Fiesta. Santiago, apóstol, Patrón de España (25 de julio)
“Mi cáliz lo beberéis”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 33; 5, 12. 27b-33; 12, 2
En aquellos días, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor
Jesús con mucho valor y hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo.
Los condujeron a presencia del Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó: «¿No
os habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio,
habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables
de la sangre de ese hombre.»
Pedro y los apóstoles replicaron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los
hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros
matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo
jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los
pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los
que le obedecen.» Esta respuesta los exasperó, y decidieron acabar con ellos.
Más tarde, el rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan.
Sal 66 R/. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben
El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación. R/.
Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra. R/.
La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe. R/.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 4,7-15:
Este tesoro del ministerio lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que
una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan
por todos lados, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no
desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos
rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de
Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Mientras vivimos, continuamente nos están entregando a la muerte, por causa
de Jesús; para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne
mortal. Así, la muerte está actuando en nosotros, y la vida en vosotros.
Teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: «Creí, por eso
hablé», también nosotros creemos y por eso hablamos; sabiendo que quien
resucitó al Señor Jesús también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con
vosotros. Todo es para vuestro bien. Cuantos más reciban la gracia, mayor será
el agradecimiento, para gloria de Dios.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 20, 20-28
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se
postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas?»
Ella contestó: «Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu
derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que
yo he de beber?»
Contestaron: «Lo somos.»
Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no
me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi
Padre.»
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero
Jesús, reuniéndolos, les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y
que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser
grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero
entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha
venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
II. Compartimos la Palabra
Jesús da hoy una lección más a sus discípulos, y, en ellos, a nosotros. Porque,
hemos evolucionado mucho, pero la naturaleza humana sigue siendo la misma;
la nuestra igual que la de Salomé, Santiago y Juan. Igual de egoístas, pródigos
todos en los mejores propósitos, y parcos ellos y nosotros en llevar a la vida y a
la práctica tan buenas intenciones. Nos consuela saber que también Jesús sigue
siendo el mismo, y, así como les comprendió a ellos, también nos apoya a
nosotros, diciéndonos a todos: “Mi cáliz lo beberéis”, lo demás dejadlo en mis
manos, mucho más seguras que las vuestras
La cosa comenzó en Galilea
Santiago y Juan no fueron los primeros. Sus paisanos Simón y Andrés lo fueron
antes. Pero el Evangelio dice que aquéllos lo fueron “no mucho más tarde” que
los primeros. Estaban con su padre Zebedeo cuando “Jesús los llamó y ellos,
dejando la barca y a su propio padre, le siguieron” (Mt 4,21-23). También
dejaron, al menos en parte, a su madre, Salomé, una de las más fieles
seguidoras y valedoras de Jesús, junto a María Magdalena.
Santiago, en el Evangelio
Lo primero que llama la atención en el Evangelio con respecto a Santiago es que
aparece como uno de los discípulos predilectos de Jesús. Lo encontramos en
casa de Simón Pedro, cuando realiza la curación de la suegra de este; además
de Pedro, sólo están con él Santiago y Juan; le vemos también en casa de Jairo,
donde Jesús, junto con los padres de la joven muerta, permite entrar
únicamente a Santiago y a Juan; en la Transfiguración, Jesús de nuevo volvió a
llamar junto a sí a los tres discípulos predilectos; y, finalmente, al acercarse la
Pasión y la muerte, Jesús se lleva consigo al monte de los olivos a los mismos
que ha favorecido en los otros momentos significativos de su vida.
Por su vehemente temperamento, fueron apodados los “Boanerges”, los hijos del
trueno, que no tuvieron empacho un día en pedir a Jesús que lloviera fuego
sobre los que lo rechazaban. Y, en otro momento, como proclamamos hoy en el
Evangelio, pidieron a Jesús, sirviéndose de su madre, Salomé, ocupar los
primeros y mejores puestos en su Reino. Eso sí, se mostraron dispuestos, para
justificar su petición, a beber el cáliz del Señor hasta el final.
Los Hechos de los Apóstoles, quizá más que los mismos Evangelios, nos van
mostrando la evolución de estos pescadores y su conversión en los mejores y
más fieles discípulos. Como colofón de esa fidelidad, en el año 44 Herodes
Agripa dio muerte a Santiago, hermano de Juan, por la espada. Ese fue el último
trago del cáliz preanunciado por Jesús.
Santiago en la tradición
Según una tradición, antigua y venerada, Santiago vino a España a predicar el
evangelio. A él se deberían la fundación de las primeras iglesias, base y
fundamento de nuestra fe posterior. Siempre según la tradición, envuelta en
ternura, belleza y poesía, se presenta a Santiago, cansado y abatido, a orillas
del Ebro, junto a un hito o pilar, donde se hace presente la Santísima Virgen,
que vivía todavía, para animarle y entregarle las fuerzas que necesitaba para
poder continuar y acabar la evangelización que había comenzado.
Acabo con una apreciación personal que, espero, sepáis comprender. Porque
tengo la fortuna de vivir a la vera del camino de Santiago, del camino, por
Santiago apóstol, a Santiago de Compostela, soy testigo –y firmo muchas
credenciales- de tantísimos peregrinos que, al pasar por aquí hacia Santiago,
paran a saludar a María. Siempre me pregunto lo mismo: ¿Qué van buscando?
Algunos, con seguridad y por confesión personal, purificación, conversión,
santificación. Otros, algo que no saben o no aciertan a expresar con claridad.
Pero, me parece que todos son buscadores de silencios, del infinito, de Dios.
Todos van –vamos- a la búsqueda de lo mismo, siguiendo, quizá sin
percatarnos, la oferta de Jesús: “Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados…” Y son muchos los que repiten, y siempre encuentran mucho en el
camino.
Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
La Virgen del Camino
Con permiso de dominicos.org