VIGILIA DE PENTECOSTÉS
Génesis 11, 1-9. Sal 103, 1-2a. 24 y 35c. 27-28. 2
El último día, el más solemne de las fiestas, Jesús en pie gritaba:
—El que tenga sed, que venga a mí;
el que cree en mí que beba.
(Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de
agua viva.)
Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los
que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque
Jesús no había sido glorificado.
En esta liturgia en que celebramos la efusión del Espíritu Santo, la Iglesia a
través de las lecturas que hemos escuchado, nos hacen presente, como Dios, fiel
a sus promesas, a través de la obra redentora de Cristo y por la acción del
Espíritu Santo el hombre recobra su originalidad como salió de las manos de
Dios. Esto es ser imagen y semejanza de Dios, una vida de plena comunión,
que hoy en el don del Espíritu Santo se realiza y nos lleva a su plenitud.
En la primera lectura, se sintetiza como el pecado de la desobediencia rompe
todo el diseño de Dios para con el hombre. Por ello, en este desorden de
lenguas, que la lectura expresa, es signo de cómo la des comunión entre los
hombres impide que los hombres puedan vivir en una unidad. La Sagrada
Escritura es por eso iluminadora y como dice el salmo: “…es luz para nuestros
pasos…”. Nuestro Papa Emérito, Benedicto XVI, en su Encíclica Verbum Domini,
nos ha manifestado la autoridad de la palabra para la vida del hombre, pues
Cristo es la plenitud del hombre.
En nuestros días, el hombre moderno, o como muchos analistas dicen
postmodernos, ha emprendido una carrera vertiginosa a través de la tecnología
para el desarrollo y la creatividad; pero al mismo tiempo, esta carrera
vertiginosa, aleja al hombre del hombre y lo sume en una profunda soledad,
tecno social. Esta situación la ha graficado muy bien nuestro Papa Emérito
Benedicto XVI, cuando en su Encíclica Caridad y Bondad, en el capítulo 8, dice:
“…el hombre a través de la tecnología, ha cercado el mundo a su entorno, pero
no ha resuelto así el problema de su soledad…”. Esto nos dice que la esencia del
hombre y su realización es en cuanto el viva una vida social de interrelación y
comunión.
Toda esta realidad del hombre que vive de una manera autosuficiente y
autónoma, donde la verdad es expresión de sus propios deseos, aspiraciones e
intereses, el hombre a través de Cristo, puede recobrar la plenitud de la vida y
que sin la gracia de Espíritu Santo no se puede realizar. El evangelio de esta
vigilia, nos dice: “… manaran torrentes de agua viva…”, pues el hombre en la
gracia de Dios, aun en medio de las tribulaciones y sufrimientos que es parte de
la vida humana, no por ello su existencia es estéril e infecunda; pues aun en
medio de esas situaciones la vida es fecunda; aun mas en el misterio de la vida
cristiana la fecundidad de la vida surge de la muerte, del sufrimiento, esto es el
misterio pascual de Cristo, esta es la obra del Espíritu Santo que Dios realizara
en nosotros, por eso en Cristo Resucitado el hombre no muere mas, vive para
siempre en Dios.
A la luz de la palabra el Señor nos ayude, así como a los discípulos en el
cenáculo esperaban ser resucitados de lo alto, hoy nosotros unidos a la Iglesia,
nos renovemos en el don del Espíritu Santo, el Consolador, aquel que nos ira
desvelando y llevando a vivir el misterio de pascua de Cristo en nuestra vida.
Misa Solemne de Pentecostés
Hechos de los Apóstoles 2, 1-11
Sal 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34
Corintios 12, 3b-7. 12-13
Evangelio: San Juan 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en
una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En esto entró Jesús,
se puso en medio y les dijo:
—Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron
de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
—Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
—Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
En la solemnidad de esta fiesta, la Iglesia nos invita a vivir y gozar de los dones
de la pascua de Cristo, pues esta fiesta nos lleva a recoger los frutos de las
promesas que Dios en Cristo a cumplido, por eso hoy San Juan, en el evangelio
nos dice: “…es conveniente que me vaya para que venga el consolador…”
Cuando los apóstoles ven a Cristo apresado, y que lo llevan hacia la muerte,
todos huyeron, se escandalizaron e incluso alguno lo traicionó, por esto mismo,
Cristo le dijo a Pedro: “…antes que cante el gallo me habrás negado tres
veces…”; o como dirá otro pasaje: “…heriré al pastor y se dispersaran las
ovejas…”. Todas estas situaciones se presentaron y otras más, porque aun la
gracia de Dios, el Espíritu Santo, que nos reviste de Dios aun no moraba en
ellos, como nos suele pasar a nosotros que muchas veces deseamos hacer el
bien y hacer las cosas bien y al final nos llenamos de frustración porque no
llegamos a realizar aquello que deseamos. Por eso, San Pedro en la carta a los
romanos, dice: “…no es el bien que hago, sino el mal que habita en mi…”.
El presente evangelio, cuando habla que las puertas están cerradas, está
indicando que el hombre sin la gracia de Dios vive encerrado en sí mismo; en su
propio bien, en sus propios intereses. Pero aun en esta situación del hombre,
Cristo se manifiesta, esto nos está diciendo que Dios no ha abandonado a su
suerte ni a su desesperanza, aun mas, a salido al encuentro del hombre, como a
su amigo Lázaro, que ya llevando cuatro días de muerto, Cristo va a su
encuentro para sacarlo de la tumba, pues le dice: “…Lázaro sal fuera…”.
En este evangelio no solamente Cristo a enviado el Espíritu Santo a los
apóstoles, sino que este Espíritu Santo se les ha dado y como que tiene una
doble acción para aquel que lo recibe. La primera, es recrear al hombre, darle un
corazón nuevo, capaz de amar no solamente a su enemigo y perdonarlo, porque
solamente esto proviene del hombre que puede amar a Dios con todo su corazón
y esto es obra del Espíritu Santo en la vida del hombre. En segundo lugar, este
Espíritu Santo que lleva al hombre amar a Dios con todo su corazón y al prójimo
como así mismo, lleva al hombre recreado y lo lanza a comunicar este acontecer
en su vida, como gratitud por lo que Dios ha obrado en el. En este contexto
podemos comprender lo que significa ser testigo de Cristo, por eso que el
testigo de Cristo es un enviado a la misión, ¿y qué misión? la de anunciar la
verdad de la cual el no es poseedor sino un beneficiario que está llamado a
comunicarla y enseñarla.
Es así, que el sentido de la paz que hemos escuchado en el evangelio, es que
solamente en la gracia de Dios el hombre puede vivir en comunión con su
semejante, y de esta manera el creyente por la gracia de Dios es un hombre
universal, porque en Cristo puede amar sin distinguir condición ni cultura. Por
eso la palabra del salmista, cuando dice: “…y has hecho de ellos un reino de
sacerdotes, y reinara sobre la tierra,…”. La gracia del Espíritu Santo nos lleva a
vivir plenamente el bautismo que a través de la Santa Madre Iglesia hemos
recibido, el ser en Cristo y participar de su misión: como sacerdotes, profetas y
reyes en este mundo; es así que la palabra de San Juan, en el evangelio
encuentra aquí un profundo significado: “…están en el mundo pero no son del
mundo, por eso te ruego por ellos…”
P. Oscar Balcazar