XVI Domingo del Tiempo Ordinario, C1clo A
Domingo
Lecturas bíblicas
a.- Sb. 12,13.16-19: En el pecado, hay lugar al arrepentimiento.
La primera lectura, nos habla de la relación de Yahvé con los pueblos cananeos, y
aquí encontramos los motivos de tal moderación. Lo severo de su conducta, se
debe a los crímenes que ellos cometían (Sab. 12, 3-7); ahora surgen sentimientos
de misericordia, manifestación de su poder, como Señor de todas las cosas (Sab.
3,3-18). Sólo Yahvé existe como Dios en Israel, sólo a ÉL hay que dar cuenta de
sus juicios, cuando aplica la justicia. Mientras los hombres usan la ley del más
fuerte, no así Yahvé, y son injustos, sólo ÉL es el más fuerte. Su fuerza y poder son
garantía de su justicia, precisamente porque es poderoso, es también
misericordioso (cfr. Os. 11,9; Sant. 2,11). Es entonces, que el autor presenta dos
actitudes de Yahvé: se muestra fuerte y muy severo, con quienes no creen en su
poder soberano, como los paganos; pero para los que dicen creer, pero con su vida
desdicen tal afirmación, se asemejan en su conducta a los judíos apóstatas. Dios
castiga la soberbia, la vida sin fe, la conducta ilógica. Distinto es el destino de
quienes reconocen la omnipotencia divina, ya que Yahvé se muestra afable y
bondadoso, puesto que la conducta del creyente corresponde al querer de Dios. Su
gobierno sobre los hombres es moderado e indulgente, porque es poderoso, pero
también puede recurrir a su severidad. Este obrar de Dios enseña a los hombres
piadosos, que deben ser generosos con su prójimo, como lo mandaba la Ley de
Moisés, pero también con todos los hombres. Este pasaje es claro preludio del
mandato evangélico del amor universal, que Jesús nos enseñó (cfr. Sab. 1,6; 7, 23;
Mt. 5, 43-48). Finalmente, la conducta de Dios, enseña a los hombres que nunca se
debe perder la esperanza, pues en el pecado hay posibilidad para el
arrepentimiento.
b.- Rm. 8, 26-27: El Espíritu intercede con gemidos inefables.
San Pablo, expone que a los gemidos de la creación (Rm. 8, 22) y de la humanidad
(Rm. 8, 23), se unen ahora los gemidos del Espíritu, que viene en nuestra ayuda,
para suplir nuestra flaqueza. Esta debilidad o flaqueza nuestra está relacionada con
la glorificación que esperamos, que suspiramos, es decir, sabemos que Dios quiere
nuestra santidad y glorificación, pero hasta que lleguemos a la meta, no siempre
sabemos pedir lo que nos conviene (cfr. Rm. 8,19-25). A suplir esta deficiencia
nuestra viene el Espíritu Santo, abogando por nosotros con gemidos inefables, que
son según Dios, conformes al designio que tiene para cada uno de los que van a
ser santos (v. 27). Estos gemidos no dejan de ser atendidos, y son inefables,
porque son interiores, sin palabras, no hay palabras que lo expresen, quizás
incomprensible a los hombres, pero sí para Dios, que los conoce, porque escudriña
los corazones, con sus divina sabiduría y ciencia (cfr. 1Sam.16,7; 1 Re.8,39;
Sal.70,10; Ap.2,23). Este atributo divino, no es propiamente del Espíritu, porque
por su naturaleza divina es incompatible con ÉL, son gemidos, más bien, que el
Espíritu crea en nosotros, en nuestros corazones (cfr. Rm. 8, 15-16. 23).
c.- Mt. 13, 24-43: Dejadlos crecer hasta la siega.
El evangelio nos presenta una serie de parábolas. Distinguimos una primera parte
con tres parábolas que Jesús dice a la gente: la de la cizaña (vv.24-30), la de la
mostaza (vv.31-32), y la de la levadura (vv. 33-35); en la segunda parte,
encontramos a Jesús con sus discípulos donde les explica la parábola de la cizaña
(vv.36-43). Como trasfondo de todo este texto tenemos la idea que el antiguo
Israel se opone al mensaje del Evangelio (cc. 5-7), Sólo el nuevo pueblo que
despunta, la entiende y da frutos. En Mateo debemos recordar que las parábolas
poseen un sentido crítico respecto a los judíos y su modo de vivir y enseñar la
antigua alianza. En la parábola de la cizaña, Jesús les reprocha a los judíos
oponerse al evangelio, a la cosecha, por ello son como la cizaña, toda una crítica a
los dirigentes del pueblo. El evangelio, nos presenta una vez más la imagen de la
semilla, para enseñar a su pueblo la palabra, que ilumina y salva. Lo propio de esta
parábola, es que junto a la semilla de Dios, se afirma la existencia del sembrador
del mal, es decir, del enemigo de Dios. Nos enseña que el sembrador de la cizaña,
actúa en las tinieblas, de noche, desde lo escondido para no ser descubierto. Será
en el momento de la siega, no antes, que deberán recoger el trigo y la cizaña, para
separarlos, mientras el primero se guarda en el granero, la cizaña será quemada.
La enseñanza fundamental de la parábola es la presencia de los sembradores, es
decir, saber que donde siembra Dios, cerca está Satanás, sembrando la semilla del
mal. Quiere prevenirnos de falsos optimismos, saber discernir dónde se encuentra
la verdad, el bien, lo santo y perfecto, lo que es fruto de la acción de Dios, y
también, descubrir el mal, la mentira de la vida, la maldad, incluso en la comunidad
eclesial. La siega, imagen del juicio final, es el momento de separar el trigo de la
cizaña, del bien del mal; ese día llegará, lo presidirá el Hijo de Dios, el hombre con
su juicio no adelanta nada. Cuando escribe Mateo, parece había un celo excesivo e
intolerancia, en lo que se refiere a la implantación del Reino de Dios. Más que
insistir en la convivencia del bien y del mal, la acentuación recae en el destino final
de la separación del trigo y la cizaña, es decir, del destino de buenos y malos. La
parábola hace pensar en esto: ¿por qué hay malos en la Iglesia? Mateo da sus
razones: al mismo tiempo que Dios actúa en la vida de los hombres, también lo
hace Satanás. Si bien, la selección es por parte de Dios, hay también un tiempo
para la conversión, pero la convivencia con los malos, es una oportunidad para
ejercitar las virtudes teologales y cardinales, pero también, para hacer apostolado
en el sentido de iluminar, nutrir, proponer el Evangelio, como un estilo de vida a
todo prójimo que cruza nuestro camino. Las otras dos parábolas son sinónimas
(vv.31-33), en el sentido que a pesar de la oposición, hay cosecha abundante. Si
no fructifican los dirigentes religiosos, otros lo harán. La cita del Sal.78,2, es todo
un desafío dirigido a los discípulos y no a la gente, donde el evangelista deja en
claro, que la crítica de Jesús, es la continuación de toda una línea profética.
Finalmente, la explicación de la parábola de la cizaña (vv.36-43), aparecen los hijos
de Dios y los del Maligno (cfr. Jn. 8, 39-47; 16,2). Además de identificar a los que
aparecen en la parábola la explicación lleva otra intención: la decisión del padre de
familia no es ya dejar crecer la cizaña y el trigo sino de la siega futura, el drama del
Juicio final. Se habla del destino de los malos, a los que hay que prevenir, sino se
convierten serán arrojados lejos de Dios (cfr. Mt. 18,6; 22, 40; 5,17; Sant.1,25;
Gál.6,13s; 6,2; Mt.25,31s). La tarea es obrar bien, luchar por y con los valores del
Reino, discernir también con la luz de la fe, la obra del enemigo en nuestro camino
y en el de la sociedad de hoy, para vencer al mal a fuerza de bien.
Teresa de Jesús, nos invita a poner los ojos en el Reino de Dios, nuestro destino
por ser hijos de Dios, miembros de la Iglesia herederos de la vida eterna. “Rey sois,
Dios mío, sin fin, que no es reino prestado el que tenéis. Cuando en el Credo se
dice: «vuestro reino no tiene fin», casi siempre me es particular regalo. Aláboos,
Señor, y bendígoos para siempre; en fin, vuestro reino durará para siempre. Pues
nunca Vos, Señor, permitáis se tenga por bueno que quien fuere a hablar con Vos,
sea sólo con la boca.” (Camino 22,1)
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD