XIV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
Lecturas bíblicas
a.- Os. 8, 4-7.11-13: Siembran vientos y cosechan tempestades.
b.- Mt. 9, 32-38: Curación de un endemoniado mudo y compasión hacia la
muchedumbre.
El evangelio nos presenta dos momentos: la sanación de un mudo endemoniado
(vv.32-34), y la compasión de Jesús, por la muchedumbre que le sigue (vv.35-38).
Jesús hace un exorcismo y sana al mudo. La gente lo atribuye a la divinidad de
Jesucristo, pero los fariseos, lo atribuyen al poder del Maligno. El profeta había
anunciado: “Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los
sordos se abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo
lanzará gritos de júbilo.” (Is. 35, 5-6). La reacción de la gente es de admiración:
“Jamás se ha visto cosa igual en Israel” (v.33). Muchas veces se ha había
manifestado Yahvé a su pueblo con grandes prodigios, señales y pruebas de su
poder, como los milagros realizados por Elías y Eliseo. Sin embargo, hay uno, que
es uno que es más grande que el Templo (cfr. Mt. 12, 6), mayor incluso que los
profetas (cfr. Mt.16, 14-16). El contrapunto lo dan los fariseos con su crítica, con lo
que asistimos al abismo que se abre entre Jesús y sus adversarios. Aquí
encontramos, más que una discusión sobre un pasaje bíblico o sobre alguna
traducción litúrgica, se trata de una oposición irreconciliable. Con este panorama
de ver enfrentados a Dios y Satanás en el desierto, la opción de los fariseos,
pareciera estar más de parte de Satanás, que con Dios hecho hombre en Jesús de
Nazaret (cfr. Mt.12, 22-37). La reacción del pueblo, es la justa valoración de la
obra única y magnífica del Mesías. Luego el evangelista, hace una síntesis de la
actividad del Maestro, que enseña y sana a las gentes (v. 35). Este dato es muy
revelador, porque nos enseña que Jesús predicaba el Reino de los Cielos en las
sinagogas vecinas, con lo que sabemos, que el mensaje se conoció en todas
partes, y lo hace en un contexto litúrgico, con lo que el mensaje adquiere mayor
notoriedad. Mateo, quiere dejar en claro, que el Mesías fue enviado a las ovejas
extraviadas de Israel, sin dejar de desconocer, que también predicaba al aire libre,
como en los recintos de culto (cfr. Mt.10,6). Esto le permite contemplar a esas
personas desde otra perspectiva: “Entonces dice a sus discípulos: «La mies es
mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a
su mies.» (vv. 37- 38). En el lenguaje de Jesús, encontramos estas imágenes de
las ovejas y la mies, con amplia resonancia en el AT. La situación de Israel, era la
de un pueblo sin pastor, disperso, sin unidad y lo más doloroso, sin guías
espirituales. Israel había conocido pastores, como los jueces y reyes, sacerdotes y
profetas, en especial Moisés y David. En los escritos de los profetas, Jeremías (cfr.
23, 3-6) y Ezequiel (cfr. 34,11), se habían anunciado los tiempos del Mesías, ante
el abandono del pueblo, el propio Yahvé se convertiría en Pastor de su rebaño. En
el tiempo de Cristo Jesús, se cumplen estas profecías su preocupación compasiva
por las ovejas de su rebaño, hasta dar la vida por ellas. La mirada de Jesús, le
revela que las gentes están cansadas, sin guía, ni amparo, sin pastor que las
conduzca a los pastos abundantes. Es el buen Pastor que camina a la cabeza de su
pueblo, la Iglesia hacia la vida eterna; el gran Pastor, Jefe de pastores como
definirá S. Pedro a Jesucristo (cfr. 1Pe.5, 4). Tenemos otra imagen: la mies es
abundante y la siega. También tiene esta imagen una raíz bíblica de carácter
escatológico, para anunciar el Reino mesiánico y el Juicio de Dios. Ese tiempo final,
ha llegado ya con la venida del Reino de Dios. Recordemos que Jesús es
anunciado, como el que tiene el bieldo en la mano para separar el grano de la
paja, uno para guardarlo y otro para quemar (cfr. Mt. 3,12). Con la venida del
Reino de Dios, comienza el Juicio del mundo, del hombre, la separación entre el
buen trigo y la paja, la produce la opción que se haga de cara a Jesús y su
evangelio. Faltan segadores que inviten a los hombres a plantearse una decisión,
con lo que manifiesta Jesús la necesidad de ser ayudado en esta misión. De ahí
que Jesús exhorte a la oración al Dueño de la mies, a Dios, para que suscite
segadores en su campo. Recordemos que Jesús es el enviado del Padre, como lo
que indica que es Dios quien, en definitiva llama a trabajar a su mies (cfr. Mt.10,
40). Esta oración habrá que hacerla hasta el Juicio final, mientras dure el tiempo
escatológico de la Iglesia, de la cosecha, tiempo final. Así se ha hecho desde la
Iglesia apostólica hasta el día de hoy.
Santa Teresa de Jesús, nos cuenta la llamada que recibió del Señor, y ella
respondió su Sí, como María Virgen. “Pensaba qué podría hacer por Dios, y que
pensé que lo primero era seguir el llamamiento que su Majestad me había hecho a
religión, guardando mi Regla con la mayor perfección que pudiese” (Libro de la Vida
32, 9).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD