XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Antonio Elduayen, C.M
Queridos amigos y amigas,
El evangelio de hoy (Mt 11, 25-30) contiene una oración, un testimonio y una
invitación. Veamos ante todo la oración. Es muy breve. Le brotó a Jesús, hombre y
maestro de oración, espontánea y gozosamente. Como nos brota a nosotros un
¡viva! cuando estamos contentos. Padre, te doy gracias, exclama Jesús, porque
amas a los pobres y les revelas tu corazón, más que a “los sabios y entendidos”.
¡Qué bueno que sientas y actúes así! Lo más importante de esta oración es su tono
gozoso y el mensaje. Pero contiene también algunos de los elementos que hacen
que una oración sea cristiana: va dirigida al Padre (a Dios como Padre), es
encarnada (parte de la realidad), respira sencillez y confianza y busca hacer la
voluntad de Dios. ¿Son así nuestras oraciones?
El testimonio que Jesús da de sí mismo muestra quién es Él y la conciencia que
tiene de su persona. Él es el Hijo (del Padre Dios) y mantiene con el Padre una
estrecha relación: 1º, conoce muy bien al Padre, que ha puesto todo en sus manos;
y 2º, revela al Padre, lo da a conocer, a cuantos creen en el Hijo y le abren su
corazón y le siguen llenos de confianza (Mt 26-27). Lo que más anhela Jesús es que
todos conozcan y amen al Padre Dios, tanto que para lograrlo Él mismo se hace
camino, el camino verdadero que lleva a la Vida (Jn 14, 6). Que Jesús es Hijo de
Dios y Dios su Padre, es parte del misterio (de la Santísima Trinidad) que nos
revela, y que los sencillos y los humildes acogen con mayor fe que “los sobrados”
de este mundo.
La invitación que Jesús hace es fruto de la oración que elevó a su Padre pensando
en los pobres. Vengan a mí, les dice y nos dice, cuantos, corporal y
espiritualmente, están cansados y agobiados, y yo les aliviaré. La invitación es
conmovedora y está llena ternura y de compasión efectiva. Le sirve para continuar
dando testimonio de Sí mismo, aunque ahora en el plano humano: soy manso y
humilde de corazón. El aprendan de Mi nos presenta a Jesús como modelo de vida -
algo para lo que vino a este mundo- , pero al mismo tiempo inspirando confianza al
mostrarse cercano y accesible. Admira y atrae la naturalidad con la que dice
“aprendan de Mí”…
Lo que Jesús dice del yugo merece párrafo aparte. Sin duda los yugos que salían de
la pequeña carpintería de José -además de los taburetes y mesas-, tenían fama de
ligeros y suaves. Jesús recuerda los comentarios y lo a gusto que se sentían las
yuntas de bueyes con esos yugos al arar el campo. Y se le ocurre la comparación:
mi yugo (sus enseñanzas) son como un yugo ligero y suave. Cárguenlo con
confianza y sentirán que todo se les hace más llevadero. Hagamos la prueba.
Con permiso de somos.vicencianos.org