Comentario al evangelio del viernes, 13 de junio de 2014
La primera lectura será, posiblemente, una de las escenas más conocidas del profeta Elías: ¿dónde está
Dios? ¿cualquier cosa le vale para hacerse presente entre nosotros? Parece ser que no… En la época de
Elías, reinando Ajab, se intentó acabar con la presencia de Dios en medio del pueblo eliminando a
todos los que animaban esta fe; parece que sólo quedó Elías, nombre que no por casualidad significa
“Mi Dios es Yavé”. En él podemos reconocernos todos. Si tienes un rato y lo dedicas a leer seguida, la
historia de Elías en el Reyes, verás que está llena de altibajos: se cree Dios y se viene abajo, es fiel y se
toma la justicia por su mano, triunfa y fracasa, da la cara y huye… En fin, como todos. Y siempre, Dios
está.
En el pasaje de hoy, a este gran profeta sólo le queda asombrarse del paso de Dios como brisa tenue
después de haber caminado por el desierto, derrumbado y abatido por él y por el desprecio con que el
pueblo trata a Dios. Y entonces, Dios no solo le consuela sino que le pide algo que solemos hacer bien
poco: desanda el camino recorrido, vuelve por donde has llegado hasta aquí. ¿Verdad que lo hacemos
poco?
Esta actitud pide de nosotros mucha abnegación, mucho negarnos a nosotros mismos. O en palabras de
Mateo en el evangelio de hoy: mucho de ser valientes para dejar fuera aquello que no nos está llevando
a Dios. Es decir, ¿a quién no le va a costar arrancarse el ojo derecho o la mano?, ¿a quién no le cuesta
prescindir de voces que nos guían y nos enseñan a mirar o formas de hacer las cosas o…? Solemos
intentar caminos intermedios, evaluamos, probamos otras direcciones… pero que pocas veces volvemos
por donde hemos venido, desandamos lo andado y reconocemos que quizá, Dios nos pida otra cosa.
Como en un cruce de caminos. Una vez que has tomado el camino equivocado y te das cuenta, o
renuncias a ti y vuelves atrás para llegar a esa misma encrucijada o estarás dando vueltas, haciendo
kilómetros y kilómetros, cansándote tú y cansando a los demás. Pero sin llegar al cruce de caminos
donde volver a escuchar a Dios y a elegir lo que él elija.
C.R.