Solemnidad de San Pedro y san Pablo
He 3, 1-10; Gál 1, 11-20; Jn 21, 15-19
Esta es una gran fiesta para la Iglesia Universal, porque todo el Pueblo de Dios es
deudor de ellos por el don de su fe.
Hoy, 29 de junio, es la fiesta solemne de los Santos Pedro y Pablo. Esta es una
gran fiesta para la Iglesia Universal, porque todo el Pueblo de Dios es deudor de
ellos por el don de su fe. En una de sus homilías a la comunidad de Roma, el Papa
san León Magno afirmó: “Estos son tus padres y verdaderos pastores, que te
fundaron para que te insertaras en el reino celestial” ( Sermo I in Nat. App Petri et
Pauli, c I: PL 54, 422). Esta fiesta nos remonta a los orígenes del cristianismo y al
inicio de la predicación de los que recibieron la tradición más original de Jesús de
Nazaret. Ellos son las primeras columnas de la Iglesia fundada por Cristo.
Pedro fue el primero en confesar que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Pablo
difundió este anuncio en el mundo greco-romano. Y la Providencia quiso que los dos
llegaran a Roma y que aquí derramaran su sangre por la fe. Por esta razón la
Iglesia de Roma se convirtió, inmediata y espontáneamente, en el punto de
referencia para todas las Iglesias esparcidas en el mundo. ¡No por el poder del
Imperio, sino por la fuerza del martirio, del testimonio dado a Cristo! En el fondo,
es siempre y sólo el amor de Cristo el que genera la fe y el que impulsa hacia
adelante a la Iglesia (Francisco).
Pensemos en Pedro. Cuando confesó su fe en Jesús, no lo hizo por sus capacidades
humanas, sino porque había sido conquistado por la gracia que Jesús esparcía, por
el amor que sentía en sus palabras y que veía en sus gestos: ¡Jesús era el amor de
Dios en persona!
Y lo mismo le sucedió a Pablo, si bien de manera diversa. Pablo de joven era
enemigo de los cristianos, y cuando Cristo Resucitado lo llamó en el camino de
Damasco su vida fue transformada: ¡Comprendió que Jesús no estaba muerto, sino
vivo, y que lo amaba también a él, que era su enemigo! He aquí la experiencia de
la misericordia, del perdón de Dios en Jesucristo: esta es la Buena Noticia, el
Evangelio que Pedro y Pablo han experimentado en sí mismos y por el cual han
dado su vida (Ibidem).
En este camino de salvación, la comunidad cristiana, sostenida por la presencia del
Espíritu del Dios vivo, se siente animada a proseguir fuerte y serena por la senda
de la fidelidad a Cristo y del anuncio de su Evangelio a los hombres de todos los
tiempos. “La Iglesia está continuamente sometida a prueba y el mensaje que llega
siempre a ella de Pedro y Pablo es claro y elocuente: por la gracia de Dios, en toda
circunstancia le es posible al hombre convertirse en signo del victorioso poder de
Dios. Por ello no debe temer. Quien confía en Dios, liberado de todo temor,
experimenta la consoladora presencia del Espíritu, también y especialmente en los
momentos de la prueba y el dolor” (San Juan Pablo).
Esta solemnidad es una cordial invitación para renovar nuestra adhesión
incondicional al vicario de Cristo sobre la tierra, el Papa. Nuestro amor por el santo
Padre debe ser un amor práctico y realista. Un amor que se traduzca en obras y
que se puede manifestar en la lectura asidua de su magisterio y en la conformación
de nuestra mente y de nuestra vida con sus directrices. Se trata de seguir no sólo
sus órdenes, sino de escuchar y llevar adelante también sus deseos.
“¡Alabados sean Pedro y Pablo, estas dos grandes luminarias de la Iglesia! Ellos
brillan en el firmamento de la fe”. Que el ejemplo y la intercesión de los Apóstoles
nos ayude a dar un fiel y audaz testimonio del Evangelio de la salvación.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)