XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
MISTERIO Y CONFIDENCIAS
Padre Pedrojosé Ynaraja
Me resulta muy fácil dirigirme a vosotros, mis queridos jóvenes lectores, cuando
tengo ocasión de referirme a un lugar donde acontece lo que narra la lectura de
aquel domingo, o de explicaros conocimientos o aspectos anecdóticos. Pero hoy no
ocurre así y por otra parte el fragmento evangélico de la misa de hoy, desde hace
años, me entusiasma.
La Fe cristiana es trinitaria. Un solo y exclusivo Dios, que se ha manifestado a los
hombres y que ha querido explicarnos aspectos de lo que podríamos llamar su
interioridad. Nos ha dicho que es tres personas. Me expreso en singular, como toca,
refiriéndome a un plural, como exige lo que nos ha sido revelado. Tenemos
tendencia a sentirnos el centro y el patrón de todo lo que pueda existir y no debe
ser así. Es preciso aceptar que el “patrón” es Dios, nosotros puras menudencias,
que en ciertos aspectos, nos asemejamos a Él.
Pese a que no sepamos la dinámica de la mente de Jesús, cuando se nos dice que
se levantó muy de mañana a orar, o que pasó la noche en la misma ocupación, o
que en Getsemaní… Si no sabemos el “contenido” de estos rezos, tampoco nos
inquieta demasiado. Pero en el fragmento de hoy se nos dice que el Señor se
comunicó en voz alta, en vocablos humanos, con su Padre. La relación íntima de las
Personas, se hace pública, es audible. Divino misterio que no seremos capaces de
entender, pero que no debemos contemplar con desdén, ni siquiera desinterés.
Dios es dinámico, evidentemente. No está impasible, adormecido o despreocupado.
Algo más se nos dice hoy. Existe en su interior una comunicación interpersonal,
pese a no haber separación. Dios es compartir supremo. Compartir en su mismo
seno. Imposible entenderlo. Ahora bien si esta noción nos ha llegado como noticia
suya, como revelación divina, no podemos ni despreciarla, ni ignorarla.
Anonadados, pues, recordarla en actitud de adoración.
No se me ocurre otra cosa que deciros que si algo gratuitamente se nos ha dicho y
nada se nos ha exigido por la lección, es una prueba de su Amor. De que Él es
Amor y de que nos ama. ¿Alguien da más?.
Aceptando agradecidos que se nos haya permitido ser, de alguna manera,
espectadores de la dinámica divina, confidentes suyos, debemos preguntarnos ¿qué
contenidos que nos podamos aplicar a nosotros mismos hay en esta
intercomunicación?.
Habla el Hijo y le dice elogiando al Padre, que la grandeza está en los sencillos y
pequeños. Por este diálogo intradivino, nos enteramos que lo importante no es ser
un campeón, un ricachón, un erudito. Llegar a estas situaciones que tanto se
ambicionan, son simple éxitos o riquezas transitorias. Evidentemente, es un jarro
de agua fría el que nos cae. ¿Insinúa Él un menosprecio hacia nosotros? Pues, no.
Es pura enseñanza. Verdades que podemos entender todos, universitarios y
analfabetos.
En la gente sencilla podemos encontrar las más preciosas y precisas enseñanzas.
Hay que escuchar al pobre con más interés que el que ponemos en el poderoso. Os
lo digo por experiencia, mis queridos jóvenes lectores, nadie me ha explicado tan
bien la parábola del hijo prodigo, como un ecuatoriano a las doce de la noche, al
lado del sagrario. Es una de tantas experiencias que nunca olvidaré. En cierta
ocasión, ante una situación penosa, le decía a una madre: yo no sé si usted tiene
Fe, le digo sinceramente que debo irme, pero que esta misma tarde celebraré misa
por su hijo. Me dijo de inmediato y sin avergonzarse ante tantos que la rodeaban:
claro que tengo Fe ¿no ve que somos pobres?.
El Maestro vuelve su mirada a los discípulos y a nosotros, y dice: no os agobiéis.
Pese a lo que pensemos y opinemos, pese a creernos que no tenemos tiempo de
nada, o que es imposible huir del aburrimiento y de la vida sin sentido, pese a
sentirnos incapaces de salir de nosotros mismos y progresar, pese a sentirnos
víctimas del estrés emocional, de la ansiedad o de la depresión, puesta la mirada
en Él y confiando en su ayuda, logramos paz interior, serenidad, Esperanza.
(Os lo digo sinceramente, pero también reconociendo que estas situaciones
anímicas, pueden ser patologías en las que es preciso intervenga el médico. Cada
uno en su campo, sin pisarse)
Quien sigue al Señor, lo puede pasar mal, pero la fortaleza trasforma el dolor en
aventura espiritual y la persecución en martirio, que es triunfo eterno. Tal vez
nuestros hermanos en la Fe, que la viven en clandestinidad en aquellos países que
no la aceptan y la persiguen, son en realidad mucho más felices que tantos de aquí,
que al no soportarse, acuden a la droga como una anestesia que se aplican cada
final de semana. Un suicidio a plazos.