Pautas para la homilía
Solemnidad. San Pedro y San Pablo, apóstoles (29 de Junio)
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna
La misión de la Iglesia
Celebrar hoy la fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo en España es hacerse una
pregunta por la salud actual de la fe católica en España. Los otros han realizado
bien su oficio de secularizar a España. Y nosotros ¿en qué nos hemos equivocado?
Siendo conscientes que somos un pueblo herido en su fe, ¿qué tiene que hacer la
Iglesia en España? ¿Nos conformaremos con ser un grupo cada vez más pequeño o
nos lanzaremos otra vez con el poder de la palabra y la unción del Espíritu Santo a
la evangelización de España? Sigamos los ejemplos de San Isidoro de Sevilla, Santo
Domingo de Guzmán, San Ignacio de Loyola, y los evangelizadores de América y
Asia.
Ésta es hoy la palabra de vida: la misión de la Iglesia es evangelizar, hacer
discípulos y perdonar los pecados, para que el encuentro con Cristo sea el
encuentro con la vida eterna. Pero no se evangeliza con nuestros proyectos
pastorales, sino sobre todo con la fuerza de la palabra, pues el que se conforma con
jugar con los problemas o sentimientos de las personas podrá ser admirado, pero
nunca imitado. Es tiempo, pues, de oración para no sucumbir ante los problemas y
poder dar la vida de Jesucristo. El cristiano vive siempre en la tierra mirando el
cielo, pues el que no espera la vida del más allá siempre lucha por una buena vida
acá. En fin, si estamos llamados a evangelizar y a celebrar, necesitamos rezar,
porque la palabra, que transmite la vida eterna, nace siempre de la contemplación
y del ejemplo de la propia vida.
Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.
En la primera lectura, Misa de la Vigilia , tomada de los Hechos de los Apóstoles,
3, 1-10 , nos sorprende la respuesta de Pedro y Juan al pobre paralítico, cuando
entraban para rezar en el Templo la oración de la tarde: “No tengo plata ni oro,
pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y
anda” (Hech. 3, 6) . Sepamos que estamos obligados a dar a los hombres algo más
que palabras; hemos sido enviados a dar a Jesucristo y su vida, que es salvación.
En la Misa del día , se proclaman Hechos de los Apóstoles, 12, 1-11 , mostrando el
poder de la Iglesia en oración incesante por Pedro encarcelado. “Ahora sé
realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos
de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos” (Hech 12, 11) .
Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.
La predicación es fruto de la contemplación
En la segunda lectura, Misa de la Vigilia , se proclama Gálatas 1, 11-20 , donde
Pablo, aludiendo a su conversión, dice que la predicación la aprendió, no de
hombres, sino por revelación divina. Con razón, la predicación es fruto de la
contemplación, pues el poder de la palabra no es la razón, sino la gracia de Dios.
En la Misa del día , Pablo, mirando lo que ha sido su vida, combatir manteniendo la
fe, confiesa su confianza en que el Señor le hará justicia y le librará de todo mal,
llevándole a la salvación de la vida eterna.
La vida cristiana es vida de amor
En el Evangelio, Misa de la Vigilia , la liturgia nos ofrece las tres famosas
preguntas de Cristo a Pedro, ¿me amas? ¿Son tres preguntas en relación con las
tres negaciones o en relación con el dar la vida por las ovejas que es lo propio del
pastor que glorifica a Dios? Pedro, preocupado, dice: “Señor, tú lo sabes todo, tú
sabes que te amo” . La vida cristiana es sobre todo vida de amor, que nace de la
fe, o seguimiento de Cristo con la cruz, pues no hay otro modo de seguir a Jesús.
En la Misa del día , el evangelio nos presenta la pregunta decisiva sobre quién es
Jesús y la confesión de Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” . Y
entonces Cristo le declara: “bienaventurado eres tú, porque esto no te lo ha
revelado la carne, sino mi Padre que está en los cielos” , y le promete que
sobre él edificará su Iglesia, dándole las llaves para que lo que ate en la tierra
quede atado en el cielo y lo que desate en la tierra quede desatado en el cielo.
Fr. Pedro Fernández RodríguezConveto Santa
María Maggiore (Roma)
Con permiso de: dominicos.org