SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES
(Hechos 12:1-11; II Timoteo 4:6-8.17-18; Mateo 16:13-19)
Lionel Messi de Argentina y Neymar de Brasil son dos de los mejores jugadores
en la competición de Copa Mundial. Si la selección de sus países va a ganar el
trofeo, será por la brillantez de su actuación. Los dos se juntan fuerzas para el
equipo de FC Barcelona cuando no toman parte en partidos internacionales. No
cabe duda que hacen Barcelona como un equipo bien formidable. Hoy
celebramos a dos santos del mismo equipo cuya fama se extiende mucho más
que la de Messi y Neymar.
San Pedro y San Pablo fueron personas de distintos orígenes pero con una
cualidad común – su amor a Cristo. Pedro vino de la clase trabajadora. No hay
razón de pensar que estudiara mucho. Sin embargo, evidentemente tuvo una
lengua de oro. Animado por el Espíritu Santo, su sermón en el día de
Pentecostés según los Hechos de los Apóstoles convirtió a tres mil hombres.
Pablo, en contraste, fue un hombre bien culto pero tuvo dificultad en predicar.
“¿Que mi oratorio deja mucho que desear?”-- pregunta Pablo en la segunda
carta a los Corintios – “Tal vez; pero no mi conocimiento…” (I Cor 11,6).
Pablo, nativo de Tarso, una colonia romana, era ciudadano del imperio. Puede
ser por esta razón amonestó a los cristianos que obedecieran al emperador.
Cargó a los romanos en su famosa carta que se sometieran a las autoridades
públicas. Al otro lado Pedro hizo la reserva necesaria a ese dictamen cuando
proclamó al Sanedrín, el consejo supremo de los judíos: “Hay que obedecer a
Dios antes de que a los hombres” (Hechos 5,29). Ciertamente Pablo se probó a
sí mismo de acuerdo con Pedro por preferir el martirio a dar culto a los dioses
paganos como el imperio romano mandaba.
Ahora la Iglesia en muchas partes se encuentra en una lucha con la sociedad
sobre la cuestión de quien merece la lealtad – las autoridades o Dios. En los
Estados Unidos el gobierno desea que las diócesis y también a las entidades
privadas provean servicios para sus empleados que creen malos. Precisamente
el gobierno ha mandato que los empleadores compren seguros que proveen a
las mujeres con anticonceptivos incluso los tipos que causen abortos. En un
nivel más común la sociedad está apresurando a todos nosotros que
conformemos con sus normas cada vez más hedonista. Hace poco el director de
una empresa cibernética tuvo que renunciar a su puesto por haber expresado su
opinión en contra del “matrimonio gay”. Igualmente preocupante, los medios de
comunicación, a veces en conjunto con las instituciones académicas, entregan a
los jóvenes un mensaje inmoral. Indican en diferentes maneras que está bien
tener la intimidad sexual fuera del matrimonio con tal que se use un
preservativo para evitar embarazos.
Para despertar a los católicos de la amenaza del gobierno en los asuntos
religiosos los obispos americanos han lanzado “quince días por la libertad”.
Quieren que nos demos cuenta de que el gobierno está minando un principio
constitucional cuando fuerza una institución o un individuo a hacer algo en
contra de su conciencia. Los jerarcas saben que adherir a los principios morales
y católicos no disminuye la lealtad cívica sino la apoya. En esto los obispos
tienen a figura no menos importante que George Washington como testigo en su
defensa. Al despedirse de la presidencia, George Washington escribió a la
nación: “Entre todas las disposiciones y hábitos que conducen a la prosperidad
política, la religión y la moralidad son apoyos indispensables”.
Se dice que yin y yang son fuerzas aparentemente contrarias pero en realidad
complementan uno y otro. Al tener el yin sin el yang será incompleto,
deficiente. Sería como tener a Pedro sin Pablo o a Pablo sin Pedro en la Iglesia
primitiva. Se necesitan los dos para cumplir la historia. La Iglesia es tanto
trabajadora como culta, tanto predicadora como escritora, leal a las autoridades
públicas pero sobre todo leal a Dios. Que seamos todos nosotros así: leales a
las autoridades pero sobre todo a Dios.
Padre Carmelo Mele, O.P.