DOMINGO XXIX. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.
Mt. 22, 15-21
Entonces los fariseos se pusieron de acuerdo para buscar algún motivo de
acusación en sus palabras, y le enviaron discípulos suyos con los partidarios
de Herodes a decirle: –Maestro, sabemos que eres sincero, que enseñas con
verdad el camino de Dios y que no te dejas influir por nadie, pues no miras
las apariencias de las personas. Dinos, pues, tu parecer: ¿Estamos
obligados a pagar tributo al César o no?. Jesús se dio cuenta de su mala
intención y les dijo: – ¿Por qué me ponéis a prueba, hipócritas? Mostradme
la moneda del tributo. Ellos le presentaron un denario, y él les preguntó: –
¿De quién es esta imagen y la inscripción? Le respondieron: –Del César.
Jesús les replicó: – Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es
de Dios.
CUENTO: LAS PREGUNTAS DE DIOS
Cuenta la leyenda que una mujer pobre con un niño en los brazos, pasando
delante de una caverna, escuchó una voz misteriosa que allá adentro le
decía: - Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo esencial.
Recuerda algo: después que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por
lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo esencial. La
mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro
y por las joyas, puso al niño en el suelo y empezó a juntar, ansiosamente,
todo lo que podía en su delantal. La voz misteriosa habló nuevamente. -
Tienes solo ocho minutos. Agotados los ocho minutos, la mujer cargada de
oro y piedras preciosas, corrió hacia fuera de la caverna y la puerta se
cerró. Recordó, entonces, que el niño quedó allí afuera y la puerta estaba
cerrada para siempre. La riqueza duró poco y la desesperación... para el
resto de su vida! Lo mismo ocurre, a veces, con nosotros. Tenemos unos
80 años para vivir, en este mundo, y una voz siempre nos advierte: - ¡Y no
te olvides de lo esencial! Y lo esencial es lo interior, es decir, la relación con
Dios, los valores espirituales, la oración, la vigilancia, la familia, los amigos,
la propia vida. Pero la ganancia, la riqueza, los placeres materiales nos
fascinan tanto que lo esencial siempre se queda a un lado. Así agotamos
nuestro tiempo aquí, y dejamos a un lado lo esencial: ¡Los tesoros del
corazón!
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
El evangelio de hoy es de los más enigmáticos y polémicos. Pareciera que
Jesús no se quisiera mojar en la pregunta que le hacen, bien porque sabe
que viene hecha con mala intención, bien porque no quiera dar motivos de
posibles falsas interpretaciones. ¿Qué significa “Dad al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios?”. ¿Qué no hay que mezclar religión y
política? ¿Qué no hay que divinizar ningún poder humano? ¿Que los
impuestos a un poder injusto no son competencia de la religión?. ¿Escapa
Jesús de una pregunta comprometida e intenta no definirse? ¿O eso es lo
que está haciendo, dejar claro que ningún poder político, el que sea, tiene
el rango de sagrado o bendecido por Dios?. No es fácil responde a esto,
porque la historia de la Iglesia demuestra las diferentes y a veces opuestas
interpretaciones de este texto. Ha habido épocas de enfrentamiento
manifiesto con el poder político que intentaba usurpar la supremacía a Dios;
pero ha habido otras muchas en que la Iglesia se ha aliado descaradamente
con el poder temporal de emperadores y reyes y con dictadores de todo
pelaje. ¿Dónde está el límite?. Porque lo está claro es que la fe interfiere se
quiera o no en la vida privada y pública. No es un asunto solamente de
conciencias o de sacristías, como quisieran algunos. La fe se proclama con
la palabra y con una vida coherente según los valores del Evangelio, que
lleva muchas veces a enfrentamientos, e incluso persecuciones y muertes
por parte del poder político o social o económico de turno. Para un creyente
en Jesucristo, no es la última instancia de moralidad un determinado partido
o ideología política, por muy democrático que sea. La pauta de
comportamiento para un cristiano es el Evangelio y sus valores y por ellos
debe luchar y trabajar en los diferentes ámbitos de la economía, de la
política o de cualquier otro campo de la actividad humana. No para
sacralizarlos, sino para humanizarlos según los valores que Cristo nos
enseñó. Por eso que, más que ser de izquierdas o de derechas, que son
categorías humanas, importa vivir los valores del Evangelio, todos en su
conjunto, sabiendo que ningún poder humano podrá agotar nunca la
totalidad del mensaje evangélico. Y de ahí que no haya que absolutizar
ninguna realidad humana temporal, ningún César que nos pida adoración o
disciplina de partido o sumisión al sistema económico o mediático. Ya sé
que esto no es fácil en la sociedad que vivimos, y menos en la actual
coyuntura mundial de crisis en que el dinero se ha revelado con dios con
pies de barro pero al que se le sigue adorando, pero no es imposible. Llevar
los valores de la vida, la familia, a justicia, la paz, la solidaridad, la ecología
y toda defensa de la dignidad humana es una obligación primera de todo
cristiano esté en el lado que esté, o la ideología que milite. No es coherente
oponerse al aborto y defender la pena de muerte; pedir la paz y defender la
guerra; luchar por la vida y colaborar en la destrucción del medio ambiente;
ir a Misa y oprimir al obrero o empleado de nuestras empresas; hablar de
solidaridad y ser esclavos del consumismo. Y no miremos para otro lado.
Mirémonos nosotros mismos y descubramos si Cristo y su Evangelio son el
centro de nuestra vida y el motor de nuestro actuar. Demos a cada cosa su
importancia. No separados, pero sí en su justo lugar. Primero Dios, Cristo,
su Evangelio, después todo lo demás. Sin oposición, en complementariedad
y en coherencia. No nos vaya a pasar como a la mujer del cuento de hoy
que, ambiciosa de las riquezas, perdió lo más esencial de la vida y se
provocó el mayor sufrimiento: la pérdida de un hijo, la pérdida de los
valores más importantes. Nada es malo si lo encuadramos y vivimos en una
vida con sentido, dando a cada cosa su importancia y su tiempo. Dar al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Es la gran misión a la
que estamos llamados en este día del Domingo Mundial Misionero
(DOMUND), siguiendo los pasos de ese gran apóstol misionero que fue san
Pablo, cuyo bimilenario de su nacimiento estamos celebrando. ¡FELIZ
SEMANA! QUE VALOREMOS LAS COSAS IMPORTANTES, PONIENDO A DIOS,
EL AMOR, LA FAMILIA, LOS AMIGOS EN EL LUGAR QUE LES CORRESPONDE,
O SEA, EN PRIMER LUGAR. Y QUE DEMOS TESTIMONIO DE ESTA
FELICIDAD QUE SÓLO PROVIENE DE DIOS.