Solemnidad. San Pedro y San Pablo, apóstoles (29 de Junio)
Misa del día
Lecturas bíblicas
a.- Hch. 12,1-11: El Señor me ha librado de las manos de Herodes.
La persecución se ha desatado contra la Iglesia llevada a cabo por Herodes Agripa,
deseoso de agradar a sus súbditos judíos, atacó la nueva secta que se había
separado del judaísmo. La liberación del apóstol Pedro, de las manos de Herodes, el
milagro era lo único que podía salvarle la vida, es una gracia magnífica que
presenta el poder de Dios en los momentos de aflicción; Pedro es liberado de la
muerte por el ángel del Señor, no había llegado su hora, debía seguir dando
testimonio del evangelio (vv.1-4). En un segundo momento, Lucas quiere resaltar
la magnitud de este milagro, cuando los propios cristianos no daban crédito a la
noticia de la liberación de Pedro; mientras tanto la Iglesia oraba insistentemente
por él. Este prodigio de verse libre es fruto de la oración de la Iglesia por Pedro, es
decir, los hermanos oraron por él, y el Señor escuchó esta plegaria incesante y el
prodigio se realizó. Sólo la intervención de Dios pudo librar a Pedro de una muerte
segura, con lo que Lucas deja en claro que el relato del martirio de Santiago está al
servicio de lo que nos narra sobre Pedro, acentúa la gravedad del momento que
vive la Iglesia. La muerte de Herodes Agripa (cfr. Hch.12,20-23), también es
narrada para ratificar cómo Dios actuó con él por su comportamiento con la Iglesia
de Cristo. La liberación de Pedro es testimonio del poder de Dios, pero además del
favor que prestaba a los cristianos. Esta liberación tiene dos momentos. La acción
del ángel del Señor (vv.7-8), y la toma de conciencia de Pedro de lo ocurrido
(vv.9-10). En la primera parte encontramos que el ángel manda a Pedro despertar,
levantarse a prisa, cayeron inmediatamente las cadenas de sus manos, ceñirse y
calzarse, echarse el manto y seguirle. De no ser por el ángel, Pedro hubiera
dormido toda la noche, está pasivo, cuando despierta se limita a obedecer, con lo
que Lucas, nos señala que la acción de liberarlo es completamente de Dios, no es
obra suya. En la segunda parte, una vez en la calle Pedro y el ángel, las puertas se
habían abierto a su paso, el mensajero celestial desaparece, y Pedro vuelve en sí:
“Ahora me doy cuenta realmente de que el Señor ha enviado su ángel y me ha
arrancado de las manos de Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo de los
judíos.” (v.11). La oración de la Iglesia en muchas oportunidades, será la fuerza de
los sucesores de Pedro, que podrán ver cómo la asistencia del Espíritu Santo sopla
fuerte en la comunidad reunida entorno al Papa. Su oración es todo un
reconocimiento de la acción de Dios por su pueblo y pastor.
b.- 2Tim. 4, 6-8.17-18: Pablo espera la corona de justicia.
La situación de Pablo no es muy diferente a la de Pedro, está en la cárcel pero al
final de su vida, a punto de ser ofrecido en libación, es decir, dispuesto a sufrir el
martirio. Pablo se presenta como un hombre anciano, cercano a la muerte, pero
contento con su vida, esperando un veredicto favorable de parte de Dios. Ha
conservado la fe, ha llegado a la meta y ahora espera la corona de justicia que
tiene bien merecida por todos los trabajos que ha sufrido por el Evangelio. Todo ello
ha de ser motivo más para cumplir con fidelidad el ministerio recibido, tanto más
cuanto el premio, la corona de justicia (v.8), no es sólo para Pablo, sino para todos
quienes cumplen bien su labor (cfr. Flp.3,12-14). De trasfondo tenemos la imagen
del camino que se convierte en carrera, lucha por alcanzar la meta, con su corona
de vencedor. Todo el testimonio de Pablo queda resumida en sus últimas palabras:
“En mi primera defensa nadie me asisti￳, antes bien todos me desampararon. Que
no se les tome en cuenta. Pero el Señor me asistió y me dio fuerzas para que, por
mi medio, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todos los gentiles. Y
fui librado de la boca del león. El Señor me librará de toda obra mala y me salvará
guardándome para su Reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.” (vv. 16-18).
c.- Mt. 16, 13-19: Tú eres Pedro y te daré las llaves del reino de los cielos.
El evangelio establece que para el nuevo Israel, es necesario tener certezas sobre
la persona, mensaje y destino de Jesús. ¿Qué es lo que ve el pueblo en la persona
del joven rabino de Nazaret? (cfr. Mc. 8, 27-30; Lc. 9, 18-21). Ve en ÉL un
personaje importante como Juan Bautista, Elías, el profeta, el Precursor que tenía
que venir (cfr. Mal. 3,23); o Jeremías, el profeta que luchó para que el pueblo
depositara en Yahvé su confianza, y no en alianzas políticas. Pero hay una realidad
que no han descubierto: es el Mesías. Será Pedro quien descubra su identidad de
Mesías e Hijo de Dios, fruto de fuertes experiencias vividas por él (cfr. Mt. 14, 33).
La respuesta de Jesús es una bienaventuranza, por revelar su verdadera condición
de Hijo de Dios, una bendición que lo conduce a la plenitud del R eino, porque esta
confesi￳n, no es fruto de la carne ni de la sangre, sino de “mi Padre que está en los
cielos” (v. 17). Reconoce su revelaci￳n, y le anuncia su nuevo rol en su Iglesia: le
cambia el nombre por Kefhá, Piedra, lo que supone cambio de misión, nombre que
Mateo le da desde el comienzo de su evangelio (Mt. 4,18; Gál. 1,18; 2,9). Piedra,
en el lenguaje bíblico que viene a significar, Yahvé, causa última de salvación (cfr.
1Sam. 2, 2; 2Sam. 22, 2. 3. 32; Sal. 18,3; 19,15; Is. 17,10), firmeza de su
pueblo; en el NT, en cambio, se aplica a Jesucristo (cfr. Hch. 4, 11; Rom. 9, 33;
15, 20; 1Cor. 3,10; 1Pe. 2, 4-7). Sobre esta piedra, Jesús edificará su Iglesia, es
decir, los reunidos, fruto de la llamada que hace a los hombres en nombre de Dios.
El vocablo Iglesia, significa, convocados y el acto de convocar (cfr. Mt. 18,18);
Dios convoca a los hombres para formar su pueblo, para dar frutos de santidad
para el Reino de Dios (cfr. Mt. 21, 33-44). Sin embargo, su propuesta ha sido
rechazada la mayoría de las veces. Ahora realiza la última convocatoria por medio
de su Hijo, con ese fin, llamó a los Doce, símbolo del pueblo convocado, y por ello,
encomienda y capacita a Pedro, para ser piedra, firmeza, que confirme la fe de sus
hermanos, los convocados, fortaleza que le viene de Jesús y del Padre. Le da la
certeza que las puertas de su Iglesia, no serán derrotadas por el poder de la
muerte. En esta Iglesia, que nace para el servicio del Reino de Dios, Pedro tendrá
las llaves que permite ingresar y salir, además del poder de atar y desatar, de
admitir y excomulgar válidamente ante Dios, permitir y prohibir. El pasaje
evangélico, termina con el mandato de silencio por parte de Jesús, ya que título de
Mesías, hay que asumirlo, vivirlo, y antes que se especule sobre él, quiere
manifestar cómo lo va a realizar, por ello encontramos enseguida, el primer
anuncio de la pasión (Mt. 16,21-23). Con su vida entregada al servicio de los
hermanos, Pedro, confirmó su fe en Cristo muriendo mártir en la colina del
Vaticano. San Pablo a la afueras de Roma, por su condición de ciudadano romano
es decapitado cerca del puerto de Ostia. La semilla del Reino de los Cielos estaba
germinando en esa tierra regada por la sangre de estos insignes apóstoles y
mártires Pedro y Pablo. Como ellos hoy la Iglesia quiere, como pueblo de Dios,
servir a la sociedad hasta dar su vida en el campo de la misión evangelizadora. La
misma fuerza del Espíritu Santo que movió a Pedro y Pablo, mueve a la comunidad
eclesial en la tarea, no fácil, como ayer, de seguir evangelizando. Como Pedro y
Pablo necesitamos ser transformados por la gracia y el amor de Jesucristo para ser
de verdad, testigos convencidos de su fe y audaces para proclamarla hasta que
llamados hasta más allá de los confines de la Iglesia y así podamos recibir la corona
de justicia e inmarcesible gloria de manos de Aquel que nos amó entregó su vida
por nosotros. Canta Iglesia santa, la victoria de tus mejores hijos, y que tu
alabanza, sea también nuestro himno nuevo en la eternidad de los bienaventurados
(Ap.5,9).
Santa Teresa de Jesús, siempre se tuvo muy devota de los Apóstoles Pedro y Pablo,
los considera modelos de entrega de la propia vida por Cristo y la Iglesia a todos
sus hijos e hijas. “Siempre hemos visto que los que más cercanos anduvieron a
Cristo nuestro Señor fueron los de mayores trabajos: miremos los que pasó su
gloriosa Madre y los gloriosos apóstoles. ¿Cómo pensáis que pudiera sufrir San
Pablo tan grandísimos trabajos? Por él podemos ver qué efectos hacen las
verdaderas visiones y contemplación, cuando es de nuestro Señor y no imaginación
o engaño del demonio. ¿Por ventura escondióse con ellas para gozar de aquellos
regalos y no entender en otra cosa? Ya lo veis, que no tuvo día de descanso, a lo
que podemos entender, y tampoco le debía tener de noche, pues en ella ganaba lo
que había de comer. Gusto yo mucho de San Pedro cuando iba huyendo de la cárcel
y le apareci￳ nuestro Se￱or y le dijo que iba a Roma a ser crucificado otra vez…
¿Cómo quedó San Pedro de esta merced del Señor, o qué hizo? Irse luego a la
muerte; y no es poca misericordia del Se￱or hallar quien se la dé.” (7Moradas 4,5).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD