XV Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Sábado
Él los curó a todos, mandándoles que no lo descubrieran.
I. Contemplamos la Palabra
Lectura de la profecía de Miqueas 2,1-5
¡Ay de los que meditan maldades, traman iniquidades en sus camas; al
amanecer las cumplen, porque tienen el poder! Codician los campos y los roban,
las casas, y se apoderan de ellas; oprimen al hombre y a su casa, al varón y a
sus posesiones. Por eso, dice el Señor: «Mirad, yo medito una desgracia contra
esa familia. No lograréis apartar el cuello de ella, no podréis caminar erguidos,
porque será un tiempo calamitoso. Aquel día entonarán contra vosotros una
sátira, cantarán una elegía: "Han acabado con nosotros, venden la heredad de
mi pueblo; nadie lo impedía, reparten a extraños nuestra tierra." Nadie os sortea
los lotes en la asamblea del Señor.»
Salmo 9: R. No te olvides de los humildes, Señor.
¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te escondes en el momento del aprieto?
La soberbia del impío oprime al infeliz
y lo enreda en las intrigas que ha tramado. R.
El malvado se gloría de su ambición,
el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con insolencia:
«No hay Dios que me pida cuentas.» R.
Su boca está llena de maldiciones,
de engaños y de fraudes;
su lengua encubre maldad y opresión;
en el zaguán se sienta al acecho
para matar a escondidas al inocente. R.
Pero tú ves las penas y los trabajos,
tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre,
tú socorres al huérfano. R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 12, 14-21
En aquel tiempo, los fariseos planearon el modo de acabar con Jesús. Pero Jesús
se enteró, se marchó de allí, y muchos le siguieron. Él los curó a todos,
mandándoles que no lo descubrieran. Así se cumplió lo que dijo el profeta Isaías:
«Mirad a mi siervo, mi elegido, mi alnado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi
espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no
voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo
apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones.»
II. Compartimos la Palabra
“Ay de los que meditan maldades… porque tienen el poder”
En ciertos campos, se cumple lo de “nada hay nuevo bajo el sol”. En el terreno
del poder es algo bastante claro. Podemos pensar que en nuestra época hay una
mayor dosis de corrupción por los que tienen algún poder, como si fuera algo
nuevo. Es cierto que en la actualidad, en muchas naciones, algunos de los que
detentan poder lo usan mal, lo usan de manera injusta para favorecerse a sí
mismos, robando, despojando, machacando… a las personas que se ponen en su
camino. Pero, por desgracia, esto empezó hace mucho tiempo. Parece que la
conocida frase “el poder corrompe”, a poco que se descuide el que lo tiene, se
cumple desde el principio de la humanidad. El profeta Miqueas denuncia las
maldades, las iniquidades de algunos de sus contemporáneos “porque tienen el
poder”. Y anuncia que el Señor no tolerará este mal y hará justicia. Ciertamente,
Jesús, nuestro Maestro y Señor, va por el camino contrario de la corrupción del
poder, va por el “amaos unos a otros como yo os he amado”. Normalmente
cuando hablamos del poder y de su mal uso pensamos en los que oficialmente lo
tienen. Pero no hay que olvidarse de que todos tenemos algún tipo de poder. Y
lo que nos tenemos que preguntar es cómo usamos ese poder. ¿Cómo usó Jesús
su poder humano y divino?
“Planearon el modo de acabar con Jesús”
En la escena anterior a este pasaje evangélico, Jesús realiza una curación en
sábado, lo que provoca la indignación de los fariseos, intransigentes defensores
de la Ley y contrarios a lo de Jesús: el hombre está por encima del sábado y el
sábado está al servicio del hombre. Por ello, “los fariseos planearon el modo de
acabar con Jesús”. Ante esta perspectiva, Jesús no busca el enfrentamiento
directo con los fariseos. Seguirá curando y haciendo el bien a todos los que
encuentre en su camino, pero, de momento, “no porfiará, no gritará, no voceará
por las calles”, y pedirá a los curados que no “le descubran”. Llegará un
momento, cuando “llegue su hora”, en que Jesús no callará, hablará
abiertamente de su buena noticia, la que alegra el corazón de todo ser humano,
aunque las autoridades religiosas de entonces intenten acabar con él y lo
consigan. Pero bien sabemos que no lograron acabar con él, y, después de su
muerte y resurrección, su persona y su evangelio se han difundido por todo
mundo, dando sentido y alegría a millones de hombres y mujeres.
Fray Manuel Santos Sánchez
Real Convento de Predicadores (Valencia)
Con permiso de dominicos.org