XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
SABIDURÍA ES JUSTICIA Y ASTUCIA, QUE NO MANDO
Padre Pedrojosé Ynaraja
Tenemos en la mente todos, mis queridos jóvenes lectores, que los jefes sirven
para dar órdenes de obligado cumplimiento, o prohibiciones a golpe de sanción.
Pero eso es tener el mando y aferrarse a él, a costa de lo que sea, generalmente
obrando injustamente, si es preciso. David de origen humilde, al ser escogido por
Dios para gobernar a su pueblo, se sirvió de sus dotes personales para introducirse
en los aposentos de Saul el rey. Caído en desgracia acudió a una vida de
arriesgada guerrilla para, poco a poco, lograr el poder. Lo conservó con energía,
una vez conseguido de la manera que fuera, de manera que acudió a batallas con
quien conviniera y se entrenó bien, utilizando escaramuzas por el desierto. Era el
escogido, de manera que Dios no lo abandonó, pero cuando le quiere erigir un
templo en su ciudad, le dijo el Señor que había derramado mucha sangre, que
dejase el proyecto para su hijo. Gracias a intrigas palaciegas, llegó Salomón a
sucederle. En él continúan las promesas hechas a su padre. Un apetitoso horizonte
se le abre a la vista.
Dios acoge su situación y le pregunta cual es su deseo. Astuto y prudente, pide a
Dios sabiduría para gobernar y esto le complace al Señor. Le responde que se la
dará y aun mucho más. El imperio salomónico fue impresionante y su fama se
extendió hasta muy lejos.
La súplica de Salomón os debe enseñar a vosotros, mis querido jóvenes lectores,
que vuestra ambición de cara al futuro adulto al que os preparáis, no debe ser
codearos con gente importante, que os puedan aupar más tarde. Ni buscar caminos
de dominio. Ni siquiera muchos títulos académicos o abundantes riquezas. Quienes
coleccionan diplomas y codician fortunas, caerán posiblemente en la indigencia. La
sabiduría da serenidad. Hoy que en este mundo burgués capitalista se sufre agobio
y ambición, este don es importante. Ante una desgracia o catástrofe, de poco
sirven las armas o la posibilidad de mando exclusivo.
Pensadlo, discutidlo entre vosotros.
Jesús no gozó de mando político, ni social. Si todavía causa admiración su vida, es
por la lucidez de sus enseñanzas. Sus verdades podían resultar controvertidas para
las autoridades que, evidentemente, hace siglos murieron. Su doctrina todavía
encanta a muchísimos. Resumen de ella es el contenido que nos llega comprimido,
en lo que llamamos bienaventuranzas y en sus parábolas.
La segunda manera es encantadora, ahora bien, como os repito tantas veces, está
mediatizada por la cultura de los primeros receptores: aquel pueblo sencillo,
galileos agricultores casi todos ellos.
Si en la actualidad alguien encuentra un tesoro, ya lo sabéis, no puede quedarse
ocultamente con él. Las leyes obligan a declararlo y pasará al patrimonio común
nacional. Ahora bien, el ejemplo puesto por el Maestro enseña una verdad que
nuestra sociedad quiere ignorar: el valor está en lo que realmente tiene un valor
superior. Se habla se aprecia y se promueven actividades mediocres, pasajeras.
Que si una excursión a un lugar bonito, pero banal, que si unas colonias donde
aprenderán convivencia, tradiciones locales o bailes de salón, etc.
Aunque la Fe parezca oculta, está vivita y coleando, y estimula las iniciativas
superiores, aquellas que no solo son válidas para nuestro hoy, sino que traspasarán
las barreras de la Eternidad.
El segundo ejemplo, la segunda parábola, enseña lo mismo. La perla, pese a ser
conocida por aquel entonces, no era un valor corriente, como ocurre con el oro. Los
que escuchaban al Maestro, seguramente no habían visto ninguna, pero podían
imaginar su cuantía. Hoy diríamos que no se trataba de una perla artificial, ni
siquiera cultivada, era una perla asimétrica y de precioso lustre. Pero este lenguaje
entonces no existía. (Los que hayáis leído la preciosa novela del premio Nobel
Steink, podréis imaginar mejor la enseñanza). Como os adelantaba, esta parábola,
es más de lo mismo. No lo olvidéis: lo mediocre, por mucho que se pongan de
moda, pronto se olvida y pierde aprecio. Los padres y educadores, también los
monitores juveniles, que se contentan con menudencias, por atractivas que
parezcan y estén de moda, un día, al comprobar la inutilidad de su trabajo, se
hunden en frustración y desanimo y conocerán su equivocación cuando ya sea
tarde.
No temáis buscar a Dios y comunicar a los demás la fortuna de la Fe. Es como el
oro, no pierde valor, pese a que pueda fluctuar en el mercado.
Lo de los peces de la red del pescador, tiene su miga. En el lago de Galilea abunda
la fauna. Hay caracoles de agua, almejas negras, cangrejos de agua dulce, con
apariencia de los nuestros de mar, y peces, muchos peces, grises azulados y otros
anaranjados. Os hablo solamente de lo que yo he observado. Algunos se
introdujeron allí a partir de 1948, otros son autóctonos. Una antigua ley bíblica,
vigente todavía entre los judíos, dice que no es apto para el consumo humano,
aquellos animales acuáticos que no tienen escamas. Dicho de otra manera, no se
pueden comer ni crustáceos, ni moluscos, ni atunes. Evidentemente, de estos
últimos no he visto ninguno, ni creo puedan vivir allí, pero sí unos cabezudos y
bigotudos de su misma especie, que conozco muy bien, pues, en mi juventud,
pesqué bastantes por mi tierra y por eso sé que su piel carece de escamas. El
pescador de aquellos lares, sabe que este pescado, de piel semejante al pez lija, no
podrá venderlo y lo tira (o, si es grande y bueno, lo regala a un cristiano, como me
contaba un buen fraile, único habitante entonces, en el convento de Tiberias).
Revueltos vivimos, pero no debemos equivocarnos. No todos los hombres valen lo
mismo, ni sus obras son indiferentes. Un momento llegará en que seremos
juzgados. Procuremos que nuestros valores sean aceptados a la entrada de la
Eternidad.