XXV domingo del tiempo ordinario. Ciclo A.
Hacia una economía solidaria
La Palabra: “Llama a los jornaleros y págales el jornal comenzando por los últimos
que han llegado al trabajo y terminando por los que llegaron a primera hora”
(evangelio).
1. Actuar según esta parábola sería un desastre para la economía, tal como
funciona hoy. ¿A quién se le ocurre pagar jornal completo también al que solo
estuvo una hora en el trabajo, mientras otros han estado laborando durante toda la
jornada? Decididamente, el evangelio choca con una racionalidad económica, cuyo
objetivo es producir más. ¿Es posible otra racionalidad?
2. La racionalidad económica puede ser valorada y medida por la producción que
logra y los beneficios monetarios que aporta. Teniendo como principal y único ese
objetivo, las personas son valoradas solo por lo que trabajan y económicamente
rinden. Lo importante es la mayor producción. Si las personas económicamente no
aportan beneficio, son material desechable. Según Aristóteles, genial filósofo griego
siglos antes de Cristo, la economía es el arte de producir recursos en orden a cubrir
las necesidades básicas de todos. Pero cuando la gestión de la economía solo busca
el máximo beneficio, se queda en crematística, que viene a ser artimaña para
acaparar beneficios a costa de los demás.
3. En la crisis económica que estamos sufriendo es innegable esta lógica
crematística, sencillamente porque se valora más el dinero que la persona. En esa
valoración no es racional ni comprensible la parábola evangélica que solo puede
interpretarse correctamente desde la misericordia, la compasión, la gratuidad. Con
esta inspiración, el padre bueno acoge con amor al hijo perdido y le da más de lo
que merece, lo que necesita. Solo esta inspiración de gratuidad puede curar la
racionalidad chata e individualista de la economía que debe ser gestionada para
servicio del ser humano; para que todas las personas puedan satisfacer sus
necesidades básicas.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net