XVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Sociedad de San Vicente de Paúl en España.
«Os encontráis en la más absoluta indigencia; os creéis abandonados y rechazados
por todos. Pero vuestro Padre de los Cielos os ama y os bendice» (SVdeP)
La literatura sapiencial muestra el rostro de un dios más justo, pero, sobre todo, el
rostro de un Dios que se hace debilidad y lo más humano posible a través de su
palabra. Por eso el Libro de la Sabiduría es uno de los libros sapienciales que más
vivamente habla de Dios de esta manera. El pueblo itinerante del Éxodo y el
esperanzado del Exilio siente, a través de esta lectura, que debe confiar
radicalmente en Dios, en su promesa, en su palabra, dado que Dios juzga con
moderación y gobierna con indulgencia y conoce la condición humana. Así, el Dios
sabiduría, en la historia humana, es esperanza y misericordia.
La Carta a los Romanos, nos habla de la realidad del Espíritu Santo, que está a
favor de los seres humanos, dando cumplimiento a las promesas hechas por Jesús
a los suyos. Es el Espíritu Santo quien mora, escudriña y transforma los corazones
y mueve a las personas a abrirse a la acción de Dios en su existencia. El Espíritu de
Dios en este sentido no es una realidad abstracta, sino que es una experiencia real,
concreta, reconocida personal y comunitariamente, que permite que la condición
humana trascienda y esté en coherencia con aquello que confiesa y profesa en su fe
y convicciones auténticas y liberadoras.
Las parábolas expuestas por Jesús en el Evangelio de Mateo (La semilla de
mostaza; la levadura; explicación de la cizaña) nos hablan de cómo el Reino
germina en la historia de las comunidades, pueblo y culturas; y, más en concreto,
cómo germina en la vida de aquellos que lo aceptan como el modo de vida que
quieren hacer realidad. Pero a la par que germina el Reino en el ser humano, puede
germinar también el no-reino o anti-reino. El no-reino, consistiría en no aceptar que
aquella realidad salvífica se haga patente, impidiendo que la justicia y la
misericordia de Dios puedan evidenciarse en la actividad humana. En síntesis, lo
interesante de las lecturas en este domingo es el interés por afirmar que Dios, ayer,
hoy y siempre, es justicia, misericordia y amor; en cambio, el ser humano lo será
también, si acepta esos valores, o, de lo contrario, implantará el anti-reino de la
violencia y de la muerte, que son contrarias al designio salvador de Dios para la
humanidad. Dios se hace presente, insistente, y no desconoce las numerosas
posibilidades a las que tiene acceso el ser humano. Dios tiene la única propuesta al
ser humano: La salvación y liberación humanas. Por el contrario, el ser humano, a
pesar de los esfuerzos por llevar a cabo su propia propuesta de salvación, de
bienestar, se ve inmerso en realidades que le llevan a actitudes de exclusión y
discriminación. En definitiva, el ser humano ha de estar al servicio del Reino, que
sólo es posible desde la lucha por la dignificación y la humanización de lo humano.
Servicio al Reino que es, ante todo, la búsqueda e instauración de una vida en
sociedad más humana y solidaria. Por tanto, los discípulos necesitamos cultivar una
fe más profunda en el Dios de Jesucristo, que puede, por su designio salvador,
liberarnos, no sin nosotros, de toda opresión y fuerza destructiva. De esa manera,
la responsabilidad de ser miembros activos de la instauración del Reino, recae
sobre los animadores de la comunidad eclesial en el mundo. Es necesario que esta
responsabilidad esté acompañada de un fuerte arraigo de esperanza y lucha por la
justicia, para poder arrancar de raíz el mal, que ha echado tan hondas raíces en
nuestra cultura y sociedad.
«Tenga mucho trato con nuestro Señor en la oración; allí está la despensa de
donde podrá sacar las instrucciones que necesite para cumplir debidamente con las
obligaciones que va a tener» (SVdeP)
Con permiso de somos.vicencianos.org