XIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Lunes
Lecturas bíblicas
a.- 2,16-18.21-22: Me casaré contigo en matrimonio perpetuo.
b.- Mt. 9, 18-26: Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, y vivirá.
El evangelista nos presenta dos milagros realizados por Jesús: la resurrección de la
hija de un magistrado, jefe de la sinagoga (cfr. Mc. 5, 21-43; Lc. 8, 40-56), y la
curación de la hemorroísa. Es un padre que pide un milagro para su hija ya
muerta. El evangelista quiere hacer resaltar la fe del padre, en lo que
aparentemente es imposible. La mujer también busca en Jesús la salud para las
hemorragias que padece, y es por eso, que piensa que con sólo tocar el manto del
Maestro sanará. Será la fe de esta mujer, la que Jesús alabe y que la sana, y no el
hecho de tocar su manto. Se evita toda huella de magia, que oscurezca la eficacia
de la fe. En ambos casos, el milagro es respuesta a la fe que manifiestan el padre
de la niña y como la mujer en el poder sanador de Cristo Jesús: Tu fe te ha curado
o salvado (v. 22). La fe suplicante y el poder divino de Cristo, obran el prodigio de
sanar y devolver la vida a quien la necesita; una fe indispensable que activa ese
poder. La fe sana y salva. La actitud compasiva de Cristo Jesús con el dolor
humano, es manifestación del amor paternal de Dios por el hombre y mujer
necesitados especialmente los más débiles como puede ser preocuparse hasta que
la niña coma (cfr. Mc. 5, 43). Ante el hecho de resucitar, pareciera que no tuviera
importancia, pero para Jesús sí lo tenía porque así lo divino y lo humano, se unen
una vez más para producir el milagro de la vida. Esta resurrección, como la de
Lázaro, y el del hijo de la viuda de Naín (cfr. Jn. 11, 13; Lc. 7, 11), son un velado
anuncio de la resurrección de Jesucristo. En el caso de esta niña, como el de
Lázaro, Jesús afirma que está dormida (v. 24; Jn. 11,11), por lo mismo, para que el
que tiene fe, la muerte es un sueño, para despertar resucitado (cfr. 1 Cor.15, 18).
El anuncio del reino de Dios, es anuncio de vida nueva, vida eterna, para el
hombre de fe. Labor nuestra será, como testigos de la resurrección de Cristo,
aportar signos de esa nueva existencia, amar a Dios y al prójimo, ya que amar es
poseer y entregar la vida al estilo de Jesús de Nazaret.
Santa Teresa de Jesús, hace su propia lectura de este evangelio: “Pues sí, cuando
andaba en el mundo, de solo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que
dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que
le pidiéramos, pues está en nuestra casa?” (Camino de Perfección 34,8).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD