Solemnidad. Domingo de Pentecostés. )
Javier Balda, C.M.
Vivimos en un mundo oscuro, confuso y desorientado en el que el hombre ni ve, ni
descubre ni entiende, porque le falta la cohesión personal para poder pensar y
tomar sus propias decisiones, consciente y libremente.
Vivimos en un mundo indiferente, frío, materialista, en el que el hombre ni se
anima, ni se arriesga, por valores espirituales ni suprapersonales porque le falta el
coraje y la valentía de ser testigo fiel del Evangelio.
Vivimos en un mundo en el que el hombre, a pesar de todos los adelantos
modernos, vive insatisfecho, decepcionado, apenado, temeroso, desconfiado
consigo mismo y con los demás porque en su corazón prima el egoísmo, la mentira,
el “sálvese quien pueda”.
Por eso, hoy más que nunca, el hombre está invitado a celebrar el Pentecostés,
está llamado a vivirlo y a hacerlo realidad en su vida. Por eso el hombre, hoy más
que ayer, debe estar dispuesto a gozar el nuevo Pentecostés con todos los hombres
que deseen formar la gran familia humana y cristiana y vivan esperando el “Gran
Pentecostés”. Ese Pentecostés que nos exige unirnos en la Fe, que nos exige crecer
juntos en la Caridad, que nos exige vivir unidos en la Esperanza. Ese Pentecostés
que invita al hombre a ver con más claridad y comprensión la misma realidad que
vive, enfrentarse a ella y transformarla; que le exige salir “de su propio cenáculo”
para injertarse en el mundo de los demás hombres; que le da valor, no sólo para
enfrentarse a la Verdad, sino para vivirla, para testimoniarla, para ofrecerla a los
demás. Este Pentecostés que da la confianza en uno mismo porque se sabe con
Cristo. Ese Pentecostés que da la fuerza para abrirse a los demás y amarlos. Ese
Pentecostés que aumenta la ilusión y el optimismo en una mañana en el que los
hombres conocerán la Verdad, amarán la Verdad, aceptarán a Cristo y vivirán el
amor como hermanos salvados por el mismo Cristo.
Por eso, hoy, se nos pide una respuesta sincera, un compromiso auténtico, que sólo
los hombres de fe pueden dar. Por eso, hoy, se nos pide fidelidad, constancia,
perseverancia, testimonios de fe y de amor que sólo l hombre de esperanza puede
vivir y entregar.
Con permiso de somos.vicencianos.org