SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, CICLO A
Hch 1,1-11; Sal 46; Ef 1,17-23; Mt 28, 16-20
Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que
Jesús les había indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo
dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: "Me ha sido dado todo
poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las
gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he
aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.
Hoy celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor al cielo, la liturgia de
esta semana en el libro de los Hechos de los Apóstoles nos manifiesta que Jesús,
tras su Resurrección, se apareció a los discípulos durante cuarenta días y
después «...fue elevado en presencia de ellos...». Al respecto el Papa Francisco
nos dice: «...La Ascensión de Jesús al Cielo nos da a conocer esta realidad tan
reconfortante para nuestro camino: en Cristo, verdadero Dios y verdadero
hombre, nuestra humanidad ha sido llevada a Dios; Él nos ha abierto el paso; es
como un guía en la escalada a una montaña, que llegado a la cima, nos tira de
nosotros y nos lleva a Dios. Si confiamos a Él nuestra vida, si nos dejamos guiar
por Él estamos seguros de estar en buenas manos, en las manos de nuestro
Salvador, de nuestro abogado....» (FRANCISCO, Audiencia General, 17 de abril
de 2013).
La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, ha de ser entendida bajo la
luz de la aparición de Jesús. El cielo es, el signo de la trascendencia divina.
Cristo, luego de haber entrado en la historia humana y de entrar también en la
oscuridad de la muerte, que entendemos como signo de finitud de nuestra vida y
salario del pecado, vuelve a la gloria, retorna al cielo, que desde la eternidad
comparte con el Padre y con el Espíritu Santo. Lleva consigo a la humanidad
redimida, es decir que nos abre las puertas del cielo, que por el pecado habían
sido cerradas. San Juan Pablo II nos dice: “…Jesús repiti￳ claramente que era Él
el que abriría a la humanidad el acceso a la «casa del Padre» por medio de su
cruz: «cuando sea levantado en la tierra, atraeré a todos hacia mi» (Jn 12, 32).
La «elevación» en la cruz es el signo particular y el anuncio definitivo de otra
«elevación» que tendrá lugar a través de la ascensión al cielo. El Evangelio de
Juan vio esta «exaltación» del Redentor ya en el Gólgota. La cruz es el inicio de
la ascensi￳n al cielo…” (JUAN PABLO II, Catequesis La Ascensi￳n: misterio
anunciado, 5 de abril de 1989).
La Ascensión es por tanto, el acontecimiento conclusivo de la vida y de la misión
terrena de Cristo. Por ello, la Ascensión al cielo está unida a la llamada economía
de la salvación, que se expresa en el misterio de la Encarnación y, sobre todo,
en la muerte redentora de Cristo en la cruz y su resurrección. Al respecto San
Le￳n Magno dice: “...Se aprovecharon tanto los Ap￳stoles de la Ascensi￳n del
Señor que todo lo que antes les causaba miedo, después se convirtió en gozo.
Desde aquel momento elevaron toda la contemplación de su alma a la divinidad
sentada a la diestra del padre, y ya no les era obstáculo la vista de su cuerpo
para que la inteligencia, iluminada por la fe, creyera que Cristo, ni descendiendo
se había apartado del Padre, ni con su Ascensión se había apartado de sus
discípulos...” (SAN LEÓN MAGNO, Serm￳n 74).
La Solemnidad de la Ascensión, no quiere decir que Cristo se ha ido a un lugar
alejado de los hombres y del mundo. El Papa Francisco nos dice: “…la Ascensi￳n
no indica la ausencia de Jesús, sino que nos dice que Él está vivo entre nosotros
de una manera nueva; ya no está en un preciso lugar del mundo tal como era
antes de la Ascensión; ahora está en el señorío de Dios, presente en todo
espacio y tiempo, junto a cada uno de nosotros…” (FRANCISCO, Audiencia
General, 17 de abril de 2013).
Que el Señor nos ayude a tener muy presente la indicación que le hace a los
ap￳stoles: “…y ense￱ándoles a guardar todo lo que yo os he mandado…”. No
tengamos miedo o vergüenza de vivir en la verdad del evangelio y anunciar la
verdad del evangelio, pues el Señor nos llama a ser luz y sal de la tierra; y como
dice San Pablo “…ay de mi si no anuncio el evangelio…”.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar