Solemnidad. La Ascensión del Señor, Ciclo A.
Seréis mis testigos
La Palabra: “Haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he
mandado” (evangelio).
Ascension1. Los primeros cristianos proclamaron la resurrección de Jesús, porque él
mismo, que vivió con ellos en Palestina y que murió en la cruz, irrumpió lleno de
vida y por la fe gustaron su presencia. La fe o encuentro con el Resucitado fue
madurando gracias al Espíritu. Los cuarenta días significan el tiempo de maduración
en que la Iglesia se fragua como cuerpo visible de Jesucristo: “seréis mis testigos”.
La Ascensión es una forma de expresar la resurrección pues, según la visión del
mundo que tenían quienes escribieron los evangelios, el universo se dividía en tres
niveles: la tierra, lo que estaba debajo, y el cielo era como el lugar de lo divino.
Que Jesús ascendió a los cielos quiere decir que ya entró definitivamente en la
plenitud de vida sin muerte.
2. Durante los últimos siglos, los seres humanos venimos tomando conciencia de
que este mundo está en nuestras manos, y debemos transformarlo para que todos
podamos tener una vida más feliz. Pero a medida que avanzamos en el dominio del
mundo, corremos el peligro de creernos dioses, dueños absolutos y de olvidar que
somos criaturas. Apartamos los ojos del cielo y quedamos encorvados sobre la
tierra. En esta actitud nos agarra la fiebre posesiva que siembra la injusticia y
desfigura el rostro humano de nuestra sociedad. La Ascensión es una llamada
saludable para que todos salgamos de nuestro egocentrismo y tratemos de
construir una sociedad más justa y fraterna.
3. El Resucitado vive en la Iglesia y encarga a sus seguidores que difundan el
evangelio bautizando “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. La
experiencia fundamental de Jesús, la inspiración que dio sentido a su práctica
existencial, fue la cercanía de Dios como Padre o ternura infinita, y la fuerza del
Espíritu que siempre lo acompañó para vivir como Hijo. Esa misma experiencia,
proporcionalmente, debemos vivirla los cristianos, si queremos ser fieles a nuestro
bautismo, profesión pública de la fe cristiana: Dios nos ama a todos y a cada uno;
todos somos originados y sostenidos por la fuerza del Espíritu que nos da vida, y
todos somos invitados a vivir como hermanos en el amor con que Dios mismo nos
sostiene, no buscando egoístamente nuestra seguridad y utilizando
irreverentemente a los otros, sino apasionados para que todos puedan vivir con la
dignidad de personas humanas.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net