DOMIINGO DE LA ASCENSIÓN. CICLO A
¿POR QUÉ SIGUEN MIRANDO AL CIELO?
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / contactoconemilio@gmail.com / Twitter: @emilioroz
Cumplidos los cuarenta días de su gloriosa resurrección, Cristo asciende al cielo “entre
aclamaciones” (Salmo 46) coronando así su misión en esta tierra, su tiempo se ha
cumplido y por ello debe regresar al lugar desde donde ha venido, pues “cuando bajó a
nosotros, no dejó el cielo; tampoco nos ha dejado a nosotros, al volver al cielo” (San
Agustín). Su ascensión es la contraposición al misterio de la cruz, así como fue
humillado, despreciado y condenado a la más infame muerte, es elevado por Dios a lo
más alto, a su derecha desde donde reina eternamente.
El misterio de la Ascensión del Señor nos motiva a todos como Iglesia a contemplar al
Cristo místico, está más allá de toda medida humana, y eso es la Iglesia: Cuerpo Místico
de Jesucristo, es decir que tiene la misión de continuar la obra por él inaugurada pero,
por sobre todas las cosas, es morada divina, el Señor habita en medio de ella, ilumina,
conduce, conforta. ¿Por qué siguen mirando al cielo? (Hch 1, 1-11), le preguntan los
dos hombres vestidos de blanco que se aparecen a los Apóstoles, quienes continuaban
mirando atentamente hacia el lugar a donde habían visto elevarse al Señor, es decir, les
anuncian que la misión no ha terminado sino que recién comienza.
Esa misma pregunta nos es propuesta a cada uno de nosotros, por qué miramos hacia
sitios donde no vemos al Señor, si nuestros ojos han sido creados para mirar lo bueno y
bello de este mundo por qué nos entretenemos poniendo nuestra mirada en cosas vanas,
en distracciones temporales, encandilándonos con las luces del mundo de lo frívolo y de
lo vacío, aquello que no nos permite ser testigos del Señor y nos enrolla en la masa,
perdiendo nuestra identidad. Nos ha sido conferida una tarea: mostrar al mundo la
belleza de Dios, ser pregoneros de su bondad y misericordia.
A cada uno nos fue dado un modo de desarrollar aquello que nos ha sido confiado, el
Espíritu de pentecostés nos revelará y dará la fortaleza necesaria para ver el modo, la
belleza del Dios que dio su vida por cada uno de nosotros la hallamos expresada en lo
maravilloso de una composición musical, en una obra de arte, en la poesía; al tiempo
que se nos revela en la tarea cumplida con rectitud de intención y prontitud, sin
escatimar esfuerzos, con la satisfacción del deber cumplido en beneficio del bien común
elevado al Padre como obra de santificación personal. Aun así la Belleza divina no logra
ser expresada en su totalidad, pues rebasa todas nuestras capacidades, sin embargo qué
distinto se ve el mundo cuando mostramos a Jesús en todos los ambientes.-