XI Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Lunes
Lecturas bíblicas
a.- 1Re. 21, 1-19: Nabot ha muerto apedreado.
b.- Mt. 5, 38-42: Rechazo de la venganza efectiva y el deseo de la misma.
El evangelio nos presenta la Ley del Talión que reguló la vida de Israel y de otros
pueblos primitivos como ellos (cfr. Lev. 24, 19-20), cuando la venganza parecía no
tener límites. En el tiempo de Jesús, ya se cambiaban las penas por multas en pago
de dinero. Esta ley se basaba en el principio de retribución, es decir, podía hacer, el
agraviado lo mismo que le había hecho su agresor. Se trata de vida por vida, ojo
por ojo, diente por diente; puedes cobrarte la venganza pagando con la misma
moneda (cfr. Ex.21,23-25). Sentimiento muy arraigado en el corazón humano.
Jesús, invalida este principio, es más, sus discípulos no deben buscar la venganza.
Rechaza la venganza en sí misma, como el deseo de la misma, hasta renunciar a la
justicia vindicativa y toda violencia activa, incluso como autodefensa. Es lo más
duro de la doctrina de Cristo para sus discípulos. Pone cuatro situaciones a modo de
ejemplo: la bofetada, el pleito, requerimiento y préstamo. Situaciones paradójicas
que no hay que tomar en forma literal, sino rescatar el espíritu de perdón,
reconciliación y fraternidad. Paradojalmente, es el mismo Jesús que pide
explicaciones cuando es herido y es humillado (cfr.Jn.18,23); busca como
defenderse con una espada (cfr. Lc. 22,49); más tarde Pablo, recurre a su calidad
de ciudadano romano cuando es apresado (cfr. Mc. 14,18; Jn. 18, 23; Lc. 22, 33;
Hch. 22, 25). Evangelio sublime, pero ciertamente incómodo para nuestro egoísmo
y mezquindad. Porque Jesús conoce el corazón humano, es que propone este
camino de liberación de la violencia para afianzarnos en el amor, en su fuerza
activa de perdón. Jesús, propicia los derechos humanos pero por sobre lo
estrictamente jurídico coloca el amor; no propone la resignación sino la no violencia
activa del amor; no propone cualquier tipo de pasividad y silencio ante la injusticia,
sino que busca la humanización de la justicia y la fraternidad. Son necesarios
hombres de fe y amor, amantes de sus enemigos, dispuestos a dar la vida, como
muchos hoy, por los derechos de sus hermanos, aunque les cueste la vida. Sufrir la
injusticia, no quita que ésta sea denunciada en forma profética. Cristo sufrió la
mayor de las injusticias, ser contado como un criminal, y sin embargo, por su
misterio pascual y el don del Espíritu Santo a sus discípulos, nos transforma en
hombres y mujeres nuevos, capaces de perdonar, hacer el bien y orar hasta por el
enemigo. Se trata de amar, como Cristo Jesús hasta el final, amor que hace creíble
el evangelio, porque seduce al hombre que lo vive íntegramente y también lo hace
creíble.
S. Teresa de Jesús, nos invita a revisar nuestra oración en clave de reconciliación
con el prójimo: “Cuando… un alma en la oración…no sale muy determinada… de
perdonar cualquier injuria… no fie mucho de su oración” (CV 36,8).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD