XVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Javier Balda, C.M.
Cuando el hombre ha encontrado un ideal, cuando en su corazón siente un gran
amor, no piensa en otra cosa, no anhela otros ideales ni otros amores, y todos sus
esfuerzos van dirigidos a lograrlo, a hacerlo suyo, a vivirlo lo más intensa y
profundamente posible. Ese ideal, ese amor, será la razón de su vida. Encontrar a
Cristo, enamorarse de él, convertirlo en el ideal de nuestra vida, no es imposible. Él
está ahí. Él se hace el encontradizo cuando lo buscamos. No necesitamos actos
heroicos para encontrarlo. Abramos los ojos de nuestro corazón y nos daremos
cuenta de que está ahí, a nuestro lado. Extendamos las manos y sentiremos su
presencia que nos acaricia y se deja abrazar por nosotros. Vivamos con alegría,
vivamos con amor el encuentro y en nuestro corazón permanecerá el “gran tesoro”
que nadie nos lo podrá arrebatar.
Jesús está ahí, delante de nuestros ojos, como el sol de cada mañana. Abramos las
puertas de nuestro corazón y dejemos que sus rayos, caricias de amor, inunden
nuestra habitación de luz y calor.
Jesús está a nuestro lado y nos habla. Acallemos las voces del exterior, hagamos
silencio en nuestro interior y escuchémosle. Sus palabras son gritos de amor para
nuestro corazón. Extendamos las manos y dejémonos tomar por las suyas. Él es el
enamorado que saciará plenamente nuestro corazón hambriento de amor. Él nunca
nos va a fallar. Él nunca va a ser infiel.
Cuando lo hayamos encontrado, cuando lo hayamos aceptado, cuando él se
convierta en nuestro ideal, cuando él se convierta en nuestro gran amor,
ciertamente vendrán renuncias a otros ideales, a otros amores, a otros tesoros,
pero él nos traerá la paz, la alegría y la felicidad para nuestras vidas.
Cristo está ahí. Él es el tesoro y el vendedor a la vez. Aceptemos su oferta. Él sólo
nos pide monedas de amor. El valor que demos al tesoro encontrado condicionará
la cantidad de monedas que estamos dispuestos a dar. La cantidad de monedas de
amor que estamos dispuestos a ofrecer señalará el valor que tiene para nosotros el
tesoro que queremos comprar.
¿Qué valor le damos tú y yo a Cristo en nuestras vidas? ¿Qué estamos dispuestos a
ofrecerle?
Con permiso de somos.vicencianos.org