Jn. 16,12) y nos lo tiene que ir dando poco a poco. La oración nos va
disponiendo para recibir esas enseñanzas que Jesús dejó y que el Espíritu Santo nos da.
Pero el Espíritu Santo no lo puede enseñar si no oramos. Se hace necesaria una
actitud de adoración. Es decir, de reconocernos creaturas dependientes de Dios y, como
consecuencia, abandonados en su voluntad.
Hay que pedirle que nos transforme, que nos cambie, que nos santifique, que nos dé
tal o cual gracia que necesitamos para ser más parecidos a Jesús y a su Madre. Esa oración,
como disposición, nos permite escuchar la suave brisa de la cual le habló Jesús a
Nicodemo (cf. Jn. 3, 8), que sopla donde quiere, pero que casi no se escucha.
Hay que estar abiertos al Espíritu, que glorifica a Jesucristo y por eso tenemos que
crecer en adoración. Y ese es el deber de la Iglesia para poder alabar su misericordia y
gozarse en su Palabra para que al conocerlo tal cual es, lo amemos eternamente.
Padre Marcelo
@padrerivas