XV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Javier Balda, C.M.
Salió el sembrador a sembrar
Dios sembró su amor en el corazón de los hombres y dijo: “Creced” en amor,
“multiplicaos” en amor, “llenad la tierra” de amor, den frutos de amor, sean
imágenes mías en el amor.
Dios sembró su Palabra, Cristo, su Hijo, en medio de la humanidad y nos dijo:
“Escuchadle a Él”. “Dejaos transformar por Él”. “Sólo Él tiene palabras de vida
eterna”.
Cristo sembrador y semilla de Dios al mismo tiempo; Cristo, Palabra, Verdad y
Vida, amor entregado, sembró su Palabra y la regó con su propia sangre y nos dijo:
“Ámense como Yo les he amado”. “Si el grano de trigo no muere no da fruto”.
Acepten mi palabra, vivan mi vida, den frutos de vida eterna”.
Cristo sabía que su palabra se enfrentaría a otras palabras; sabía que su amor
rivalizaría con otros amores; sabía que su Evangelio encontraría otros evangelios.
Era y sigue siendo optimista porque creía y sigue creyendo y confiando en el
hombre.
Cristo es optimista y aunque sabe que depende del hombre que el Padre-Dios
recoja el fruto deseado, seguirá sembrando la buena semilla, su Palabra y su Amor,
en el corazón de los hombres, confiando en que, algún día, encontrará la buena
tierra que la acogerá con alegría y la hará fructificar abundantemente.
Cristo seguirá confiando aunque muchas veces seamos sordos a su Palabra y
escuchemos y acojamos otras palabras, seguirá entregándose en amor aunque
seamos piedras sin corazón y no lo aceptemos en nuestras vidas de amor, seguirá
esperando aunque muchas veces ahoguemos su Palabra con nuestras pasiones y
nuestros deseos, seguirá soñando, como el sembrador, con la esperanza de que un
día lo aceptemos y nos comprometeremos, en serio, en la construcción de su Reino.
Cristo seguirá sembrando, confiando, esperando, soñando. No seamos, piedras sin
carne, sin sentimientos. No permitamos que las espinas crezcan en nuestros
corazones y maten la semilla. Seamos tierra limpia y bien abonada para que
recibamos con alegría la semilla que Dios quiere sembrar en nosotros y, más tarde,
seamos, también nosotros, sembradores y semillas de Dios para nuestros
hermanos.
Con permiso de somos.vicencianos.org