Homilía y sugerencia para la procesión del Corpus Christi
Corpus Christi
Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo
Tras el tiempo fuerte del año litúrgico, que centrándose en la Pascua se extiende
durante tres meses -primero los cuarenta días de la Cuaresma, después los
cincuenta días del Tiempo Pascual-, la liturgia nos permite celebrar tres fiestas que
tienen un carácter “sintético”: la Santísima Trinidad, el Corpus Christi, y por último
el Sagrado Corazón de Jesús. El Misterio de hoy, del Corpus, es un misterio, que se
ofrece a la adoración y a la meditación: el Santísimo Sacramento será llevado en
procesión por este santuario y por sus pórticos, para manifestar que Cristo
resucitado camina en medio de nosotros y nos guía hacia el Reino de los Cielos.
El hombre, durante su peregrinar en la tierra, es un ser radical y espiritualmente
hambriento (primera lectura). Y Dios en la Eucaristía vino a satisfacer esa hambre
interior humana (evangelio). Al comer la Eucaristía, no sólo alimentamos nuestra
alma, sino que formamos un solo cuerpo con Cristo (segunda lectura).
Muchos kilómetros tenemos que recorrer en esta tierra hasta llegar a la eternidad.
Tenemos que llevar suficientes provisiones en nuestra alforja, si no, desfallecemos
irremediablemente en el camino. Si hay algo que no debe faltar es el Pan de la
Eucaristía, sin el cual no tendríamos fuerza para avanzar y cantar, y moriríamos de
hambre. Durante nuestra travesía somos seducidos por tantos restaurantes que
vemos a izquierda e a derecha, tentándonos y ofreciéndonos un menú suculento
que satisface nuestro vientre y nuestros sentidos.
Dios sabiendo de nuestra hambre radical, nos prepara un banquete para nuestra
alma con el Cuerpo y la Sangre de su Hijo. Este Pan es remedio de inmortalidad,
como dice san Ignacio de Antioquía, es decir, es el Pan que nos garantiza la
resurrección, incluso de nuestro cuerpo. Pero también este Pan en este día del
Corpus Christi es pan no sólo para ser comido en el banquete de la misa, sino
también para ser contemplado y adorado. Por eso, paseamos por las calles de los
pueblos y ciudades, asentado en la custodia, ese Pan consagrado que es Cristo. Lo
vemos, contemplamos, adoramos y cantamos con gozo. Es la presencia de Cristo
ofrecida para aliento en nuestras tristezas, y para que también nosotros nos
convirtamos en pan fresco para nuestros hermanos; pan que se parte, se reparte y
se comparte; y así nuestros hermanos tengan vida y nadie muera de hambre.
En la secuencia, compuesta por santo Tomás de Aquino, cantamos hoy: Este Pan
“lo comen buenos y malos, con provecho diferente; para unos es vida; para otros,
muerte ”. Para comer este Pan con dignidad y respeto, nuestra alma tiene que estar
limpia, nuestro corazón adecentado. No podemos tirar este Pan de los ángeles a los
perros de nuestras pasiones. Es para los hijos que se acercan al banquete con el
traje de gala de la gracia y amistad con Dios. Para san Agustín de Hipona, la
Eucaristía tiene como finalidad última la unión de los cristianos con Cristo y entre sí.
Es lo que san Pablo en la segunda lectura de hoy nos dice: “formamos un solo
cuerpo, porque todos comemos del mismo pan” . La Eucaristía es el medio
privilegiado para edificar la Iglesia. Por eso podemos decir con san Agustín que la
Eucaristía es “sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad” .
Como cada año, al final de la santa misa, se desarrollará la tradicional procesión
eucarística y elevaremos, con las oraciones y los cantos, una imploración conjunta
al Señor presente en la Hostia consagrada. Le diremos en nombre de toda la
ciudad: ¡Quédate con nosotros Jesús, entrégate a nosotros y danos el pan que nos
alimenta para la vida eterna! Libera a este mundo del veneno del mal, de la
violencia y del odio que contamina las conciencias, purifícalo con la potencia de tu
amor misericordioso. Y tú, María, que has sido mujer “eucarística” durante toda tu
vida, ayúdanos a caminar unidos hacia la meta celestial, alimentados por el Cuerpo
y la Sangre de Cristo, pan de vida eterna y remedio de la inmortalidad divina.
SUGERENCIA PARA EL DESARROLLO D ELA PROCESIÓN
PRIMERA ESTACIÓN
Del Evangelio según san Juan (6, 52-60)
Discutían, pues, los judíos entre ellos diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer
su carne? Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del
Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come
mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come
mi carne y bebe mi sangre permanece en mi y yo en él. Como el Padre que me
envió vive y yo vivo por el Padre, así, aquél que me come vivirá por mí. Este es el
pan que ha bajado del Cielo, no como el que comieron los padres y murieron: quien
come este pan vivirá eternamente.
Consideración:
El Catecismo (1391) enseña que “La vida en Cristo encuentra su fundamento en el
banquete eucarístico: “Lo mismo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo
por el Padre, también el que me coma vivirá por mí” (Jn 6,57): «Cuando en las
fiestas [del Señor] los fieles reciben el Cuerpo del Hijo, proclaman unos a otros la
Buena Nueva, se nos han dado las arras de la vida, como cuando el ángel dijo a
María [de Magdala]: “¡Cristo ha resucitado!” He aquí que ahora también la vida y la
resurrección son comunicadas a quien recibe a Cristo» (Fanqîth, Breviarium iuxta
ritum Ecclesiae Antiochenae Syrorum, v. 1).
Padre Nuestro. Ave María, Gloria.
Canto
SEGUNDA ESTACIÓN
Lectura de la 1 Cor (11,27-29)
Así, pues, quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, será reo del
cuerpo y de la sangre del Señor. Examínese, pues, el hombre a sí mismo, y
entonces coma del pan y beba del cáliz: pues el que come y bebe sin discernir el
Cuerpo, come y bebe su propia condenación.
Palabra de Dios
Consideración:
El Catecismo de la Iglesia Católica dice (1415) El que quiere recibir a Cristo en la
Comunión eucarística debe hallarse en estado de gracia. Si uno tiene conciencia de
haber pecado mortalmente no debe acercarse a la Eucaristía sin haber recibido
previamente la absolución en el sacramento de la Penitencia.
Padre Nuestro. Ave María, Gloria.
Canto
TERCERA ESTACIÓN
Lectura de 1 Co 10,16-17
“El cáliz de bendici￳n que bendecimos ¿no es acaso comuni￳n con la sangre de
Cristo? y el pan que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aun
siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un
solo pan”
Consideración
El catecismo de la Iglesia en 1396 dice que “ La Eucaristía hace la Iglesia . Los que
reciben la Eucaristía se unen más estrechamente a Cristo. Por ello mismo, Cristo los
une a todos los fieles en un solo cuerpo: la Iglesia. La comunión renueva, fortifica,
profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo. En el
Bautismo fuimos llamados a no formar más que un solo cuerpo (cf 1 Co 12,13). La
Eucaristía realiza esta llamada:
“Si vosotros mismos sois Cuerpo y miembros de Cristo, sois el sacramento que es
puesto sobre la mesa del Señor, y recibís este sacramento vuestro. Respondéis
“Amén” [es decir, "sí", "es verdad"] a lo que recibís, con lo que, respondiendo, lo
reafirmáis. Oyes decir “el Cuerpo de Cristo”, y respondes “amén”. Por lo tanto, sé
tú verdadero miembro de Cristo para que tu “amén” sea también verdadero” (San
Agustín, Sermo 272).
Padre Nuestro. Ave María, Gloria.
Canto
CUATA ESTACIÓN
Del santo evangelio según san Juan (Jn 17,21-26)
No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra,
creerán en mí. Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que
también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos
uno -yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca
que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste.
Consideración
El Catecismo de la Iglesia (1397) dice: “Has gustado la sangre del Se￱or y no
reconoces a tu hermano. [...] Deshonras esta mesa, no juzgando digno de
compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno [...] de participar en esta mesa.
Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aún así, no te
has hecho más misericordioso (S. Juan Crisóstomo, hom. in 1 Co 27,4). Cuanto
más dolorosamente se hacen sentir las divisiones de la Iglesia que rompen la
participación común en la mesa del Señor, tanto más apremiantes son las oraciones
al Señor para que lleguen los días de la unidad completa de todos los que creen en
Él.
Padre Nuestro. Ave María, Gloria.
Canto
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)