Pautas para la homilía
Solemnidad. Santísima Trinidad
Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por él
“Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros”
Nos encontramos en el Antiguo Testamento con la certeza y realidad de un Dios
peregrino, preocupado por el devenir de su pueblo.
Su Presencia entre ellos es permanente y por ello no deja de manifestarles cuál es
su Voluntad, cual la alianza amorosa que les ofrece para que caminen sin tropezar a
lo largo de los siglos.
Pero el hombre ante esta cercanía de Dios, no puede menos que manifestarle
adoración, como vemos a Moisés postrarse, así también nuestro corazón lo hace
cuando es Dios quien se manifiesta en nuestra vida.
“Si he obtenido tu favor”, reza la lectura, pero no es Moisés o el pueblo el que
suplica, sino que es Dios mismo el que se ofrece y así hace nacer en sus hijos esta
suplica.
Tened un mismo sentir y vivid en paz
Con las tres primeras palabras que Pablo dirige en esta Carta a los Corintos, ya
podemos ver con claridad cuál es papel de cada una de las personas de la
Santísima Trinidad, solemnidad que con alegría hoy celebramos.
Alegraos, enmendaos, animaos” . Los que quieren vivir en y para Dios, deben tener
estas tres cosas presentes para no perder el camino.
“Alegraos” , la alegría que nos da el Santo Espíritu, que nos alienta haciendo ser esa
profunda paz y entusiasmo por muy difícil que se nos ponga a veces la vida.
“Enmendaos” , función de la paternidad de Dios, corregir a sus hijos para llevarlos
siempre a la plenitud en el amor.
“Animaos” , eso es justamente lo que nos trae entre otras cosas la vida terrena de
Jesús. Es decir, el hombre necesita verse reflejado en alguien como nosotros para
aprender a vivir, para saber amar, para ser fiel… Y entre nosotros tenemos a Jesús,
el Hombre- Dios que pasó sed y hambre, que recorrió caminos, que supo lo que era
amar, lo que era vivir en libertad de espíritu…
Y de estas afirmaciones se hace necesario para creyente, para comunidad cristiana,
trabajar para tener un mismo sentir y así vivir en paz. Naciendo así el testimonio
para los hermanos alejados y necesitados de la Presencia de Dios entre ellos.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que
el mundo se salve por él.
Contemplar en este día este Evangelio hace crecer en nosotros un profundo
sentimiento de adoración y gratitud a Dios Padre, a su Hijo Jesús y al Santo Espíritu
que enseña y guía. Es entrar en la inmensidad de lo que significa amar y lo que es
el amor. Pura entrega y servicio del Dios Creador hacia su criatura.
Tanto amo Dios al mundo… todo lo hizo para tengan, tengamos vida. Vida
abundante que nos es dada por manos de Jesús, el Hijo amado, engendrado para
que la humanidad pudiera conocer el rostro bondadoso y real del Padre.
Se nos habla de Salvación, pero no solo con miras a una vida futura, después de la
terrena, sino que esa salvación se nos entrega ya ahora en la medida en que
respondemos afirmativamente a la llamada de Dios a vivir como sus hijos. Hijos
libres, lejos de la idolatría. Por eso a la Santísima Trinidad se la sirve y adora en
espíritu y verdad.
Debemos de orar para que nos sea concedido diariamente el don de la Fe y el
espíritu de adoración, para no desfallecer con los avatares de la vida, alejándonos
del manantial de Agua Viva, que es Dios mismo, para toda la humanidad y por toda
la eternidad.
Monasterio Sta. María la Real - MM. Dominicas
Bormujos (Sevilla)
Con permiso de: dominicos.org