Pautas para la homilía
XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón
El profeta Zacarías nos habla del Señor de la paz, que elige un asno y no un
caballo, igual que luego hará Jesús en su entrada a Jerusalén. Esa elección no es
casual ya que nos aleja de la imagen de un Señor guerrero o de un rey y nos habla
de un camino recorrido desde la humildad. Se trata de un Señor humilde y pacifico,
que desde su modestia derrotara a sus enemigos y traerá la paz, no sólo a los
elegidos de Dios que en ese contexto era el pueblo judío, sino a todas las naciones
sin distinción ni de origen ni de creencias.
Esa imagen de líder pacífico se aleja de la idea del contexto violento de la época, en
la que el pueblo esperaba un Mesías libertador, primero en Egipto y luego en Asiria
y Babilonia. Esta imagen mesiánica generalizada entre el pueblo se contrapone a la
que reiteradamente anuncian los profetas, que hablan de un Mesías pacífico y justo.
(Como Isaías 11,1-6 y Miqueas 5, 1-4).
El Salmo en sintonía con la Primera Lectura es un himno de alabanza, de acción de
gracias, de reconocimiento. A la vez que se alaba la grandeza y la majestad de
Dios, se reconoce su bondad y su misericordia. Bendecir, es bien decir, y que mejor
palabra que puede salir de nuestra boca que la que ensalza la bondad y el amor de
Dios.
La segunda lectura hay que entenderla dentro de las enseñanzas de Pablo sobre el
bautismo que comenzaron el domingo anterior. El Bautismo es el sacramento que
nos hace miembros de la Iglesia, y como tales recibimos el don del Espíritu Santo.
Entrar en la Iglesia nos abre al camino de la vida. Como cristianos ya no estamos
sujetos a la temporalidad de lo material, sino abiertos a una realidad trascendente
que nos impulsa, el Espíritu. Pablo insiste en que si cultivamos lo trascendente,
estaremos sembrando vida. Lo corporal es para Pablo lo material, esas cosas que
nos limitan, nos ocupan y nos preocupan llenando nuestro tiempo e impidiendo que
nos ocupemos de los verdaderamente importante que es vivir cultivando y
trasmitiendo los dones del Espíritu.
El Evangelio actualiza la visión de Zacarías. Jesús se presenta como el Hijo de Dios,
pero no el hijo triunfal que podríamos esperar, sino un hijo humilde y sencillo. Es el
Hijo que ha recibido todo del Padre y que actúa según su voluntad. Un Mesías que
nos muestra el camino para llegar a conocer al Padre. Y ese camino se muestra a
los sencillos y humildes, porque así es el mismo Jesús, humilde y sencillo. Yo puedo
esforzarme por saber y por conocer, pero mis esfuerzos sin la gracia de Dios, sin la
fuerza del espíritu que los guíe, son estériles. Jesús nos llama a todos,
especialmente a los cansados y agobiados porque en Él, en su mensaje,
encontraremos el descanso. Cuando el texto habla del yugo que debemos cargar
está hablando metafóricamente de asumir su estilo de vida. No se trata de un yugo
pesado lleno normas limitativas como las que los fariseos imponían a los judíos,
sino de una herramienta que nos une a Él en nuestro camino, fácil de llevar, ligera,
siempre que nuestro corazón sea humilde y sencillo. Nuestras dificultades no
surgen del mensaje de Jesús, sino de nuestras propias limitaciones que nos hacen
sufrir. La traducción bíblica original de llevadero es hrestos que significa algo así
como adaptable, versátil. El Evangelio de hoy es una invitación a conocer y
aprender de la figura de Jesús, de un Jesús que nos muestra al Padre con su vida y
que nos invita a compartir, a llevar siempre con nosotros ese yugo ligero, ese estilo
de vida que nos haga crecer en el amor.
Julia Moreno y Maro Botica Julia Moreno y Maro Botica
Fraternidad Laical del Olivar (Madrid)
Con permiso de: dominicos.org