XIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Lunes
Lecturas bíblicas
a.- Gn.18, 16-33: ¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable?
b.- Mt. 8, 18-22: Sígueme. Exigencias de la vocación apostólica.
Dos breves relatos vocacionales, mientras Jesús predica a la muchedumbre. El
escriba (vv.18-20), como el cristiano debe aprender las condiciones del seguimiento
de Cristo, qué entraña el compromiso, conocer el futuro a conlleva ese
seguimiento, en definitiva, ¿quién es la persona a la que entrega la vida? “El Hijo
del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (v. 20); esta frase y título proviene
de Daniel (Dn. 7,13) y quiere significar el Hijo que ha de venir en su gloria para
juzgar a los hombres, es el ser doliente, el Siervo y finalmente Jesús se auto-aplica
este título mesiánico. El Hijo del Hombre no tiene nada porque su misión es
preparar el nuevo pueblo de Dios, el reino de los santos del Altísimo (cfr. Dn. 7,18),
que tiene que sufrir mucho, morir pero resucitará. La segunda vocación, primero
quiere ir a enterrar a su padre, Jesús le responde: “Sígueme, y deja que los
muertos entierren a sus muertos” (v. 22). Uno de los deberes más sagrados de los
judíos era enterrar a sus padres, por otra parte, sabemos que Jesús defendió la
recta interpretación del cuarto mandamiento, cuando en la práctica algunos
declaraban korbán sus bienes, es decir, ofrenda al templo, y no ayudaban a sus
padres en la vejez (cfr. Mc.7,10ss). ¿Cómo entender esta sentencia? Sólo desde la
radicalidad evangélica de quien opta por Cristo y el Reino de Dios, es decir, que
todo queda supeditado al sí dado a Dios. Si miramos la vida de Jesús es una
continua aceptación de la voluntad del Padre, es el Santo, por excelencia, el Sumo
sacerdote de la nueva y eterna alianza (cfr. Heb. 2, 17; 4, 14-15; 7, 26ss; Lev. 21,
11; Núm. 6, 6-7). Él vino a vencer a la muerte y al pecado; logró la victoria con su
muerte y resurrección, es la vida del creyente. Entonces, podemos preguntarnos:
¿Quiénes son los muertos de que habla la sentencia? Todos aquellos que
permanecen en la muerte, en cambio, el creyente ha pasado de la muerte a la vida,
ellos al rechazar a Jesucristo y su salvación, se excluyen de la misma, se sumergen
en la muerte eterna. Seguir a Jesús es caminar hacia la vida, el discipulado es vida,
porque tiene palabras de vida eterna, más aún ÉL es la vida misma de Dios.
Santa Teresa de Jesús, sabía descubrir vocaciones para la reforma de la Orden
Carmelitana que inició con un nuevo estilo. “En cuanto a lo exterior, ya se ve cuán
apartadas del todo nos quiere el Señor a las que aquí nos ha llamado, para
acercarnos a El más sin estorbos. ¡Oh, hermanas!, entended, por amor de Dios, la
gran merced que el Señor ha hecho a las que trajo aquí, y que cada una lo piense
bien, pues de solas doce quiso Su Majestad que fuerais una. ¡Y cuántas mejores
que yo, sé que vendrían aquí de buena gana, y me trajo el Señor a mí, habiéndolo
merecido tan mal!” (Camino 8, 2).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD