SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS. CICLO A.
(Jn. 20, 19-23)
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la
casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó
Jesús en medio de ellos y les dijo:
«Paz a vosotros».
Dicho esto, les mostró sus manos y el costado. Cuando los discípulos vieron
al Señor, se llenaron de alegría. De nuevo les dijo Jesús:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Después de decir esto, sopló sobe ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les
quedarán perdonados; y a los que no se los perdonéis, les quedarán sin
perdonar».
CUENTO: EL TESORO ESCONDIDO
Nos cuenta una antigua leyenda hindú que en un tiempo todos los hombres
que vivían sobre la tierra eran dioses, pero como el hombre pecó tanto,
Brahma, el dios supremo, decidió castigarlo, privándolo del aliento divino
que había en su interior y esconderlo en donde jamás pudiera encontrarlo y
emplearlo nuevamente para el mal.
- “Lo esconderemos en lo profundo de la tierra”, dijeron los otros dioses.
- “No”, dijo Brama, “porque el hombre cavará profundamente en la tierra y
lo encontrará.
- “Entonces, lo sumergiremos en el fondo de los océanos”, dijeron otros.
- “Tampoco”, dijo Brama, “porque el hombre aprenderá a sumergirse en el
océano y también allí lo encontrará.
- “Escondámoslo en la monta￱a más alta”, dijeron entonces.
- “No”, dijo Brama, “ porque un día el hombre subirá a todas las monta￱as
de la tierra y capturará de nuevo su aliento divino.
- “Entonces no sabemos d￳nde esconderlo ni tampoco sabemos de un lugar
en donde el hombre no pueda encontrarlo”, dijeron los dioses menores.
- Y dijo Brama: “Esc￳ndalo dentro del hombre mismo; jamás pensará en
buscarlo allí”.
Y así lo hicieron. Oculto en el interior de cada ser humano hay Algo de
divino. Y desde entonces el hombre ha recorrido la tierra, ha bajado a los
océanos, ha subido a las montañas buscando esa cualidad que lo hace
semejante a Dios y que todo el tiempo, sin muchas veces saberlo, ha
llevado en su interior.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Celebramos hoy en este domingo una de las fiestas “grandes”, la festividad
de Pentecostés, el día en que nació la Iglesia, el día en que los discípulos
son revestidos de la Fuerza de lo Alto. Se terminaron los miedos, las dudas,
la tristeza, el encerramiento. Es la hora del Espíritu, es la hora de Dios, es
la hora del testimonio. Se abren de par en par las puertas del Reino de Dios
para todos. La salvación de Dios ya no es exclusividad de un pueblo, de una
raza, de una religión. Allí aquel día estaban judíos presentes de todas las
naciones y pueblos. En el Espíritu de Dios, toda la humanidad es una sola,
todos somos constituidos hijos del mismo Padre. La Iglesia se hace católica,
universal, abraza a todos, todos pueden entrar en ella. Nada de
exclusivismos, nada de sectas. Dios es el Dios de todos. No ha triunfado el
mal, ni la cruz. En Pentecostés se realiza el triunfo del bien, de la verdad,
del amor, de la vida. Todas las lenguas dispersas de Babel entonan aquí una
sinfonía maravillosa de hermandad. Las diferencias ya no son confusión ni
enfrentamiento. Maravillosa unidad que respeta la diversidad.
Necesita tanto la Iglesia de este Pentecostés permanente del Espíritu, para
que salga de sus miedos y deje de encerrarse sobre ella misma. Hay hoy un
pesimismo en muchos cristianos, mucha falta de fe en la presencia del
Espíritu entre nosotros. Pareciera que no hubiera llegado el primer
Pentecostés. Le cuesta a la Iglesia caminar al compás del mundo, con el
mundo real. Sigue anclada en cosas que no son esenciales, en las formas,
más que en el fondo. Las formas son pesos históricos humanos que no son
permanentes. Cambian, porque el mundo cambia. Y si no nos ponemos en
la sintonía de los cambios, corremos el riesgo de quedarnos encerrados en
la sinagoga, en la secta, en el pasado. Me maravilla el dinamismo de este
día de Pentecostés. Me admiro ante la obra del Espíritu. Y no me extraña
nada que apenas se hable del Espíritu Santo en la Iglesia, ese “Gran
Desconocido” del que hablaba el papa Pablo VI. C￳mo hace falta otro Juan
XXIII que abra de nuevo las ventanas de esta Familia de Dios y deje que
entre el aire fresco del Espíritu, oxigene este olor a cerrado que se respira
en muchos posicionamientos de la Iglesia. ¿Por qué tanto miedo al
mundo?¿Por qué tanto recelo?¿Por qué tanta condena?¿Por qué tanto
lenguaje duro? Es verdad que la Iglesia no puede cambiar el Evangelio ni
acomodarlo a las modas reinantes. Pero tampoco está llamada a ver todo lo
malo. Hay mucho bueno, hay muchos signos del Espíritu en el mundo actual
que invitan a la esperanza. Hay mucho trigo en la cizaña. Echo de menos
palabras más positivas, echo de menos un talante más dialogante, un
camino de mayor comunión y participación entre la propia Jerarquía, una
mayor voz de los laicos. Que venga el Espíritu y nos saque a fuera, aunque
no nos guste movernos, aunque no sepamos dónde nos llevará. Confiemos
en El, en sus dones, en su sabiduría, en la fuerza de su amor. Dejémosle
que remueva los cimientos de nuestra comodidad personal y eclesial.
Llevamos en nuestro interior, como nos dice el cuento, un Tesoro inmenso,
una fuerza más poderosa que todas las bombas atómicas juntas, para
construir no para destruir. Desde el Bautismo se nos ha dado la mis ma
Vida de Dios y vivimos muchas veces como si nada de eso hubiera ocurrido
en nuestra vida. El mundo actual, tan dividido como en Babel, necesita una
palabra y un testimonio de unidad, de entusiasmo, de fe, de esperanza, de
futuro, de paz. No encerremos ni ocultemos la Fuerza arrasadora de Dios en
nuestros pequeños y egoístas esquemas y nuestras estrechas miras.
Respiremos el aire nuevo y fresco que nos trae la novedad del Espíritu
Santo y dejémosle actuar en nuestras vidas, en la Iglesia, en el mundo. .
¡VEN, ESPÍRITU SANTO, RENUEVA EN NOSOTROS LA BELLEZA DEL
EVANGELIO. HAZNOS INSTRUMENTOS DE LA REVOLUCIÓN DE TU BUENA
NOTICIA. ECHANOS AFUERA DE NUESTROS TEMPLOS CERRADOS Y FALTOS
DE ALEGRÍA. CONTÁGIANOS ESA BENDITA ENFERMEDAD QUE ES LA
ESPERANZA. LLÉNANOS DEL PRINCIPAL DE TUS DONES QUE ES EL AMOR.
HAZ QUE NOS AVERGONCEMOS DE ESTAR DIVIDIDOS COMO CRISTIANOS
Y NOS PONGAMOS EN EL CAMINO DEFINITIVO DE LA UNIDAD. APARTA DE
NOSOTROS LA MIRADA NEGATIVA HACIA EL MUNDO. SÁCANOS EL MIEDO
QUE NOS PARALIZA. INVENTA EN NOSOTROS LENGUAJES NUEVOS PARA
ANUNCIAR TU EVANGELIO. HAZNOS FIELES DISCÍPULOS DEL GRAN
MAESTRO Y SEÑOR JESUCRISTO. CÓLMANOS DE ESOS DONES QUE NOS
REGALAS PARA REALIZAR NUESTRA MISIÓN. Y QUE NADA NOS APARTE DE
TU AMOR. AMEN.
¡FELIZ SEMANA LLENA DEL ESPÍRITU DE DIOS Y DEL ESPÍRITU DEL AMOR!