Comentario al evangelio del viernes, 30 de mayo de 2014
Queridos amigos:
La estancia de Pablo en Corinto no es sólo un contrato laboral con fines de semana dedicados a la
catequesis y a paseos por la playa. Pronto surge el conflicto. Algunos judíos lo llevan ante el tribunal
del procónsul Galión, con la acusación de que induce a la gente a dar a Dios un culto contrario a la
ley . La cosa no pasa a mayores porque el procónsul no ve ningún delito sino sólo discusiones de
palabras, de nombres y de vuestra ley . O sea, que le parece un asunto interno y no una cuestión de
orden público.
El evangelio de Juan recoge la promesa de Jesús relativa a la alegría: Vuestra tristeza se convertirá en
alegría . Quizá no estamos muy acostumbrados a reflexionar sobre la alegría de Jesús , que es, como
todo lo suyo, una alegría pascual, una tristeza superada. Por eso, su alegría no se produce al margen de
las pruebas de la vida, sino como una victoria sobre ellas. La imagen que nos ofrece el evangelio es la
del parto. La mujer que da a luz siente tristeza porque ha llegado su hora , pero, en cuanto da a luz, se
siente otra por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre .
La situación conflictiva que vivimos hoy, incluso la sensación de que Jesús se ha ido de nosotros, hace
necesaria la experiencia de la alegría. Sólo así podemos vivir la dureza del presente como el parto de
algo nuevo. A veces es más fácil verlo en nosotros mismos que en el mundo. ¿Cuántas de nuestras
crisis, de nuestras tristezas, no han sido sino la antesala de nuevos descubrimientos, de un gozo más
enraizado? ¿No estamos llamados los creyentes a interpretar nuestro momento como un parto?
No olvidemos que en algunos lugares se celebra hoy la memoria de San Fernando . Felicidades a los
que lleváis ese nombre.
C.R.