Domingo XVII Ciclo/A
(1 Re 3, 5.7-12; Rm 8, 28-30; Mt 13, 44-52)
Los valores que lo valen todo
Hoy Cristo nos invita a ser buenos negociantes no sólo en las cosas
materiales, sino también y sobre todo en las espirituales (evangelio). Para
eso necesitamos el don de la sabiduría (primera lectura). El mejor negocio
que podemos llevar a cabo en nuestra vida es reproducir en nosotros la
imagen de Cristo (segunda lectura).
Lo importante es que los seguidores de Jesús seamos lo suficientemente
listos para descubrir que los valores del espíritu (la virtud, la honradez, la
verdad, el trabajo, el amor, la justicia, la fidelidad, la piedad, la fe, la
esperanza…) son más importantes que todos los demás y hacer una clara
opción por ellos. Otros valores son externos y caducos: el poder, el poseer,
el placer y el parecer, que son las máximas del mundo. El mundo nos
encandila con cosas llamativas, con baratijas superficiales que no salvan y
no dan felicidad auténtica.
Para ello necesitamos pedir a Dios que nos dé sabiduría, como pidió
Salomón: “te pido que me concedas sabiduría de corazón, para que sepa
gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal” . Nosotros: “Se￱or,
concédenos un corazón sabio que sepa distinguir entre los verdaderos
valores que Tú nos entregaste y los oropeles de este mundo enga￱ador”.
Dios no puede cerrar sus oídos ante semejante petición. Optar por los
valores espirituales es invertir bien. Es promesa de éxito y de alegría
plena. El que apuesta por los valores seguros no fracasa.
No debemos olvidar que estos valores espirituales son caros. Son tesoros
escondidos en el campo del mundo y de la Iglesia, que nos exigen vender
todo o mucho y comprar ese campo. Son perlas finas –no hojalata- que no
podemos rebajar en el mercado de la vida mundana, sino vender las otras
mil chácharas que escondíamos tontamente en el cofre de nuestro interior,
para poder adquirir esas joyas. No se trata de renunciar a cosas por
ascética o por masoquismo, sino porque eso que compramos son tesoros y
perlas que darán sentido pleno a nuestra vida. Muchas veces hay que
sacrificar algo para conseguir lo que vale más. Y el valor de los valores es
Jesucristo, por el que tenemos que dejar todo lo demás, si Él nos lo pide
para dedicarnos a Él y a su Reino en cuerpo y alma. San Agustín diría: “Ese
tesoro es el Verbo-Dios que está escondido en la carne de Cristo” . Cuando
san Pablo encontró este tesoro dijo que todo el resto es pérdida al lado de
Cristo.
El papa Francisco el 18 de noviembre de 2013 pedía al Señor que nos salve
del “espíritu mundano que lo negocia todo”, no solo los valores, también la
fe. Desafortunadamente, muchas veces el Pueblo de Dios prefiere alejarse
del Se￱or ante una propuesta de mundanidad. “Esta es una contradicci￳n:
no negocian con los valores, sino con la fidelidad. Esto es el fruto del
demonio, del príncipe de este mundo, que nos lleva adelante con el espíritu
de mundanidad. Y después, llegan las consecuencias…
Hoy día se tiene la voluntad de ser progresistas, hacia el pensamiento
único. Hoy se piensa que “debemos ser como todos, debemos ser más
normales , como hacen todos, con ese progresismo adolecente”. El don de
ser hijos de Dios no se puede “vender” por un malentendido sentido de
“normalidad”, que induce a olvidar su Palabra y a vivir como si Dios no
existiera.
También el Papa francisco enseña que la primera cosa que se debe hacer
es preguntarse: “¿Cuál es mi tesoro?”. Ciertamente no pueden serlo las
riquezas, dado que el Se￱or dice: “No acumulen para ustedes tesoros en la
tierra, porque al final se pierden”. Por lo demás, son “tesoros riesgosos,
que se pierden”; y son también “tesoros que debemos dejar, no los
podemos llevar con nosotros. Nunca vi un camión de mudanzas detrás de
un cortejo fúnebre”. Entonces, ¿cuál es el tesoro que podemos llevar con
nosotros al final de nuestra vida terrena? La respuesta es sencilla: “Puedes
llevar lo que has dado, sólo eso. Pero lo que has guardado para ti, no se
puede llevar”.
¿Puedo decir con el salmista hoy: “Más estimo yo los preceptos de tu boca
que miles de monedas de oro y plata” ? ¿Ya vendí todo para comprar esos
tesoros de Cristo que la Iglesia me ofrece: la doctrina santa salida de los
labios del mismo Jesucristo, la gracia divina infundida en los sacramentos
y que hace de nuestra alma otra perla preciosa, riquísima en virtudes,
dones y sagrario del Dios tres veces santo? ¿Quisiera recuperar lo que ya
he vendido para comprar el tesoro y la perla? Sería una especie de locura
preferir las bagatelas al tesoro y la perla de Cristo y su Iglesia.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)