DOMINGO XXI. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.
Mt. 16, 13-20
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a
sus discípulos: -«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos contestaron: -«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que
Jeremias o uno de los profetas.» Él les preguntó: -«Y vosotros, ¿quién decís
que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: -«Tú eres el Mesías, el
Hijo de Dios vivo.» Jesús le respondió: -«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!,
porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que
está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves
del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y
lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo. » Y les mandó a
los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
CUENTO: ¿QUÉ MESÍAS ES JESÚS?
Cierto día, Buda, sentado sobre la flor del loto, enseñaba la necesidad de
suprimir el sufrimiento para alcanzar la felicidad. El dolor, al oírlo, se
quedó muy triste, porque ya nadie lo querría. Poco después pasó por allí
un joven lleno de caridad, y, viendo llorar al dolor, se le enterneció el
corazón, lo tomó de la mano y lo convirtió en su amigo inseparable. Ese
joven se llamaba Jesús. Cuando Jesús comenzó a predicar, los oyentes
se contagiaron de su felicidad. Por primera vez en la historia, el dolor se
alegraba viendo que él también podía dar algún fruto, pues Jesús decía
que no habría felicidad sin cruz. Incluso murió en ella abrazado a su
amigo el dolor, pero con el corazón inmerso en la alegría. Buda se
asombró al constatar que Jesús y él buscaban lo mismo: la felicidad. Sin
embargo, mientras Buda eliminaba el sufrimiento por la vía de la
renuncia y de la meditación, Jesús lo asumía para sanar el pecado y
traer la salvación. Al final, ni uno ni otro erradicaron el dolor del mundo.
Buda no pudo; Jesús no quiso. Hoy, la felicidad toma la mano al
sufrimiento para que no se encuentre solo. Y el sufrimiento se llena de
esperanza y de alegría cuando ve que la felicidad pasa por el camino de
la cruz.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Me llama la atención cuando pregunto a los jóvenes sobre lo que piensan
sobre Jesucristo. Siempre me sorprende positivamente que en general los
jóvenes y la mayoría de la gente tiene una opinión muy buena sobre Jesús,
su mensaje, su vida y sus ideales. Es verdad que luego quizá esta creencia
no lleva a un compromiso explícito de la fe ni se trasluce en una vida acorde
con esos valores que se dicen admirar. Como en tiempos de Jesús, mucha
gente hoy tiene distintas valoraciones de su persona: para unos sigue
siendo un hombre sabio, un profeta, un revolucionario, un gran personaje.
Pero lo de Hijo de Dios que profesa san Pedro en el Evangelio de hoy ya
está un poco más complicado. Pero eso es normal, la fe es un don y una
virtud, hay que pedirla y hay que alimentarla, y mucha gente no lo hace, o
porque no sabe, o porque no le interesa o porque confunde la fe con otras
cosas que nada tienen que ver con ella.
Lo que realmente es preocupante es la valoración que hace la gente de los
seguidores de Jesús, de la Iglesia. En general, la valoración es muy
negativa, en España está entre las últimas instituciones de la sociedad.
¿Qué pasa entonces? ¿Será que la Iglesia no sabe comunicar bien esa fe
que profesa? ¿Será que esta imagen se arrastra precisamente como
consecuencia de otros tiempos donde el poder de la Iglesia y la imposición
de su moral se extendía a toda la sociedad? No lo sé, pero es preocupante
que la mayoría de la gente valore tan positivamente el mensaje de Cristo y
tan negativamente el de la Iglesia. ¿Tan diferentes han llegado a ser?
¿Tanto opacamos el rostro y el mensaje de Cristo? ¿O seguiremos añorando
la imagen de un Mesías triunfador, poderoso, impositivo, condenador que
haga temblar, que infunda miedo y no amor? ¿No nos costará entender
antes y ahora a ese Mesías proclamado por los apóstoles, pero corroborado
en la cruz, en el no-poder, en el fracaso aparente? El cuento de esta
semana nos recuerda que Cristo nos invita a una felicidad que pasa por la
cruz, que no huye del sufrimiento, que se abaja para amar y servir más y
mejor. Una felicidad que no nace del poder ni de la fama ni del dinero, sino
de la humilde entrega diaria en ser Buena Noticia para los empobrecidos y
marginados de nuestra sociedad.
Renovemos hoy con humildad nuestra fe en Jesús, Mesías y Salvador, y
hagamos personal y comunitariamente el compromiso de ser en el mundo y
entre quienes nos rodean, ejemplos vivos del amor y de la entrega de Cristo
hacia los que más necesitados. ¡FELIZ SEMANA LLENA DE FE Y DE AMOR A
CRISTO JESÚS!