DOMINGO 27. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.
Mt. 21, 33-43
En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del
pueblo esta parábola:
«Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una
cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego lo
alquiló a unos viñadores y se fue de viaje.
Llegado el tiempo de la cosecha, envió a sus criados para pedir su parte de
los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados,
golpearon a uno, mataron a otro y a otro más lo apedrearon. Envió de
nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron
del mismo modo. Por último, les mandó a su propio hijo, pensando:
“A mi hijo lo respetarán”.
Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros:
“Éste es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia”.
Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron.
Ahora, decidme: cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos
viñadores?»
Ellos le respondieron:
«Dará muerte terrible a esos desalmados y alquilará el viñedo a otros
viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo».
Entonces Jesús agregó:
«¿No habéis leído nunca la Escritura que dice:
“La Piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular.
Esto es obra del Se￱or y es un prodigio admirable?”
Por esta razón os digo que les será quitado el Reino de Dios y se le dará a
un pueblo que produzca sus frutos».
CUENTO: LA SEÑALES DE DIOS
El único sobreviviente de la inundación de un barco a causa de una terrible
tormenta, fue llevado por las olas a una isla completamente deshabitada. El
hombre, desesperado y sin saber qué hacer, rezaba continuamente a Dios
pidiendo por su rescate. Todos los días miraba hacia al horizonte en busca
de algún barco, pero nunca veía nada. Ni siquiera el indicio de una pequeña
señal. Con el paso del tiempo perdió toda esperanza. Ya cansado decidió
construir una pequeña choza con ramas secas para protegerse del viento y
la lluvia, y además, guardar las pocas pertenencias que conservaba.
Pero un día, mientras escarbaba en el suelo en busca de algo de comida, vio
sorprendido que su pequeña choza ardía en llamas: estaba siendo
consumida por el fuego con todo lo que había dentro. La desesperación fue
total. Ya no podía pasarle nada peor. Todo estaba perdido. El hombre
estaba derrumbado: “ᄀDios mío, c￳mo pudiste hacerme esto!”, exclamaba
mientras lloraba amargamente.
Al día siguiente, muy temprano, por la mañana, al hombre le despertó el
sonido de un barco que se aproximaba a la isla. ¡Venían a rescatarlo!
“﾿C￳mo supieron que estaba aquí?”, pregunt￳ a los hombres que lo
rescataron. “Tuviste suerte, - le contestaron – Vimos tus se￱ales de humo”.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Maravillosa pedagogía la de las parábolas. Escenificación perfecta y
didáctica de la vida y de la fe. El mundo, es viña del Señor. Los jornaleros,
nosotros, los seres humanos. Los enviados, los profetas, los hombres y
mujeres de Dios que nos avisan y nos quieren marcar el camino de la
felicidad. Pero no hay manera. No nos gustan los avisos, los que nos
perturban en nuestra tranquila comodidad, los que nos denuncian tanta
hipocresía, injusticia y egoísmo. Qué fácilmente nos los cargamos. La
historia está llena de estos ejemplos. El Antiguo Testamento es la secuencia
de envíos y rechazos. Pero Dios no se cansa, sigue insistiendo. Y manda lo
que más ama: su propio Hijo, Jesucristo. Y en vez de acogida, recibe el más
brutal de los rechazos, la muerte en cruz. No hay espacio para Dios. Ni a su
propio Hijo respetamos. Hasta aquí la parábola. Desde ella, a la vida. Y en
la vida, nosotros. Pero corremos el riesgo de ver esta historia dirigida a los
dirigentes políticos y sobre todo religiosos de la época de Jesús, sobre todo
los fariseos, que no supieron ver las señales de Dios. Pero no, esta Palabra
es para nosotros, los que nos consideramos cristianos, los que creemos que
con ir a Misa o saberse el Credo o el Catecismo de memoria hemos
cumplido ya. Y mientras, estamos rechazando al Cristo sufriente en los
pobres, el Cristo que demanda nuestro tiempo, el Cristo que nos sale al
encuentro cada día en las personas con las que nos cruzamos, el Cristo que
pide amor en la persona de un familiar, un amigo, un hijo, un enfermo. Con
qué facilidad nos encontramos con el Cristo fácil que no nos compromete;
con el Cristo del cumplimiento dominical; con el Cristo sabido de memoria
en la catequesis. No miremos el Evangelio como algo del pasado, está
dirigido a nosotros, nos llama a una conversión profunda. ¿Cuándo y cómo
hemos rechazado a Cristo que nos hablaba e interpelaba en los pobres, los
hermanos de comunidad, la familia, los amigos, los necesitados y sufrientes
de cualquier tipo?. ¿Hemos descubierto la Eucaristía como fuente de
renovación espiritual y como estímulo de entrega solidaria a los demás?.
Estemos atentos. No nos pase como al hombre del cuento, que fue incapaz
de descubrir la presencia de Dios en aquellas señales de humo que le
salvaron la vida. Dios vienes, Cristo está cerca. Hagamos que nuestra
semana sea una búsqueda de ese Cristo que necesita de nuestra
amabilidad, de nuestras manos para acoger, de nuestros labios para besar y
sonreír, de nuestros pies para caminar al encuentro del necesitado, de
nuestros brazos para abrazar y ayudar, de nuestro corazón para amar. No
lo rechacemos, acojamos con alegría su presencia. Bajémoslo de la cruz y
hagamos de El nuestro compañero de camino. Cristo Vivo, Cristo peregrino
de nuestra vida, Cristo acogido en nuestros corazones y hogares, y
comunidades y trabajos. No nos creamos los buenos, demostremos que
cada día intentamos ser mejores. QUE TENGAIS UNA FELIZ SEMANA,
ATENTOS A LAS LLAMADAS DE DIOS Y A LAS NECESIDADES DE LOS
HOMBRES.