Solemnidad. El Cuerpo y Sangre de Cristo, Ciclo A. )
Sociedad de San Vicente de Paúl en España.
«La Comunión sostiene el esfuerzo, asegurando la perseverancia en la vida
cristiana, que nos impulsa a asemejarnos, aquí, a Jesucristo, con quien, en esta
tierra y en la Eternidad, debemos vivir. Una marca infalible de una Comunión bien
hecha, es estas ganas de trabajar con esfuerza para parecernos más a Jesucristo,
en nuestras conversaciones y nuestras costumbres.» (SVdeP)
Muchos pueblos y ciudades dedican sus celebraciones, con sus tradiciones y
costumbres, a la Eucaristía. Los pueblos se reúnen en torno a la mesa del Señor
para compartir con todos, esa misma mesa de salvación. Ese es el sentido de la
Eucaristía.
El libro del Deuteronomio hace un recordatorio del acontecer liberador por parte de
Dios, al sacar de Egipto al pueblo de Israel. El Señor exhorta al pueblo a volver
hacia Él, recordándole lo grande que ha sido con ellos durante cuarenta años de
caminar por el desierto. Bajo pruebas y aflicciones se ha acrisolado la fe del pueblo;
por eso, Dios no los ha abandonado: “Te alimenté con el maná que tu no conocías
ni conocieron tus padres”. Hacer reconocer al pueblo que, “no sólo de pan vive el
hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Ha sido una experiencia
fuerte del pueblo de Israel con Dios en el desierto, ya que supo leer con ojos de fe,
el acontecimiento liberador. La invitación orienta a no olvidarse del Señor en los
momentos de gozo y alegría, en vez de acordarse de Él, sólo en los momentos de
dificultad y tribulación. El pueblo sintió el acompañamiento de Dios a pesar de las
dificultades y conflictos que pasaron durante esos cuarenta largos años por el
desierto.
La segunda lectura nos presenta a Pablo, que afirma que el centro de nuestra fe
como cristianos es la Sagrada Eucaristía. Para el Apóstol, la celebración eucarística
representa la presencia misma de Jesucristo vivo y resucitado en medio de la
comunidad: “La copa que bendecimos, ¿no es la sangre de Cristo?, el pan que
partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?” La Eucaristía es el centro de
nuestra fe, mientras hagamos lo que Él nos manda, mientras vivamos en misión
permanente proclamando el amor de Dios, testimoniando la presencia viva y real
de Cristo resucitado. La Eucaristía es el encuentro con los hermanos para celebrar
la vida, para compartir las experiencias, para partir y repartir el Pan de Vida: Jesús.
El Evangelista Juan, presenta a Jesús como “el Pan vivo bajado del cielo; quien
coma de este Pan, vivirá para siempre”. Es la realidad de la presencia viva de Cristo
en medio de la comunidad. Jesús es el Pan de vida porque se entregó por entero
para dar vida y darla en abundancia. El testimonio de vida del Maestro es la
motivación primera para el cristiano. Así como Dios alimentó al pueblo de Israel con
el maná caído del cielo, así Cristo nos sigue alimentando hoy, a nosotros, con su
Cuerpo y con su Sangre. Jesús, con su Cuerpo, que es el Pan que produce vida
eterna, y con su Sangre, derramada por la alianza realizada entre Dios y la
humanidad, genera vida para todos.
La Eucaristía es la celebración por excelencia del cristiano, porque en ella la
comunidad proclama la Palabra, la medita, la comenta. Comer el pan y beber el
vino son actos inseparables, es decir, que no se puede aceptar la vida de Jesús, sin
aceptar también su entrega hasta el fin, y que el compromiso de quien sigue a
Jesús, incluye una entrega como la suya. Por medio de la Sagrada Comunión,
dejamos a Dios ser realmente Dios en nuestras vidas particulares. De lo contrario,
la celebración Eucarística será una celebración sacramental más, sin sentido para
nuestra vida a la que sólo se asiste por cumplir con el precepto religioso enseñado
por nuestros padres. Pablo, afirma muy duramente: “quien come y bebe el Cuerpo
y la Sangre del Señor indignamente, se come y bebe su propia condenación (1ª.
Cor 11, 27-29).
«La persona que hace una buena Comunión, hace todo bien, pues está llena de
Dios. Entonces, no hará sus acciones, sino Jesucristo; servirá a los enfermos con la
CARIDAD de Jesucristo; soportará las contradicciones con la PACIENCIA de
Jesucristo… todas sus acciones, ya no serán las de una pura criatura, sino las de
Jesucristo… el Padre Eterno mira a su hijo en esta persona; mira todas las acciones
de esta persona, como las de su propio hijo… ¡Qué Gracia más grande, la de estar
seguro de ser mirado por Dios, considerado por Dios, amado por Dios» (SVdeP) .
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