DOMINGO XX. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A
Mt. 15, 21-28
En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso
a gritarle:
-«Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio
muy malo.»
Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
-«Atiéndela, que viene detrás gritando.»
Él les contestó:
-«Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.»
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió:
-«Señor, socórreme.»
Él le contestó:
-«No está bien echar a los perros el pan de los hijos.»
Pero ella repuso:
-«Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que
caen de la mesa de los amos.»
Jesús le respondió:
-«Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.»
En aquel momento quedó curada su hija.
CUENTO: LA SENCILLEZ DE LA FE
El pequeño Roberto asistía a la primaria y la maestra les encargó una tarea:
“investigan qué es la fe en Dios”.
Intrigado, de regreso a casa le preguntó a su tío “﾿Qué es la fe en Dios? Me
la dejaron de tarea en la escuela”.
Con una amplia sonrisa, su tío le respondió: “﾿En verdad quieres saber lo
que es la fe en Dios?”.
“Si”, respondió Roberto.
Bien, vamos a la playa y te lo enseñaré.
Roberto vivía en las paradisíacas playas de Cancún.
Una vez que llegaron, le entregó el chaleco salvavidas y las aletas.
“Pero yo no sé nadar” dijo Roberto.
“Lo sé”, le dijo el tío, “póntelos de todas maneras”.
Lo hizo.
“Ahora, comienza a caminar hacia el mar de espaldas. Llegará un momento
en el que sentirás que tus pies no tocan tierra. Déjate ir y arrójate de
espaldas. No te hundirás, ya que el chaleco te hará flotar”.
Roberto estaba aterrado “No tío, no quiero”.
“ᄀHazlo!” Le respondió “Estaré junto a ti para que no temas. Así que
tranquilo”.
Roberto confió en su tío. Mientras caminaba de espaldas llegó un momento
en el que sintió que no tocaba tierra. Dudó. Pero recordó las palabras de su
tío, aparte de que lo tenía cerca.
En un acto de valor, dio el siguiente paso ¡Ya no tocaba tierra! Sin embargo,
flotó en el mar gracias al chaleco. Se sintió emocionado ante la experiencia
y feliz.
Ambos salieron del mar. Camino a casa, su tío le explico:
“En esto consiste la fe en Dios: el mar representa la vida. Yo represento a
Dios y el chaleco representa la fe. Cuando te adentres en el mar de la vida
y sientas que la lógica no puede ayudarte a salir a flote de tus problemas,
hasta perder el suelo, debes creer que el chaleco de la fe te salvará. Dios
estará siempre cerca de ti, pero depende de que te atrevas a dar el primer
paso de confiar en EL, vistiéndote el chaleco de la fe y arrojándote con él,
para que puedas flotar en el mar de la vida con total paz y tranquilidad”.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
La escena es sorprendente. Una mujer pagana sale gritando al encuentro de
Jesús. Es una madre de fuerte personalidad que reclama compasión para su
hija enferma, pues está segura de que Dios quiere una vida digna para
todos sus hijos e hijas, aunque sean paganos, aunque sean mujeres.
Su petición es directa: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi
hija está atormentada por un demonio» . Sin embargo, su grito cae en
el vacío: Jesús guarda un silencio difícil de explicar. ¿No se conmueve su
corazón ante la desgracia de aquella madre sola y desamparada?
La tensión se hace más insoportable cuando Jesús rompe su silencio para
negarse rotundamente a escuchar a la mujer. Su negativa es firme y brota
de su deseo de ser fiel a la misión recibida de su Padre: «Sólo me han
enviado a las ovejas descarriadas de Israel» .
La mujer no se desalienta. Apresura el paso, alcanza al grupo, se postra
ante Jesús y, desde el suelo, repite su petición: «Señor, socórreme» . En
su grito está resonando el dolor de tantos hombres y mujeres que no
pertenecen al grupo de aquel Sanador, y sufren una vida indigna. ¿Han de
quedar excluidos de su compasión? Jesús se reafirma en su negativa: «No
está bien echar a los perros el pan de los hijos» . La mujer no se rinde
ante la frialdad escalofriante de Jesús. No le discute, acepta su dura
imagen, pero extrae una consecuencia que Jesús no ha tenido en cuenta :
«Tienes razón, Señor; pero también los perros comen las migajas
que caen de la mesa de los amos» . En la mesa de Dios hay pan para
todos.
Jesús reacciona sorprendido. Escuchando hasta el fondo el deseo de esta
pagana, ha comprendido que lo que pide es exactamente lo que quiere
Dios: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». El
amor de Dios a los que sufren no conoce fronteras, ni sabe de creyentes o
paganos. Atender a esta mujer no le aleja de la voluntad del Padre sino que
le descubre su verdadero alcance.
Los cristianos hemos de aprender hoy a convivir con agnósticos,
indiferentes o paganos. No son adversarios a apartar de nuestro camino. Si
escuchamos su sufrimiento, descubriremos que son seres frágiles y
vulnerables que buscan, como nosotros, un poco de luz y de aliento para
vivir.
Jesús no es propiedad de los cristianos. Su luz y su fuerza sanadora son
para todos. Es un error encerrarnos en nuestros grupos y comunidades,
apartando, excluyendo o condenando a quienes no son de los nuestros. Sólo
cumplimos la voluntad del Padre cuando vivimos abiertos a todo ser
humano que sufre y gime pidiendo compasión. ( José Antonio Pagola)