COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires – ciclo 2014)
Domingo decimoséptimo durante el año.
Evangelio según San Mateo 13,44-52 (ciclo A)
Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido
en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría,
vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece
también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar
una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró." El Reino de los
Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de
peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose,
recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del
mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para
arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: “Todo
escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de
casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo".
BUSCADORES DE DIOS
Jesús nos habla del Reino de Dios que está cercano. Hay ejemplos con algunas
realidades: el tesoro escondido, la perla fina, la abundancia de los peces, etc;
que señala que de alguna forma hay una búsqueda y un encuentro. En la vida
todos tenemos que saber que somos buscadores. Buscadores de Dios,
buscadores de lo absoluto, somos peregrinos de lo absoluto, y que ciertamente
nuestra motivación tiene que ser siempre algo que está por encima y más allá
de nosotros. Sería muy triste que no tuviéramos motivación ya que cuando no
hay motivación surge la depresión. Por eso somos buscadores y más
específicamente buscadores de Dios.
Dice San Agustín: “dices que tienes a Dios y no lo buscas, búscalo porque no lo
tienes; dices que no lo tienes y lo buscas, sigue buscándolo porque ya lo tienes”.
Siempre tenemos que ser buscadores: de Dios, de la verdad, del amor, porque
es algo que ya ha iniciado, algo que ya está pero que también tenemos que
seguir buscando.
El documento Lumen Gentium, del Vaticano II, dice que “la Iglesia es germen e
inicio del Reino” pero que ya está en medio de nosotros. Pero histórica y
sociológicamente tenemos que seguir buscándolo porque en este Reino vivimos
y nos movemos, con falencias, fragilidades, límites en los demás y en nosotros
mismos; por eso estamos siempre en camino, un camino que nos lleva a la
fidelidad, que es capaz de encarnar, capaz de construir y saber que esto es para
todos.
Se escucha decir que “donde esté tu tesoro allí estará tu corazón”. Pero
preguntémonos cuál es nuestro tesoro; preguntémonos si Dios es el tesoro de
nuestra vida o si Dios es “una cosa” nomás, porque si es “una cosa” vamos a
vivir despreciando, superficializando, sin motivaciones. Pero si Dios es TODO
vamos a concretar en cada cosa, en cada trato, en cada vínculo y relación
interpersonal aquello de que “la Iglesia es germen e inicio del Reino” que ya
comenzó pero que tenemos que seguir buscando.
Recordemos aquello de “discípulos-misioneros”: el que escucha bien responde
bien, el que se ha encontrado a sí mismo compromete toda su vida, se involucra
y no vive como antes, vive de otra manera. ¿No será que nos falta la fuerza del
encuentro para fortalecer el sentido de la misión? Yo pienso que sí. Falta calidad
de encuentro para tener cumplimiento en la misión. Pensemos que todos
nosotros tenemos que volver a encontrar la motivación, el sentido, la vocación y
la misión que tenemos que vivir, desarrollar y comunicar.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén